Capítulo 18: Volver

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En esas estaba, contemplando mi nuevo arsenal, no sin cierto escepticismo, cuando Sara se incorporó lentamente en la cama.

—Hola... Karen —me saludó.

Se frotaba los párpados con la mano izquierda, somnolienta y cansada. La derecha le colgaba laxa y blanda, pero a mis ojos la marca demoníaca de su hombro seguía sin crecer.

—Hola, preciosa —por alguna razón no podía piropearla como antes y me tragué esa palabra—. ¿Te sientes mejor?

Asintió con un trémulo:

—Mejor.

—Me alegro —torcí una sonrisa y le tendí la camisa de Vass que había seleccionado para ella, así como un abrigo y pantalones—. Ten, ponte esto.

Ella notó que sus pechos estaban al aire y se tapó con un leve rubor, pero no dijo nada al respecto salvo...

—Gracias.

Solo pude sonreír a medias. La culpa de que hubiera sido herida... era de Whitehowl, lo sabía bien... Pero yo no pude protegerla y eso me carcomía. Ahora tenía esa mancha porque había sido una incompetente y una idiota.

—De nada..., monada.

Ttuve que forzarme a expresarme como de costumbre, porque me habría tragado el "monada" por la culpa, pero pensé que debía decirlo de todas formas porque... era lo normal, ¿no? Y como que pensé que ella necesitaba seguir oyéndolo de mí. Regresé con mis armas un poco avergonzada y comencé a equiparme.

—Date prisa en vestirte, tenemos que salir pronto.

—¿Me...? —su pregunta me sorprendió y me detuvo—. ¿Me ayudas?

La miré de hito en hito pero entendí su dificultad cuando al intentar mover su hombro derecho para levantar el brazo y meterlo por el hueco de la camisa el dolor la punzó y tuvo que apretar los párpados.

—Sí, claro —acepté dejando los cuchillos—. Lo siento, yo... No me he dado cuenta.

—No pasa nada —aseguró.

Me senté de lado junto a Sara en el colchón, en silencio, y (por algún motivo no quería mirar sus pechos mientras estaba indefensa y herida) la ayudé colar el brazo por los huecos y a doblarse las mangas. Salió por sí sola de la cama y se bajó los pantalones con el brazo bueno. De nuevo observarla, aunque podía hacerlo y ella no me dijo que no lo hiciera, me resultaba difícil moralmente... Como si la pobre no se mereciera que abusara de su debilidad o... algo así. Simplemente no podía fijarme ni en su trasero ni en sus piernas... Además, estaba sucia, era evidente. La había limpiado con la toalla, pero la sangre, el sudor y... cosas peores la manchaban. De seguro sentía una vergüenza terrible y yo... Yo no quería molestarla más. No quería que se sintiera todavía más incómoda respecto a eso..., conmigo.

—Ya puedes mirar —dijo al terminar.

Me giré para ver el resultado y la verdad es que no pude evitarlo: tuve que reír. Al menos conseguí dejarlo en un resoplido y aguantar.

—Te va enorme.

Se sujetaba los pantalones con la mano, los hombros le iban por los bíceps y los pliegues destacaban por todas partes. Ella miró para otra parte, avergonzada.

—E-es lo que había, ¿no?

—Sí —admití poniéndome en pie—, pero creo que deberías volver al pantalón que llevabas antes —comenté—. Aunque esté manchado de sangre podrás caminar mejor con él, ¿no te parece?

Asintió y volvió a desnudarse. La dejé hacer y fui frente a la mesa, donde estaban todas mis armas.

—¿Nos vamos a ir? —preguntó.

Astral Arcana I - WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora