Ciudad de las estrellas || Almaia

Ciutadella de Menorca

A/N: capítulo dedicado con todo mi amor a elle_thirlwall. ¡Gracias por la idea! Espero que os guste :)
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Necesitaban vacaciones. Por más que Alfred estuviera completamente volcado en su inminente álbum y Amaia le hubiera cogido el truco a componer, tenían que descansar. La gira de OT no había acabado y a esta se le habían añadido sus giras personales, las que daban a conocer tanto el talento de él como el de ella a un nivel más allá del concurso. Su música no solo era la que habían cantado en Operación Triunfo; lo que podían hacer no tenía los límites de un programa de televisión.

Estaban viviendo su sueño, pero eran humanos.

Así que, cuando les propusieron un concierto añadido en Andorra, lo primero que habían hecho había sido llamarse para cerciorarse de que los dos contestaban lo mismo: no, lo siento. Le debían mucho al equipo de Universal, pero un alto en Andorra habría tirado por los suelos los planes que ya tenían organizados desde hacía más de un mes. Por más que adoraran cantar sobre los escenarios, se les iba la vida en ello. Literalmente.

Tras el concierto en Benidorm, mientras sus compañeros tomaban un bus que les llevaría de vuelta al hotel para pasar la noche, ellos comenzaron sus vacaciones personales en otra dirección. Su primer destino era Valencia, una mera parada técnica e intermedia que aprovecharon para comer paella —de la de verdad, la de pollo y conejo de toda la vida, no de esa con guisantes y pimiento— y visitar a algunos familiares de Alfred. Con todo el trajín y el trabajo constante desde que habían salido de la academia, ninguno de los dos conocía todavía a toda la familia del otro al completo. Iban poco a poco y cuando sus apretadas agendas se lo permitían.

Había sido Alfred quien había sugerido la isla como destino final. No querían salir de España, no con todos los compromisos que se les venían encima y las posibles llamadas de emergencia del trabajo que tuvieran que atender incluso estando de vacaciones. Lo habían sopesado; viajar fuera del país para pasar mucho más desapercibidos, convertirse en dos turistas normales a los que nadie reconociera por la calle. O, al menos, casi nadie. Pero finalmente habían optado por la discreta isla de Menorca, donde conseguirían más paz y tranquilidad que en Mallorca o Ibiza. Además, a Alfred le encantaba Menorca, concretamente la Ciudadela.

Se trataba de una ciudad al noroeste de la isla, la cual Alfred se conocía posiblemente de memoria, como si siguiera las líneas de la palma de su mano con los ojos cerrados. La había visitado a menudo a lo largo de su vida, puesto que era el lugar donde veraneaba con sus padres; ahora Amaia formaba parte de su familia, así que en la cabeza de Alfred tenía todo el sentido del mundo que se sumara a la escapada García-Castillo. Quizá ahora se tuviera que llamar García-Castillo-Romero-Arbizu. Un nombre un poco largo, pero a Alfred no podía importarle menos.

Como siempre, alquilaron un apartamento lo más próximo posible al mar. Alfred pudo ver cómo los ojos de Amaia se aclaraban por lo menos tres tonos cuando le empezaron a brillar al escuchar las palabras "primera línea" y "playa" en la misma frase. Habría pagado todo el oro del mundo por verla tan emocionada cada día de su vida. En Pamplona no tenían playa; aunque no estaba lejos, para acceder a la más cercana tenían que moverse a través de carretera, así que Amaia adoraba el mar como si fuese una mismísima madrileña, como un tesoro poco habitual cuyo cofre solo podía abrir contadas veces al año. Quince días en Peñíscola se le quedaban cortos, y este año tan solo había sido un breve fin de semana a causa de la gira.

Lo primero que hizo Alfred al llegar a Ciudadela, incluso antes de deshacer el equipaje, fue sacar a Amaia a pasear para poder enseñarle sus rincones favoritos, los caminos que había recorrido miles de veces de niño y las plazoletas que habían presenciado algunos de sus conciertos con la noche como único pero fiel público.