A pesar de las aprensiones de Emma en sentido contrario, la conversación
telefónica con el doctor Larsen resultó sorprendentemente correcta, y el
hombre aceptó con inesperada ecuanimidad que la autopsia no hubiera logrado determinar la causa de la muerte de Chase. Fue como si interpretara la información como un cumplido hacia su adorado hijo, un hecho que corroborara la noción de que el muchacho estaba realmente sano, por dentro y por fuera.
Habiendo esperado que la reprendieran ásperamente por no haber cumplido su promesa, Emma se sintió aún más agradecida hacia el hombre que mantenía así la compostura. Larsen incluso le dio las gracias por sus desvelos en nombre
de su hijo y por dedicarle tiempo en aquellos momentos de necesidad. Si Emma ya había estado dispuesta a saltarse las normas al proporcionarle las causas de la muerte del muchacho, en aquellos momentos tomó la decisión de brindarle la información del modo que fuera.
Tras poner fin a su conversación con Larsen padre, Emma pasó un rato
dando vueltas al caso mientras miraba sin ver el tablón de corcho donde tenía pinchadas notas, recordatorios y tarjetas de visita. Intentó pensar en una forma
de acelerar el proceso, pero tenía las manos atadas. No le quedaba más remedio que esperar los resultados de Joanne y Arthur y confiar en que ellos
responderían a su llamada.
El tiempo pasó sin que Emma se diera cuenta. Rita llegó y la saludó mientras
dejaba una pila de expedientes en su escritorio y tomaba asiento. Emma le
devolvió el saludo como un acto reflejo, sin volverse siquiera. Sus pensamientos habían vuelto a Logan, a su despreocupada e irritante jovialidad, y a lo que eso significaba para su relación. Aunque odiaba admitirlo, se le hacía cada vez más
evidente que estaba contento de que ella hubiera decidido marcharse.
De un modo circular, los pensamientos sobre Logan la devolvieron al caso de Chase Larsen hijo al recordar sus comentarios acerca del modo en que la ciencia forense revelaba a veces unas causas de muerte muy distintas de las que
parecían evidentes. Emma consideró nuevamente la posibilidad de que el
fallecimiento de Chase hubiera sido un asesinato. No pudo evitar acordarse de varios y horribles casos de asesinatos múltiples en instituciones hospitalarias, especialmente uno muy reciente que había quedado sin descubrir durante un plazo de tiempo inadmisiblemente largo. Semejante posibilidad no podía ser descartada a pesar de que reconocía que todas las víctimas eran gente mayor, crónicamente enferma, y que existía el indicio de un móvil, no por enfermizo menos impensable. Ninguna de las víctimas había sido un vigoroso joven de veintiocho años con toda una vida por delante.
A Emma no le cabía duda de que un asesinato era sumamente improbable y no pensaba darle más vueltas, sobre todo porque el análisis toxicológico revelaría cualquier sobredosis de insulina, dioxina o cualquier otro compuesto letal parecido al relacionado con los asesinatos anteriores. Al fin y al cabo, para eso
servían los análisis toxicológicos. En su mente, la muerte de Chase hijo había sido o bien natural —y eso era lo más probable— o accidental. Aun así, ¿qué haría si las pruebas de toxicología y del microscopio resultaban ser negativas? Se trataba
de una preocupación razonable teniendo en cuenta que la autopsia había salido sorprendentemente limpia. Su experiencia le decía que era infrecuente no detectar algún tipo de patología, incluso tratándose de un joven de veintiocho años y aunque las anomalías no se relacionaran con el deceso.
Para preparar semejante eventualidad, Emma necesitaba toda la información posible.Aunque lo normal en semejante caso habría sido esperar a que llegaran
los informes de los laboratorios, decidió tomar la iniciativa y ganar tiempo.
Descolgó el teléfono impulsivamente y llamó a la Oficina de Investigación
Forense. Jackson Bell contestó al segundo timbrazo.
—Esta mañana me he ocupado del caso de un tal Chase Larsen—le dijo
Emma—. Se trataba de un paciente ingresado en el Manhattan Metro General. Me gustaría conseguir una copia de su ficha hospitalaria.
—Estoy al tanto del asunto. ¿No te dimos todo lo que necesitabas?
—El informe del investigador forense está bien. Pero, para serte sincera,
busco algo y no sé lo que es. La autopsia salió negativa y estoy un tanto desesperada. Hay ciertas limitaciones de tiempo que…
—Pasaré la solicitud de inmediato.
Emma dejó el auricular mientras se estrujaba el cerebro con la esperanza de que se le ocurriera algo que pudiera serle de utilidad si todo lo demás fallaba.
—¿Qué pasa? —preguntó Rita, que se había dado la vuelta en su silla giratoria tras escuchar la conversación de Emma con Jackson—. Te di los casos más sencillos
porque sabía lo cansada que estabas. Lo siento.
Emma aseguró a su compañera de despacho que no tenía por qué disculparse y reconoció que quizá estuviera buscando problemas donde no los había con tal de no obsesionarse con su vida amorosa.
—¿Quieres que hablemos del asunto?
