-Carta-

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El señor Cho observaba con una sonrisa, la forma en que su hijo sonreía mientras tocaba una melodía en el piano, aquella melodía era la favorita de su difunta esposa.

Aun no entendía como se había convertido aquel lobo en un muchacho de impresionante presencia, una semana había pasado desde aquel incidente y la situación iba viento en popa; para iniciar, la construcción del muro avanzaba a un buen ritmo.

Los sirvientes fieles a la familia Cho no hablaban sobre la llegada de aquel misterioso joven, el joven pelinegro había aprendido a comportarse en la mesa, podía conversar junto a él y su hijo de temas políticos, música, mitología y finanzas.

El muchacho era muy inteligente y aprendía muy rápido, al igual que su hijo; por esa razón los observaba con curiosidad, podían llamarlo loco pero sentía que su hijo había encontrado a alguien que lo comprendía y quería por lo que era.

Sus padres le habían enseñado que el destino era algo real, que la felicidad de una persona no era al azar, lo había comprobado al llevar a su hijo junto a personas que creía le harían feliz pero a pesar que eran gente culta y con buenos modales, no eran más que unos caza fortunas despreciables.

Su familia no había podido comprender a su hijo y aunque trataran de negarlo, él sabía los comentarios que se rumoreaban entre la alta sociedad. Sin embargo; al escuchar que su hijo seria heredero de una gran fortuna, no tardaron en tratar de conseguir su afecto y atención.

Le molestaba la gente hipócrita, por esa razón veía en aquel joven pelinegro una posible pareja para su hijo.

Unos toques en la puerta rompieron el ambiente tranquilo que se había formado en aquel lugar, el mayordomo se acercó con una bandeja de plata con un sobre; con sello de Londres.

Aquello no era buena señal y lo comprobó después de leer aquella carta, a su parecer insulsa y totalmente fuera de lugar.

Ambos jóvenes lo miraron a la espera de saber el contenido de la carta, el castaño por saber si todo iba bien con sus abuelos y el pelinegro nervioso porque sentía que las cosas no iban muy bien, aunque desconocía el motivo de aquella sensación.

En cuanto termino de leer la carta en sus manos, su hijo se levantó con una mirada mortal, insultando a aquella chiquilla. Mientras tanto, el pelinegro había tomado una postura retadora y su semblante daba a entender que rasgaría a todo aquel que tratara de acercarse al castaño.

Durante unos minutos el ambiente alegre y cálido se había tornado en uno mortal y oscuro, pensó que su hijo tomaría la palabra pero se sorprendió en cuanto el pelinegro sonrió de forma algo arrogante y bastante siniestra diciendo "¿quieres que le desgarre la garganta a esa jovencita estúpida, Kyu?".

Al inicio pensó que su hijo negaría aquella frase de aquel joven con mirada siniestra, pero se sorprendió al notar que su hijo sonreía con maldad imaginando a aquel joven haciendo tal acto atroz.

Decir que se había sorprendido con aquella frase era poco, estupefacto seria la palabra correcta.

Los observo con cuidado y se dio cuenta que sin decir una palabra ambos jóvenes se entendían sin problema alguna, podían engañar a cualquiera con su apariencia tranquila pero en cuanto se molestaban sacaban ese carácter explosivo y siniestro.

Conocía a su hijo a la perfección y sabía que su carácter era similar a la mujer que le había dado la vida y que adoraba a su nieto, su mirada se dirigió con curiosidad a aquel muchacho y por extraño que parecía sintió que sería bienvenido a la familia; en especial por aquella mujer con la que tenía un ligero parecido, en cuanto a carácter se refería.



Lamento el episodio tan corto, espero sea de su agrado.

La melodía se llama BAILE DE ENSUEÑO de Takeo Watanabe. 

My lonely wolfWhere stories live. Discover now