¿Cuanto tiempo llevaba nadando? No lo sé, pero el otro lado del lago estaba demasiado lejos. Alcancé tierra y me arrastré con ella hundiendo en la arena los dedos de la mano izquierda y las rodillas. Me desollé contra los cantaros y me rompí una uña, pero al cuerno con el dolor y a la mierda con el cansancio. La llevé contra el oleaje y la subí sobre las piedras. Tiré de su cuerpo hasta el barro y la volteé para mirarla a la cara entre toses.
—¡Karen! —me puse de rodillas a su lado y le grité en plena cara—. ¡¡KAREN!! —pero la pelirroja no me respondió con ninguna broma absurda—. ¡Despierta, dormilona de mierda! —probé a zarandearla pero no reaccionó: estaba muerta—. No...
Los párpados cerrados, la boca entornada; fría, pálida y los labios amoratados. No tenía el pulso en la yugular y no salía aire de su nariz. Sus brazos, sus piernas y su cabeza colgaban laxos, pesados e inertes. Estaba muerta.
—No... —sentí que se me rajaba el alma y se me fracturaba por todos lados—. No... —me contraje de dolor, arañé su pecho y se me inundaron los ojos de lágrimas. Pero no me iba a rendir—. ¡NO, JODER! —y no iba a dejarla morir—. ¡NI HABLAR! —no sin pelear.
Alineé su cabeza con el cuerpo y le abrí la boca para retirarle la lengua. Mi abuelo me enseñó la reanimación con un muñeco un par de años antes y la lección acudió a mi cabeza clara y cristalina: "Las manos sobre el tórax, entre los pechos, justo encima del esternón, en el centro, una sobre la otra y los brazos en 90 grados. Apretar con todo el peso empleando los antebrazos en posición vertical y totalmente rectos. Presionar con el talón de la mano..."
—Un, dos, tres, cuatro...
Me tiré a por su boca, ajusté la cabeza tapando la nariz y le sujeté la barbilla. Llené los pulmones al máximo y respiré con fuerza en su garganta. El frío tacto de sus labios en los míos me importaba un soberano comino. No gasté mi primer beso por placer.
—¡Un, dos, tres, cuatro! —otra vez, la idea de saborearla ni se me pasó por la cabeza: estaba aterrada—. ¡Un, dos, tres, VAMOS! —otra vez—. ¡VAMOS! —otra vez—. ¡VAMOS, MALDITA CHALADA! —otra vez—. ¡Vamos! —y otra—. Vamos... —y otra—. Va... mos... —y otra...—. No... —y otra—. No te rindas, Karen...
No recuerdo cuantas veces lo intenté, cuantos minutos lo hice. Simplemente no había caso, no reaccionaba. Estaba muerta, pero yo... yo no podía dejarla morir. ¡No pensaba dejarla morir! ¡De ninguna manera!
—¡VAMOS YA, PEDAZO DE PUTA! —chillé y aporreé su pecho—. ¡DESPIERTA JODER, DESPIERTA! —me olvidé de darle aire y de las instrucciones—. ¡NO ME DEJES AQUÍ TIRADA! —me limité a golpearla encima del corazón con todas mis fuerzas—. ¡¡NO ME ABANDONES!! —una y otra vez—. ¡¡NO ME ABANDONES, KAREEEN!! —cada vez más fuerte—. ¡¡DESPIERTA DE UNA PUTA VEZ!!
El agua estalló de su boca y abrió los ojos, pero ya no podía frenarme.
—¡¡DESPIERTAAA...!!
Desperté tosiendo, con un terrible dolor de cabeza, el pecho aplastado, los miembros entumecidos y el estómago... El estómago lleno de agua.
Tosí y un golpe brutal cayó sobre mi pecho, acompañado de un grito, y fue con tanta fuerza que casi me parte una costilla. Me doblé hacia un lado gritando y vomité todo lo que tenía dentro.
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Astral Arcana I - Wolf
HorrorKaren Maybell es la mejor cazadora de demonios de la Orden, y disfruta con su trabajo: es cruel, sádica y traicionera, y no duda en usar a cualquiera como cebo para sus presas. Cuando el Jefe de los Cazadores le ordena acabar con un famoso asesino...