—¿Te refieres a mi vida amorosa?
—Me refiero a Logan y a lo que has hecho esta mañana.
—No en especial —contestó Emma haciendo un gesto con la mano como si espantara una mosca inexistente—. No hay mucho que decir de lo que tú y yo no hayemos hablado hasta cansarnos. La verdad es que no quiero verme atrapada en una relación que no conduce a ninguna parte, que es con lo que me he estado
conformando estos últimos años. Quiero formar una familia, así de simple.
Supongo que lo que me fastidia en el fondo es que Logan sea tan idiota y siga comportándose con su maldita jovialidad.
—Me he fijado —asintió Rita—. No creo que esté fingiendo.
—¿Quién lo sabe? —repuso Emma, riéndose de sí misma—. ¡Mira que soy
patética! En fin, deja que te cuente lo del caso Larsen.
Rápidamente, Emma le relató toda la historia, incluyendo los detalles de la
conversación que había mantenido con los padres y con Logan.
—No será un caso de homicidio —dijo Rita tajantemente.
—Lo sé —convino Emma—. Lo que me preocupa en este momento es no
haber sido capaz de estar a la altura de la promesa que hice a ese matrimonio. Estaba tan convencida de que podría decirles hoy mismo qué había matado a su hijo… En cambio, mírame ahora, cruzada de brazos y a la espera de lo que digan Joanne y Arthur. Mi impulsividad me ha hecho quedar como una tonta.
—Si te sirve de consuelo, en mi opinión Logan estaba en lo cierto al decir que las pruebas microscópicas eran la clave. Creo que descubrirás alguna patología en el corazón, especialmente con un historial familiar de altos niveles de LDH y
dolencias cardíacas.
Emma estaba a punto de mostrar su conformidad cuando sonó el teléfono.
Dándose la vuelta, contestó esperando que se tratara de algún tipo de información relacionada con cualquiera de sus casos, puesto que de eso trataban la mayoría
de las llamadas que recibía. Sin embargo, sus cejas se arquearon por la sorpresa.
Cubrió el micrófono con la mano y susurró a Rita:
—¡No te lo vas a creer! ¡Es mi padre!
El rostro de su amiga reflejó la misma sorpresa, y le hizo urgentes gestos
para que averiguara el motivo de la llamada: Emma solo mantenía contacto telefónico con su madre, y rara vez en horas de trabajo.
—Lamento molestarte —dijo el doctor Leonard Royale. Hablaba con
una voz cavernosa con un leve rastro de acento inglés aunque nunca había vivido en Inglaterra.
—No me molestas —contestó Emma—.Estoy sentada en mi despacho. —
Sentía una gran curiosidad por saber el motivo de la llamada de su padre, pero resistió la tentación de preguntárselo directamente por temor a que sonara poco amistoso. Su relación con él nunca había sido nada del otro mundo. Siendo el adicto al trabajo y ególatra cirujano cardíaco que era, siempre exigiendo la
perfección a los demás y a sí mismo, había resultado un padre distante y poco cariñoso. Emma había intentado en vano acercarse a él, esforzándose
constantemente, tanto en el colegio como en otras actividades, porque creía que eso era lo que él deseaba. Por desgracia, no le dio resultado. Luego, se produjo la desgraciada muerte de su hermano, de la que su padre la hizo responsable, y el endeble vínculo que los unía se debilitó aún más.
—Yo estoy en el hospital —comentó él. Su tono resultaba totalmente
impersonal, como si le estuviera hablando del tiempo—. He venido con tu madre.
—¿Y qué hace mamá en el hospital? —preguntó Emma.
Que Leonard estuviera en el hospital no tenía nada de extraordinario. A pesar de que a sus ochenta años se había retirado de la práctica de la medicina, lo seguía visitando con frecuencia. Emma no tenía ni idea de lo que hacía allí. Su madre, Fiona, nunca solía ir a pesar de que estaba metida en distintas asociaciones que recaudaban fondos para la institución. La última vez que Emma
recordaba haber visto a su madre ingresada fue cuando esta se hizo su segundo lifting. De eso hacía quince años, y Emma ni siquiera se enteró hasta que hubo pasado.
—La han operado esta mañana —contestó Leonard—. Se encuentra bien. En realidad está bastante alegre.
Emma se sentó un poco más tensa.
—¿Operado? ¿Qué ha ocurrido? ¿Fue una emergencia?
—No. Estaba programado. Por desgracia a tu madre han tenido que hacerle una mastectomía por culpa de un cáncer de pecho.
—¡Dios mío! —Consiguió exclamar Emma—. ¡No tenía ni idea! ¡Pero si
hablé con ella el sábado y no me dijo nada, ni del cáncer ni de la operación!
—Ya conoces a tu madre, prefiere evitar los asuntos desagradables. Insistió especialmente en dejarte al margen de preocupaciones innecesarias hasta que todo hubiera pasado.
Emma miró a Rita con expresión incrédula. Dado lo cerca que estaban sus respectivos escritorios en la reducida oficina, su amiga podía oír la conversación y alzó los ojos al cielo.
—¿Hasta qué punto estaba avanzado el tumor? —preguntó Emma, solícita.
—Muy poco, y carecía de ramificaciones —contestó su padre—. Todo va a salir bien. El pronóstico es excelente, aunque tendrá que completar el tratamiento.
—¿Y me dices que se encuentra bien?
—La verdad es que muy bien. Acaban de darle de comer y vuelve a ser la
de siempre con sus exigencias.
—¿Puedo hablar con ella?
—Por desgracia, eso es un poco complicado. En este momento no estoy en la habitación, sino en la sala de enfermeras. Confiaba en que pudieras pasar a verla por la tarde. Hay una cuestión relacionada con este asunto de la que me gustaría hablar contigo.
—Voy para allá —dijo Emma, colgando el teléfono antes de volverse hacia Riva.
—¿Es verdad que no tenías ni idea de todo esto? —preguntó su amiga.
—Ni la más mínima, y eso que hablé con ella el sábado por la mañana. No sé si sentirme herida, triste o enfadada. La verdad es que resulta patético. ¡estupenda familia! No puedo creerlo. Soy médico, tengo casi cuarenta y tres años, pero mi madre me sigue tratando igual que a una niña en lo que se refiere a las enfermedades. ¿Te lo puedes imaginar? ¡Quería mantenerme a salvo de preocupaciones!
—Nuestra familia es todo lo contrario. Todo el mundo sabe lo de todo el
mundo. Es el extremo opuesto, pero no lo defiendo tampoco. Creo que lo mejor es un término medio.
Emma se levantó y se estiró. Esperó que se disipara la sensación de vahído. El cansancio había vuelto con más fuerza que antes mientras estaba sentada. A continuación, tomó el abrigo que tenía colgado tras la puerta. Pensando en las diferencias entre su familia y la de Rita, decidió que prefería la de su amiga,
aunque desde luego nunca escogería vivir en el hogar paterno, como Rita. Las dos eran de la misma edad.
—¿Quieres que conteste el teléfono por ti? —le preguntó Rita.
—Si no te importa, te lo agradecería; especialmente si se trata de Joanne o
Arthur. Déjame los mensajes en el corcho. —Emma sacó un paquete de post-its y lo tiró encima del secante—. Tengo que volver porque no quiero llevarme la maleta ahora.
Salió al pasillo y consideró el pasar por el despacho de Logan para contarle lo de su madre, pero al final prefirió dejarlo estar. A pesar de que no le cabía duda de que al final se mostraría comprensivo, estaba cansada de sus frivolidades y no quería seguir soportándolas. En la planta baja, tomó un atajo por el Departamento de Administración. La
puerta de Carl se encontraba entreabierta. En absoluto intimidada por las dos secretarias, Emma se asomó para ver al subdirector encorvado sobre su mesa. El
bolígrafo parecía minúsculo en su manaza. Emma llamó a la puerta y
Carl alzó su intimidatorio rostro, atravesándola con sus ojos, negros como el carbón. Hubo épocas en las que Emma había chocado con él, ya que era un férreo defensor de
las normas y al mismo tiempo un político inteligente dispuesto a saltárselas de vez en cuando. Desde el punto de vista de Emma, se trataba de una combinación inadmisible. Las exigencias políticas que acompañaban a la profesión de forense eran la parte que menos le gustaba de su trabajo. Emma le notificó que salía a ver a su madre al hospital, y Carl se despidió
con un gesto de la mano y sin hacerle preguntas. Ella no estaba obligada a
consultarle, pero últimamente intentaba mostrarse más sensible políticamente, al menos en un plano personal.
Fuera la lluvia había cesado por fin, haciendo más fácil encontrar un taxi. El trayecto resultó veloz, y en menos de media hora se encontraba en la escalinata de entrada del Mercy Hospital. Durante el viaje intentó imaginar qué habría querido decir su padre al mencionar «una cuestión relacionada» con la dolencia
de su madre sobre la que deseaba hablar. No tenía la más remota idea. Se trataba de un comentario muy poco concreto, pero supuso que haría referencia a ciertas limitaciones en las actividades de su madre.
El vestíbulo del hospital presentaba la habitual aglomeración de la tarde, con la afluencia de visitas en su momento álgido. Emma tuvo que hacer cola ante el mostrador de información para averiguar el número de la habitación de su madre mientras se reprochaba no habérselo preguntado a su padre. Provista de la
debida información, tomó el ascensor adecuado hasta la planta adecuada y pasó ante la sala de enfermeras, donde había un montón de personal muy atareado.
Nadie reparó en ella. Se encontraba en el ala VIP, lo cual significaba que el
pasillo estaba enmoquetado; y las paredes, decoradas con cuadros originales.
Emma se vio atisbando dentro de las habitaciones igual que un mirón a medida que caminaba y recordaba su primer año de interna en un hospital.
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Código genético
Misteri / ThrillerUn brote de muertes inexplicables se da lugar en el hospital más grande de Nueva York. La forense Emma Royale, que se encarga de las autopsias, comienza a inquietarse ante estas muertes y anima a su colega y amante Logan Stewart a ayudarle a investi...