Derek Hale

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Sí, me robé dos personajes de la serie Teen Wolf. El primero es Derek y el/la segundo/a será... Sorpresa

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Si bien esa noche había estado en los planes de Alec ir a Pandemónium, finalmente se había quedado en casa recostado en el sofá más grande de la sala, junto a Magnus. Y, dioses, había sido descuidado y en un impulso de confianza con Magnus, había soltado aquello que estaba tratando de evitar hace años.

–Amor –sintió que lo llamaba Magnus–, ¿quién es la persona de la que me quieres hablar?

–Su... Su nombre es Derek –comenzó Alec, nervioso–. Él... Él...

Magnus suspiró, sintiendo que esto no llegaría a ningún lado.

–Alexander –dijo con paciencia–, sé que, si habías evitado hablarme de este sujeto, algo grande debe de estarte afectando. Pero necesito que confíes en mí, en que voy a apoyarte pase lo que pase. Necesito conocerte para poder ayudarte. ¿Cómo quieres que te ayude y entienda si no confías en mí para hablar de tus problemas?

Las palabras de la Isabelle adolescente que Robert le había esa mañana habían quedado patentadas en Magnus. "¿Cómo quieres que lo entienda y me ponga en su lugar, si no le dice a nadie lo que le pasa?"

Alec se separó un poco de él para poder verlo a la cara, sorprendido. Su corazón palpitó rápido y con fuerza, producto de la emoción y el nerviosismo. Se preguntó si Magnus podría oírlo.

–Derek Hale es mi ex novio –soltó Alec, de golpe. Magnus no reaccionó de ninguna forma, para no contarle el rollo–. Luego de lo que pasó con Max... de que nos lo quitaran... la escuela consideró necesario que hablara con el psicopedagogo estudiantil. Derek... Derek cumplía ese cargo.

Magnus sintió miedo de repente. Miedo de que lo que Alec estuviera a punto de contarle fuese más de lo que él podría soportar. Alec, por su lado, ya no estaba consciente de lo que lo rodeaba. Hablaba mirando a la nada, reviviendo su pasado.

–Yo tenía dieciséis años, estaba en el punto máximo de mi rebeldía y depresión –continuó contando Alec–. En un inicio odié a Derek; para mí no era más que un adulto metiche al que le pagaban por intentar arreglar mi vida y hacer desaparecer mis problemas. Yo lo encontraba una pérdida de tiempo. Él no iba a hacer que nos devolvieran a Max, no haría que mi hermana volviese a hablarme, no evitaría que me escapara de casa para ir a fiestas y–

Magnus vio que Alec abría los ojos, asustado. Claro, pensó Magnus, él no tiene idea que su padre me contó sobre sus problemas con el alcohol.

–¿Te emborracharte? –completó Magnus, fingiendo adivinar aunque ya sabía que estaba en lo correcto.

–Sí... –suspiró Alec–. En fin, odiaba a Derek porque era quien me hacía ver todos mis defectos, todo lo que estaba haciendo mal y cómo estaba arruinando la vida de quienes me rodeaban. Sé que intentaba ayudarme, pero tal vez su método era un tanto agresivo.

Alec cambió de posición, subiendo los pies al sillón y abrazando sus rodillas. Magnus se colocó de lado para mirar su perfil. La nariz de Alec era fina y respingada, su flequillo caía casi tapándole los ojos, chocando con sus largas y crespas pestañas.

–En algún punto, él comenzó a gustarme –confesó Alec, con desgana–. Yo era un adolescente sin experiencia romántica y él siempre estaba ahí, escuchándome, presionando para que yo lograra desahogarme. Durante un largo tiempo, él fue en la única persona que confié, así que no es de extrañar que, a los diecisiete años, me le declarase.

En picada | malec auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora