Reencuentro

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Perdón por la tardanza! Aquí el nuevo capítulo :) Espero lo disfruten... o sufran... En fin, los dejo leer! ♥

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Su reflejo en el espejo lo mantuvo unos segundos inmóvil. Por un momento creyó no verse a sí mismo, o en verdad, no a su yo actual. Quien estaba mirándolo del otro lado era su versión de dieciséis años.

Lo miraba desafiante, con una sonrisa burlona, como queriendo decir "¿En serio crees que las cosas irán bien para ti? Mírame, ¿recuerdas cómo nos fue en esta etapa?"

–Alec, amor, ¿ya estás listo? –entró Magnus a su habitación.

–Sólo me falta ponerme la chaqueta –contestó Alec, volteándose a verlo–. Salgo en seguida.

–Te espero abajo en mi auto. Axl no deja de querer violar mi pierna –se quejó mirando al pequeño animal, que estaba a su lado, atento.

–Qué falta de respeto, hijo –regañó Alec a su mascota–. Con papá Magnus no, él es mío.

–Tú apresúrate –señaló Magnus–. No podemos llegar tarde.

Cuando Alec volvió a quedar solo en su cuarto, suspiró sintiendo los nervios crecer en su interior. Al ver su reflejo ya no estaba su yo adolescente y petulante, estaba él: el Alec de veintisiete años.

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El viaje en auto hacia la casa de los Lightwood fue eterno e incómodo. Generalmente, cuando Magnus y Alec iban en el mismo auto, solían conversar de cualquier cosa, o simplemente cantar las canciones de la lista de música de Magnus.

Hoy era la excepción, claramente.

Una vez llegaron a la casa de Robert y Maryse Lightwood, Alec sacó unas llaves del bolsillo de su chaqueta, abriendo la reja exterior que daba paso al jardín delantero.

–Llevas años fuera de esta casa y aún tienes llaves –soltó Magnus, sorprendido–. Yo apenas me fui mis padres me las quitaron.

–A veces siento que te preocupas tanto de mi vida familiar, que dejas a la tuya de lado –comentó Alec, mientras caminaban a la puerta principal de la casa–. ¿Están siquiera en buenos términos?

–Ya los conocerás algún día –dijo Magnus, restándole importancia–. Ahora abre la puerta, no trates de ganar tiempo.

Alec lo miró fingiendo que no entendía a lo que se refería Magnus.

–No finjas demencia –regañó Magnus.

–Está bien –suspiró Alec, dejando de mirar a su novio para abrir la puerta. Sin embargo, antes de que siquiera ingresara la llave en la ranura, la puerta se abrió.

Frente a ellos, con una mano apoyada en el marco de la entrada, estaba una elegante Isabelle Lightwood. Llevaba puesto un vestido granate que le llegaba hasta los tobillos. No tenía un gran escote, pero sí un largo corte en la pierna izquierda que subía hasta la altura de medio muslo.

–¡Hermano, Magnus, al fin llegan! –exclamó alegre, acercándose primero a abrazar a Alec. Cuando quedó frente a Magnus, lo miró anonadada–. ¡Guau Magnus, te ves guapísimo! ¿Intentas hacerme la competencia? Dímelo ahora, porque esto es guerra.

–Isabelle, deja de intimidar a mi novio –bufó Alec. Magnus sólo rió por el par de hermanos.

Sin agregar más, Isabelle los hizo pasar y Magnus sintió cómo Alec le tomaba la mano en busca de apoyo. Se la apretó sin llegar a hacerle daño, tratando de decirle "Estoy aquí para lo que necesites, Alec" con el gesto.

En picada | malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora