Como la luz de una vela

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Pasados varios días, nadie veía a Maisie por los pasillos. Nadie disfrutaba de su sonrisa o de su alegre andar. Los vestidos estaban ocultos en la caja y parecía que ahí se quedarían para siempre. Ocupaba su tiempo en ella misma, se disculpó por escrito con Mary y le pidió que la excusase algunos días, pues no se sentía bien de salud. Aunque mentía.

La rutina de Maisie empezaba muy temprano, antes de que el sol saliera. Un sirviente, de nombre Leith, le llevaba el desayuno, el almuerzo y la cena. Era la única persona que Maisie recibía, porque era discreto.

Adoraba pensar mientras tomaba té y veía el amanecer. El resto del día, era leer y escribir, merendar, pasar el rato eligiendo vestidos que ya no usaría para enviarlos a Escocia, mirar por el balcón y también pasar un par de horas en la bañera, donde lloraba, sin que alguien pudiera evitarlo.

 El resto del día, era leer y escribir, merendar, pasar el rato eligiendo vestidos que ya no usaría para enviarlos a Escocia, mirar por el balcón y también pasar un par de horas en la bañera, donde lloraba, sin que alguien pudiera evitarlo

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Se sentía como en Escocia, cuando enfermaba y todos hacían la sentir mejor a como diera lugar, la mala noticia era que no estaba en Escocia y que en realidad, nadie intentaba hacerla sentir mejor.

Maisie estaba dispuesta a cambiar su manera de ser. Muchas personas se sentían con derecho a hacerla menos, y aunque de algunas no era intencional, como su hermana, sabía que debía darse su lugar. Después de todo, para el vaticano ella no era una bastarda, sino una princesa y era alabada en su país.
Por otra parte, se sentía completamente enamorada de Sebastián, y tenía que hablarlo. Sabía que si él estaba lejos de su alcance, mínimo ella debía ser lo suficientemente valiente como para mostrarle sus sentimientos por él. Tal vez así y sólo así, su corazón terminaría de entender y por fin, se olvidaría de él.

Sus pensamientos pesaron en el corazón de Maisie. Lo de luchar por amor fue lo primero, tal vez las cosas entre ella y Sebastián no estaban mal, en realidad, iban por excelente camino desde el principio, cuándo eran niños, inclusive se casaron. Y después de que ella regresó a la corte, ambos estaban bien. Pero algo cambió eso, y como lo vio en sus visiones, Mary causaría el sufrimiento en su vida. Lo demás, de luchar por su propio bienestar, fue lo que atravesó su mente, pues, debía empezar a ver por ella misma y su bienestar. Mary podría arreglar sus asuntos por sí misma y ella, hacer su trabajo sin permitir que arruine su vida. Porque, en ese momento, era lo que su hermana estaba haciendo. Era hora de que en lugar de ser la hermana bastarda de la Reina de Escocia, se convirtiera en la única Princesa de Escocia, que sabía que era. Ella sabía más de política y diplomacia que Mary, y había gobernado muy bien sin ella. Pues así es como los bastardos crecen, todo se les enseña y al menos, ella tenía la libertad que sabía que Mary, jamás tendría.

Finalmente, al pasar el día. Al atardecer, Maisie tomó su baño y se vistió un hermoso vestido y salió a cenar con Lola, Mary, Greer, Kenna y Aylee, quienes la invitaron, puesto que se enteraron de que Maisie ni siquiera dejaba que alguien entrase. Esperaba encontrarlas en los aposentos de Lola, que eran los más amplios y dónde les gustaba estar.

En realidad, Maisie no tenía idea de lo que ocurría en el castillo, no sabía nada de Mary, ni de Bash ni de nadie afuera.
Ni siquiera se había dado cuenta de que sus hombres estaban siendo acorralados en la cárcel por hombres italianos que habían tomado el castillo. Fue entonces cuando alguien la tomó por sorpresa de los brazos y pudo ver de quién se trataba. No le conocía de nada.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2021 ⏰

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