Capítulo II

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El peliceleste iba a paso apurado para llegar pronto a la casa de la muchacha. Su teléfono móvil se había quedado sin carga y debía llamarla para avisarle que ya había terminado su plática y que se hallaba en camino a despedir a la madre de ella. Al escuchar a un hombre decir la hora, comenzó a correr.

Le preocupaba como llegase a estar la castaña luego de no haberla llamado, no quería verla enojada como alguna vez la vio. Gracias a su condición física, llegó casi de inmediato para golpear un poco desesperadamente la puerta de la vivienda. Pero nadie respondió. Eso lo alarmaba más.

Comenzó a tantear los bolsillos de su abrigo blanco para encontrar la copia de la llave de esa puerta. La madre de _____ se la había mandado a hacer así podía ir cuando quisiera. Y en esos momentos no lograba encontrarla. Levantó la mirada un poco enojado consigo mismo y volvió a llamar a la puerta, pero más apurado para volver a buscar la llave.

Y finalmente la halló. La introdujo en la cerradura y comenzó a girarla para terminar abriendo la puerta. Miró hacia todos lados y encontró la figura de la chica durmiendo tranquilamente sobre el sofá. Era raro que no hubiese escuchado los fuertes llamados a la puerta, ya que tenía el sueño liviano. Se acercó a ella para verificar si se hallaba bien, y lo estaba, simplemente cansancio era de lo que padecía.

Suspiró aliviado para comenzar a tocar uno de sus brazos para lograr despertarla. La castaña se quejó entre-dientes para voltearse, quedando de espaldas al muchacho. Lui volvió a sus pies, estaba vez un poco enamorado. La amaba en todo momento.

Pasó una de sus manos por sus piernas y otra por su torso así levantarla como si de una princesa se tratara. La contempló con una sonrisa de lado a la vez en que caminaba lentamente, paso por paso, para llevarla a su habitación. Se veía tan frágil y hermosa ante sus ojos púrpura, debía protegerla.

La reposó con delicadeza sobre las sábanas de su cama, para luego sentir que su manos era tomada como si fuese un peluche por _____. Su sonrojo no tardó en aparecer, y cada vez más la muchacha se abrazaba más a esa mano. Ya bastante sonrojado, suspiró rendido, no le quedaba de otra que estar con ella como varias veces anteriores que había pasado. Y debía admitir que amaba esos momentos.

[...]

Olor a masa se sentía en la habitación de la chica. El de ojos púrpura comenzó a abrirlos para darse cuenta de que su amiga ya no estaba más a su lado. Miró bien la situación y ya era de mañana. Se sentó para refriegar su cara con una de sus manos mientras que con la otra se mantenía apoyado en la cama con sueño.

De un momento a otro, sintió como esta se movía. Abrió sus ojos de golpe para ver como la castaña estaba tendía a pies de la cama con una sonrisa a la vez en que lo veía. Le dedicó un buenos días a la vez en que él, simplemente, asentía con la cabeza como si se lo devolviera. Ella sabía que Lui no era de ser como cualquier amigo que uno puede conocer de años, él era diferente y ella se había acostumbrado a esa actitud de su parte.

—En cualquier momento venía con un vaso con agua fría a despertarte...— comenzó diciendo aún con su sonrisa —Pero te veías tierno...

Sabía que eso no le gustaba que le dijieran, por eso el peliceleste frunció el ceño. Rodó los ojos para luego incorporarse e ir al baño dejando a la chica riendo bajo, aún en su cuarto.

Sitio un olor a quemado y se dirigió lo más rápido que pudo a la cocina para no quemar los waffles que estaba preparando. Con suerte llego antes de que quedarán hechos cenizas. No le quedaba de otra que volverlo a intentar por décima vez.

Bufó un poco cansada de sus miles de intentos. Estaba por colocar un poco más de masa, pero fue interrumpida al sentir unas manos sobre su cintura y era empujada un poco hacia un costado. Era Lui que evitaba verla, claramente por el pequeño sonrojo que tenía pintado en sus mejillas.

Y él mismo se encargó de hacer el desayuno. Le indicó que se fuera a sentar antes de que, al próximo intento, ella quemara la cocina. La castaña rodó los ojos con una sonrisa y fue a tomar asiento allí cerca.

Inconscientemente, dirigió una de sus manos a su cintura en donde había sido tomada, con la sensación de que aún era tocada. Ignoró todo y se echó hacia atrás a la vez en que cerraba sus ojos.

—¿Ahora que te ocurre?— preguntó mientras se daba la media vuelta el peliceleste y se apoyaba en la mesada con sus brazos cruzados, a la vez en que la veía.

—Sólo... Que voy a sentir mucha soledad ya que mi mamá se fue— dijo tristemente.

Eso no le agradó mucho al chico. Se acercó a _____ y se acuclilló enfrente de ella a la vez en que la tomaba del mentón obligandola a verle a la cara.

—Borra esa mueca y dibuja una sonrisa, no puedo verte así ni en mil años. Si quieres vengo a visitarte más seguido— le propuso.

Ella sonrió un poco por el esfuerzo que hacía Lui para animarla.

—Pero muy, muy seguido quiero que me vengas a visitar— y se lanzó a abrazarlo.

Ya se había acostumbrado a este tipo de afecto que ella le brindaba. Dirigió una de sus manos a la cintura de la chica y otra en la espalda para acariciarla y hundir su cabeza en el hueco que había entre su hombro, cuello y cabeza.

UN SIMPLE ABRAZO |Lui Shirosagi y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora