El camino estaba forrado de maleza, parecían haber pasado siglos desde la última vez que alguien había cuidado del palacete de su familia. Era una propiedad abandonada, definitivamente. Había decidido visitar la ciudad que había visto nacer a su padre, sería el primer viaje que realizaría sola, a sus veinte años. Cuestión por la cual le reñían sus compañeros de la universidad.
Su padre era un profesor en la universidad, enseñaba literatura griega, lo cual era una coincidencia irónica; pues era griego. Había nacido en Grecia, pero por dificultades familiares y políticas, se había ido con sus padres a América. Y allí, había vivido desde los diez años, hasta el día de hoy. Pero amaba su tierra.
La infancia de Hera había estado llena de historias y relatos de Grecia. De momentos remembrados por su padre, su vida en este mismo lugar que ahora pisaba. Ésta era la casa en la que había crecido Darío Papadakis; hijo de un político, con futuro prometedor y estatus social alto; pero enamorado, inaceptablemente, de una sirvienta. Era la historia típica de amor y tragedia. Era la historia de sus padres. Por eso habían tenido que huir. Un suspiro profundo salió de su pecho.
No podía creer que estaba aquí. Por fin. Al terminar el camino descuidado, llegó al portón principal; de un metal maltratado por los años y las inclemencias del clima. Parecía que sería más fácil tumbarlo que abrir su destartalado esqueleto.
Sacó una llave de su pequeño bolso, había dejado el resto de sus pertenencias en la posada a unos minutos de allí, y la introdujo en la cerradura. Después de varios intentos, decidió que no se abriría para dejarle entrar. Comenzó a rondar por el enrejado, tratando de pensar en cómo iba a introducirse en la propiedad. Tendría que escalar dos metros de pared y dejarse caer otros dos hacia el otro lado; no sería un problema físico, pues se elevaba a un metro ochenta en estatura y sin calzado; el problema sería que no estaba segura qué había del otro lado. ¿Y si era más maleza, y algo le picaba? ¿Y si había algún animal salvaje esperándola?
No. Tenía que dejar de ser una gallina. Iba preparada para estar en los exteriores. Llevaba su cabello en una larga trenza francesa, bajo una gorra de su hermano; unos pantalones de mezclilla que llegaban a media pantorrilla y unas botas industriales cómodas. Respiró profundo y puso manos a la obra.
Era el cuarto día que llevaba pasado en este lugar. No quería ver a nadie. No quería saber de nadie. En realidad, no quería vivir. Pero era demasiado bueno, aún para quitarse su propia vida. Por eso le había pasado, cuanto le había pasado. Porque era bueno y débil, porque amaba sin reservas y se entregaba de una manera intensa.
Pero no más. Jamás volvería a entregarse así, a nada; ni a su trabajo, ni a sus empleados, ni a sus amigos, ni a su familia, ni a otra como ella; a nada ni a nadie se entregaría. Era su propia persona, pertenecía solo a sí mismo y al salir de este lugar, comenzaría de nuevo. Tenía suficiente dinero en el banco para un inicio fresco y lejano. Siempre había querido viajar a América. Allí era la tierra de promesas. Y él estaba listo para dejarse llevar por el sentimiento de aventura que le había acompañado desde la infancia. Ahora era su momento.
Un ruido le sacó de sus pensamientos. Venía de fuera. Parecía que alguien intentaba entrar en la propiedad. Maldita sea. Y no era suya.
Llevaba los cuatro días viviendo en una de las recámaras del segundo piso, pero se aventuraba a explorar las otras habitaciones y jardines, todos los días. Era una propiedad muy grande, aunque desperdiciada y descuidada, pero grande. Podía imaginar el encanto que pudo haber tenido en sus días de gloria.
Había traído consigo la comida y las herramientas suficientes para sobrevivir en soledad y aclarar sus ideas. Estaba en la parte más alta de un peñasco, rodeada por terrenos inhabitados y sin mucho tráfico de personas ni vehículos; por la estrechez y tortuosidad de sus caminos. No había corriente eléctrica, pero había agua potable; eso le había bastado.
ESTÁS LEYENDO
Trozos de Mí...HISTORIAS CORTAS...
RomantikSerie de pensamientos, algunos más cortos que otros...instantes que incitan al corazón y a la mente, a depositarse en un momento robado, un vistazo a una vida que no nos pertenece...liberarnos de un instante de tensión propia para vivir alguna sensa...