-Londres-

128 17 1
                                    


El pelinegro miraba con total y absoluta curiosidad, la ciudad que se mostraba frente a él; en cuanto recibieron aquella carta, el padre del castaño organizo el viaje directo a Londres. La situación era bastante molesta y porque no decirlo, estúpida.

La chiquilla como la llamaba el señor Cho, estaba segura que el castaño se casaría con ella; lo cual estaba bastante lejos de suceder, en opinión del pelinegro, por supuesto.

Porque estaba seguro que si aquella mujer tocaba al castaño, le desgarraría la garganta sin compasión, el humano era suyo y así seguiría siendo. Después de todo había marcado al castaño, en realidad no estaba seguro de lo que eso significaba pero ver la marca de sus dientes entre su cuello y el hombro le hacía sentirse feliz y totalmente poderoso.

No iba a permitir que una humana idiota le arrebatara lo que era suyo, miro al joven castaño durmiendo tranquilamente a su lado; habían amanecido abrazados, aunque la situación se volvió vergonzosa cuando el joven castaño sintió algo duro en la parte baja de la espalda.

El pelinegro no había podido evitar los recuerdos donde mordía al castaño como una forma de hacerlo suyo, aunque lo ocurrido después tampoco era desagradable; al contrario, las ganas por despojar al menor de toda prenda y sentir su cuerpo desnudo junto al suyo eran inmensas, pero se conformó con frotar sus cuerpos hasta que estallaron en un mar de sensaciones.

El lobo nunca había visto el mar, pero por lo que había contado el humano; este era inmenso, por lo que imagino que así se sentían sus sentimientos por el castaño.

No sabía que palabra darle a lo que sentía su cuerpo y esa parte que retumbaba en su pecho ante la cercanía del castaño; era feliz observando esos hermosos ojos, la sonrisa del castaño, la mirada juguetona o retadora que en algunas ocasiones el menor le brindaba.

Después de instalar las maletas en la carroza, partieron rumbo a la mansión Cho, podía sentir la molestia viniendo del menor y la mirada perdida del padre de este.

Tiempo después llegaron a un enorme lugar rodeado de enormes árboles en la entrada, miraba con curiosidad a su alrededor, cuando sintió que el castaño tomaba su mano para poder llamar su atención y así bajara de la carroza.

Mientras el padre del menor daba instrucciones a los sirvientes que en cuanto los vieron llegar acudieron a servirlos, mientras tanto; el joven humano miraba con determinación aquel lugar, el pelinegro saco al castaño de sus pensamientos al abrazarlo por la espalda, alrededor de su cintura, logrando al fin que el joven le pusiera atención y sus mejillas tomaran un color como el de un bello atardecer; rojo intenso.

Ninguno de los dos había querido hablar del tema, sin embargo esta vez el pelinegro quería marcar de forma intima al castaño; pues aquella noticia donde debía contraer matrimonio con alguna jovencita estúpida le hizo saltar su lado bestial.

No quería que el menor mirara a nadie más, su animal interno decía que el castaño era suyo y que saldría a cualquier signo de peligro; por supuesto, el pelinegro no entendía como lograba comunicarse con su forma animal.

Había sucedido mientras dormía junto al castaño, en algún momento dentro de su mente su lobo había hecho acto de presencia, mientras miraba el hermoso cielo nocturno lleno de estrellas para después mirar el bello amanecer.

No le había comentado al castaño que el lobo era otra parte de él, el lobo quería que hiciera suyo al castaño, mientras que el pelinegro no estaba seguro de que hacer. El lobo había soltado un gruñido de frustración ante su negativa y le advirtió que atacaría a cualquiera que quisiera dañar a su humano, pues su deber era proteger a aquel joven que había robado su corazón siendo un niño.

Mientras tanto, en la mansión habían recibido las noticias de los huéspedes recién llegados y ante esa noticia; una joven pelirroja salió disparada hacia la entrada principal creyendo que el menor había aceptado su propuesta.

Porque en su mente no cabía la posibilidad de que el castaño la rechazara y aún menos, ver a aquel joven pelinegro apuesto lanzando dagas en su dirección; mientras tomaba al castaño de forma posesiva y le robaba un beso bastante sugerente.

Aunque la distancia podía confundir creyendo que solo era un abrazo, la realidad era que sus cuerpos estaban juntos como si no pudieran mantenerse alejados.

Mientras el lobo juntaba sus caderas y el castaño disfrutaba del beso, la joven se acercaba a paso veloz para tratar de separarlos; sin percatarse de la mirada traviesa del abuelo del castaño, la mirada burlona de la abuela y la mirada sorprendida y resignada del padre del menor.

Porque en realidad, el señor Cho se daba una idea de lo que ese par haría para demostrar que no podrían contra ellos, con la determinación en su rostro encaro a sus padres diciéndoles con la mirada "esto recién comienza".

Para su sorpresa,ambos mayores sonrieron pero por diferentes razones; el padre con curiosidad y la madre con arrogancia al notar que el menor no se oponía a que el pelinegro tomara su boca y su cuerpo de manera posesiva, las cosas se iban a poner muy interesantes en su opinión, porque justo en ese momento la chica llegaba al lado de ambos jóvenes.

My lonely wolfWhere stories live. Discover now