El pasado de Alec

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Todo se volvió un caos cuando Alec cayó inconsciente en medio de la pelea entre Magnus y Meliorn. La prensa se había vuelto loca, la gente se dividía entre los que estaban preocupados, los que sacaban fotos y los que miraban todo en silencio.

Isabelle, Jonathan e, incluso, Meliorn –ya más calmado–, habían sido los encargados de organizar toda la salida de gente en Pandemónium coordinando a los guardias, el equipo de la barra y tratando con la prensa. Mientras tanto, Magnus y los padres de Alec intentaban sacar a este del lugar.

Maryse, la madre de Alec, había mirado con tanta preocupación a su hijo cuando lo subieron al auto de Magnus, que su esposo y Magnus habían tenido que calmarla.

–Yo lo llevaré a su departamento y me ocuparé de él –había prometido Magnus, ante la agradecida mirada de sus suegros, que se disculpaban con él por todo lo que estaba pasando–. No tienen por qué disculparse. Sé cómo es Alec. Sé que debo apoyarlo.

–Pero no tendrías que hacerlo –había dicho angustiado Robert Lightwood–. Alexander no debió perder el control de la bebida. No cuando él tuvo problemas por ella en su juventud.

–¡Robert! –regañó Maryse.

–¿Qué? –soltó Magnus, confundido.

–Él necesita estar al tanto de todo el pasado de Alexander para saber si de verdad quiere embarcarse en todo esto –respondió Robert al regaño de su esposa, serio–. Magnus, ve a dejar a nuestro hijo a su departamento, pero mañana en la mañana, por favor, ven a visitarnos. Hay algunas cosas que debes saber sobre mi hijo.

~

Magnus nunca había tenido mayor contacto con Robert Lightwood, al menos no fuera de lo profesional, como cuando fue su cliente junto a The Institute Limitada. Por ello, aquella mañana de domingo conducía con nervios su auto hasta la gran casa de su suegro.

La noche anterior, luego de desvestir a Alec y dejarlo en pijama arropado en la cama, se había permitido dormir junto a él, abrazándolo como una madre abraza a un hijo, de forma protectora.

¿Por qué tenía que ser todo tan difícil cuando se trataba de Alec? Alec no era una mala persona, de hecho, lo que había logrado enamorar a Magnus era el hecho de que era alguien maravillosamente bueno... pero inocente. Ajá. Ahí estaba quizás el tema. Alec era demasiado débil emocionalmente para todo lo que le tocaba vivir en su vida.

–Mi pequeño... –había susurrado Magnus, acariciando el cabello de Alec con amor y tristeza–. Seré fuerte por ti, intentaré ser fuerte por los dos.

Ahora, estacionando a las entradas del territorio de los Lightwood, Magnus ser repetía una y otra vez que debía ser fuerte para escuchar lo que sus suegros tenían que contarle del pasado de su novio.

Uno de los empleados de la casa le abrió la puerta y comenzó a guiarlo hasta el comedor principal, aunque Magnus ya sabía perfectamente cómo llegar allí.

–Los señores Lightwood bajarán en unos momentos –informó el hombre de servicio–. Me dieron la orden de traerlo aquí y ubicarlo en su puesto para desayunar.

–Oh, gracias –fue lo único que pudo contestar Magnus, sentándose en el lugar que se le señalaba, en el asiento junto al de la cabecera.

No pasaron ni dos minutos cuando más personal de servicio comenzó a colocar diversos platillos con alimentos. Frutas, tostadas francesas, huevos, jamones, todo lo que alguna vez Magnus había visto que podía considerarse desayuno estaba ahí.

Unos pasos se sintieron, acercándose hacia el comedor. Se levantó pensando que podían ser sus suegros, pero se encontró con Max ya vestido con su ropa skater y su fiel gorro de lana negro.

En picada | malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora