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7:30 a.m. El molesto sonido de la alarma le indica a Agoney que su día acababa de comenzar. Un nuevo y aburrido día más en la vida de un estudiante que ansiaba con todas sus ganas las vacaciones de verano.

En cuanto cruzó por el umbral de la puerta de su clase, escuchó su nombre repetidas veces. Era Raoul. Hoy le notaba algo más guapo, pero también alterado.

- Ago, estoy de los nervios. Esta chica me pone de los nervios.

- Buenos días a ti también eh. - dijo sonriendo y pasadole un brazo por el hombro.

- Buenos días tiquismiquis. - dijo Raoul en tono burlón.

Justo en ese momento, la malagueña entró en la clase. Instintivamente, Agoney giró la mirada hacia su amigo. Sabía que en cualquier momento se podría desmayar.

En cambio, la rubia ni siquiera les dirigió un buenos días.

Agoney notó que respiraba con normalidad de nuevo y que su amigo no se había caído ni había salido huyendo. Ante esta escena, Nerea aprovechó para vacilarles.

- Madre mía, os tendríais que haber visto. - dijo la catalana entre risas. - Vuestra cara era un cuadro.

Los dos chicos se miraron entre si y asintieron sabiendo que quizás un poco cuadro sí debieron ser sus caras.

En un descanso entre clase y clase, Agoney aprovechó que Mireya estaba sola para hablar con ella, realmente le preocupaba lo que pudiese decirle a su amigo.

- Hola Miri.

- ¡Pero qué manía tenéis con llamarme así! Bueno, dime. - dijo finalmente sonriendo.

- Ayer Raoul y yo estuvimos hablando después de que te marcharas de su casa. Me contó que querías hablar sobre lo que te dijo, le noté bastante preocupado.

Mireya puso la mano sobre su frente en señal de agobio.

- Este chico no puede estarse callado. - resopló. - Sí, le dije que quería hablar con él  porque desde hace tiempo yo también lo necesitaba. Ya intuía que quería algo conmigo porque a ver, el pobre muy disimulado no es, y quería decirle que yo con él no quiero nada. Yo sólo le veo como un amigo, y quiero que siga siendo así.

El canario estaba sorprendido pero en parte se esperaba algo así.

- Sólo te pido que si vas a rechazarlo no le hagas daño. Haz lo que quieras, pero no le hagas daño.

- Había pensado seguirle un poco el rollo. Creeme que yo tampoco quiero hacerle daño pero no veo otra solución. - y dirigió su mirada hacia el suelo.

Sonó el timbre que anunciaba que comenzaba la siguiente clase.

- Haz lo correcto, amiga. - dejó un beso en su pelo y se fue a su mesa.

Mireya creyó que saltarse educación física, la última hora de la mañana, fingiendo una lesión sería un buen momento para hablar con Raoul.

Se había estado comiendo la cabeza durante toda la mañana desde que Agoney habló con ella. No paraba de pensar en cómo decirle a Raoul que no quería iniciar una relación con él porque hace unas semanas su trato con Álvaro se volvió bastante cariñoso, y todo esto sin hacerle sentir mal.

La profesora le dijo que podía saltarse la clase debido a la supuesta lesión. Mireya observaba todo el rato a la gente que entraba en el baño de chicos, esperando a que entrase su amigo para hablar con él.

Hasta que pasó.

La chica entró en el baño buscando la mirada de su amigo en el espejo. Hasta que la encontró.

Ambos se sobresaltaron por la presencia del otro.

- Hola Mireya. ¿Sabes que esto es el baño de  chicos, no?

Los nervios estaban haciendo acto de presencia.

- Sí, claro que lo sé. Osea, tengo ojos. - la chica suspiró. Mira, voy a ser directa. Yo también siento algo por ti desde hace tiempo. - por dentro se estaba sintiendo como una mierda porque no solo estaba mintiendo a su mejor amigo, si no que estaba saliendo con su hermano sin que lo supiera.

- Pues si que has sido directa hija mía. - Raoul se mojó la cara. Bien sea por lo rojo que estaba o bien sea por las gotas de sudor que resbalaban por su cara. - Sinceramnete no pensaba que lo que sentía por ti fuera mutuo y eso me asustaba. Me asustaba que sólo me vieras como a un amigo y ya. Me asustaba que si hubieras dicho que no nuestra relación cambiaría. Sobre todo tenía miedo de perderte.

La chica estaba a punto de llorar porque no imaginaba que Raoul se abriría de esa manera con ella. Ahora temía de verdad perderle a él por mentirle.

En ese momento, una lágrima se cayó de su ojo, pero no quería que si amigo le viera llorar. No por vergüenza, si no por miedo a tener que decirle la verdad. Así que rápidamente se la quitó de la mejilla.

Como sentía que ya era suficiente, Mireya se marchó.

En cambio, Raoul se sentía eufórico. Al fin sabía que lo que sentía por Mireya era lo mismo que ella sentía por él. Lo que su amiga le había confesado compensaba todo ese tiempo de incertidumbre pensado si la malagueña le rechazaría o le correspondería. En esos momentos sintió que era el adolescente más feliz del mundo.

En cuanto llegó a su casa envió un mensaje a los amigos con los que mayor confianza tenía; Agoney, Miriam, Nerea, Aitana y Alfred.
Le contó a cada uno de ellos con detalle lo que había pasado en los baños. Todos se alegraron por él excepto uno, Agoney.

Obviamente estaba contento por su amigo. Él sabía mejor que nadie lo que le había costado declararse a Mireya, cómo no iba a alegrarse por él. Lo que le dolió fue que Raoul no sabía toda la verdad, y pensar en que algún día se enteraría de la relación que su hermano y su mejor amiga tenían le dolía como lo que más.

Estuvieron hablando largo y tendido hasta la hora de merendar. En los últimos minutos de conversación, Raoul le contaba lo orgulloso que estaba de que al final consiguiera declararse, no lo habría conseguido si no fuera gracias a él y a sus consejos.

Aunque Raoul no lo supiera, su mejor amigo, al otro lado de la pantalla, sonreía tanto que parecía que se le iba a partir la cara.

Antes de dar por terminada la conversación, Agoney le dijo que él también estaba orgulloso de que al final lo hiciera, estaba orgulloso de su pollito.

Aunque nadie en su casa supiera la razón de la sonrisa permanente de Raoul, le veían tan feliz que preferían no preguntar.

Cuando Álvaro llegó a casa de entrenar se encontró con un Raoul sentado en el sofá  mirando el móvil dando toques con el pie al suelo con un poco de nerviosismo.

En cuanto el más pequeño notó la presencia de su hermano, se lanzó a sus brazos, aún con la sonrisa que había traído a casa. Álvaro quiso saber por qué sonreía tanto.

- Bueno, hoy estaba en el baño del gimnasio  y de repente entró Mireya.

Álvaro se quedó helado al escuchar el nombre de la malagueña.

- No hace falta que digas nada más. Puedo imaginar lo que ha pasado. - sonrió forzosamente. - No sabes lo feliz que estoy por ti, tete.

Los dos se quedaron abrazados durante lo que pareció una eternidad.

- Si me disculpas, tengo que comer algo y ducharme. Él entrenamiento de hoy ha sido más duro que de costumbre.

Aunque Raoul no lo viese, su hermano tornó una cara de tristeza en cuanto se marchó a la cocina. Como había hablado con Mireya la noche anterior, no iba a destrozar la felicidad de su hermano por nada del mundo. Pocas cosas le hacían tan feliz como ver a su hermano así, y no quería perder eso.

Ayúdame a conquistarla. {Ragoney}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora