El desaparecido

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Apenas llegaron a PANDEMONIUM, Magnus fue abandonado a su suerte.

–Ay, no exageres –le dijo Raphael, cuando Magnus lo tenía agarrado del brazo–. Suéltame y déjame ir por un trago. Tú debes hablar con Alexander Lightwood.

Y así fue. Magnus vio cómo Catarina, Ragnor y Raphael se perdían entre el mar de gente y él quedaba solo; rodeado de mucha gente, pero solo, en el fondo.

Caminó hasta llegar donde uno de los guardias de seguridad del local. Nunca había intercambiado número de teléfono con Alec, así que no tenía cómo decirle de su presencia en PANDEMONIUM ni cómo pedirle que hablaran.

–Disculpe –dijo al hombre vestido de negro–. Necesito hablar con Alexander Lightwood.

–Lo lamento, pero no puedo ayudarlo –dijo el hombre, inexpresivo.

–Pero es urgente que hable con él –mintió Magnus. No era urgente, realmente, pero si Magnus no lo hacía, Raphael lo mataría–. Lo conozco, dígale que Magnus Bane quiere hablar con él.

–Le repito: no puedo ayudarlo –dijo el guardia.

Cuando Magnus iba a insistir de nuevo, una voz confundida llegó a sus oídos.

–¿Magnus Bane?

Era Jonathan Herondale, el abogado de The Institute S.A.

–¿Lo conoces, Jace? –preguntó el guardia. Magnus nunca había oído ese apodo.

–Busco a Alexander –dijo Magnus al rubio–. Necesito hablar con él sobre... temas personales.

–Me imagino qué temas han de ser –suspiró Jace–. Raj, vuelve a trabajar. Yo me haré cargo a partir de ahora. Magnus, ven conmigo, por favor.

El guardia, que resultó llamarse Raj, volvió a lo suyo y Magnus comenzó a seguir a Jonathan–Jace a lo que parecía ser la terraza de fumadores.

–¿Fumas? –preguntó Jace, ofreciéndole un cigarrillo.

–Gracias –dijo Magnus, recibiéndolo.

Una vez ambos encendieron sus cigarrillos, el rubio dio una larga calada y habló:

–Alexander no vino esta noche –miró hacia el cielo estrellado–. No vino en toda la semana, a decir verdad.

–Yo... Jonathan, necesito hablarle –suspiró Magnus–. ¿Está en su departamento?

–Dime Jace –pidió–. Jonathan es el nombre de mi cuñado y no me agrada demasiado.

–Pero el señor Lightwood...

–Robert y Maryse me han visto crecer –bufó Jace–. Nunca lograré que dejen de llamarme así... Volviendo al tema, dudo que encuentres a Alec. A mí, que soy su mejor amigo, se me hace imposible encontrarlo cuando le dan sus bajones. Sólo supe que se había ido porque Jonathan me contó que administraría solo el local toda esta semana.

El cigarrillo se consumía rápidamente entre sus dedos. Era una noche ventosa, así que la llama avanzaba con más impulso. Cuando llegó al filtro, Magnus lo apagó contra uno de los ceniceros que había distribuidos por la terraza.

–¿Entonces debo rendirme? –preguntó Magnus, sin esperanza.

–Alec es una persona por la que vale la pena luchar –contestó Jace–. Es un hombre que sin importar su pasado ha logrado llegar lejos. Yo te recomiendo que dejes que vuelva a ser él, y querrá hablar contigo de inmediato. No sé qué haya pasado entre ustedes... bueno... me lo imagino, pero no asumiré nada... El punto es que Alec no es un ser rencoroso y sabe reconocer sus errores, por lo que sé que se arreglarán.

¿Su pasado? ¿Que vuelva a ser él? En lugar de aclararse, Magnus tenía cada vez más dudas. ¿Quién era realmente Alexander Lightwood? ¿Qué ocultaba?

–Si quieres puedo darte su número –dijo Jace–. Tal vez tengas suerte y te conteste. A mí no, porque tiene registrado el mío y sabe que lo joderé hasta que decida volver.

–¿A qué te refieres con que se ha ido y que no sabes cuándo volverá?

–Digamos que Alec no sabe cómo enfrentar ciertas situaciones –Jace se encogió de hombros–. Cuando algo lo perturba siente la necesidad de irse, de viajar. Quién sabe a dónde se le ocurrió ir ahora. ¿Fue muy grave su pelea?

–No –contestó Magnus, con duda. No había pelea siquiera, sólo había un tema pequeño... ¿verdad?

–Entonces no debe haber viajado muy lejos –meditó Jace–. Una vez, cuando su hermano pequeño... –se detuvo abruptamente, abriendo los ojos con preocupación–. Olvida eso. A lo que quería llegar es que mientras más grande es el problema del que Alec intenta escapar, más lejos se va. Una vez terminó en Perth, Australia.

Luego de eso no hablaron mucho más. Jace le dio el teléfono de Alec, para que probara suerte y lo llamara.

Aunque Jace se despidió excusándose con que debía ir a ver a su esposa, quien lo esperaba adentro, Magnus decidió quedarse un rato más en la terraza. Sacó su propia cajetilla y encendió otro cigarrillo.

Miró su celular.

¿Llamar o no llamar a aquel chico de ojos avellana? Era tarde, así que quizás estaba durmiendo. O quizás estaba en algún lugar donde la hora fuera distinta y siguiera siendo de día.

Debía intentar. Tomó su celular y llamó con decisión. Si no lo hacía en ese momento no lo haría nunca.

Un pitido, dos pitidos... Cuando el quinto pitido sonó, estuvo a punto de rendirse. Pero qué bueno que no lo hizo.

¿Diga? –contestaron al otro lado de la línea.

–¿A–Alexander? –susurró Magnus, temiendo que si Alec reconocía su voz cortara la llamada.

¿Con quién hablo? –preguntó Alec, pero Magnus se quedó en silencio. Un vacío en su estómago le impedía pensar con claridad–. Si esto es una llamada de broma, no es graciosa. Por otro lado, si eres un psicópata, creo que comenzaré a asustarme.

–Soy Magnus –soltó de golpe, intentando sonar seguro–. Necesitamos hablar. Necesito disculparme contigo.

Alec se quedó unos segundos en silencio.

Uh... –dijo al fin–. Estoy un poco lejos ahora. Montreal, ya sabes. Quería practicar mi precario francés. Pero vuelvo este lunes. ¿Le molestaría a Catarina si te robo ese día por la tarde?

–No le molestará correr un día sola –sonrió Magnus, más aliviado. Si bien Alec sonaba tranquilo y neutral, al menos no estaba triste o enojado.

Entonces, nos vemos el lunes –dijo Alec, y Magnus lo sintió sonreír–. Fue un gusto volver a escuchar tu voz, Magnus Bane.

–Igualmente, Alexander Lightwood. No sabes cuánto.

Y con una sonrisa de oreja a oreja, Magnus volvió a la fiesta. Raphael y los demás lo recibieron con miradas curiosas e impacientes, las que empeoraron cuando les contó que recién el lunes podría hablar con Alexander. Pero no importaba la espera, Magnus tenía un buen presentimiento.

Y al menos, en principio, fue así.

~~~~

Hola, hola, hola, ¿qué tal? Yo con la cabeza en las nubes.

Sé que el capítulo fue cortito y no pasó mucho, pero era necesario. No me parecía divertido que Alec y Magnus se arreglaran tan rápido (muojojo), así que los haré esperar hasta ese lunes ficticio (o todo empeorará?)

Les prometo que el siguiente cap se viene más largo y relevante.

Un fuerte abrazo!!

En picada | malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora