El engaño MENOS esperado...Parte 3

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Mañana es la boda. No sabía cómo debía de sentirme, sólo sabía que me sentía peor; pero también, que me sentía entumida. Mi exasperación, mi ira y mi desesperación me había dejado, ya. Sólo quedaba la certidumbre de una amarga serie de años ante mí, un futuro cercano odiable; pero quizás no eterno.

Tenía planes. Al día siguiente de la boda, iba a viajar a Alabama. Tenía una oferta excelente para estudiar en la University of Alabama, por lo menos los próximos doce meses. Ése sería mi, tan necesario, escape. Me sumergiría en horas de estudio y mil datos entrarían en mi cabeza, sobrecargándome lo suficiente, cómo para dejar sólo insignificante espacio para la desolación, que sabía, llegaría.

Estaba terminando de aplicar barniz a mis uñas, y eran más de las diez de la noche, cuando sonó mi teléfono. Resoplé, exasperada, colocando los últimos dos espaciadores entre mis pequeños dedos; levantándome para alcanzar mi celular, que estaba sobre la cama.

-“¿Qué pasó?”- mi voz sonó como me sentía, frustrada pero aceptando. Era mi mamá.

-“Clara, necesitas ir inmediatamente al hospital del centro, acaban de recibir a tu hermana en urgencias. Llegarás antes que nosotros, por eso te llamé.”- mi madre sonaba preocupada y alterada, pero manteniéndose en una sola pieza; así era ella.

-“Salgo para allá, inmediatamente. ¿Fue un accidente, mamá?”-

-“Es el bebé, Clary.”- escuché cómo se le quebraba la voz, y sentí que el aire salía de mi pecho, y no regresaba.

-“Nos vemos allá, mamá.”- corté la línea, me coloqué unas sandalias y salí, sin un vistazo a mi reflejo en el espejo de mi peinador.

Manejaba a más de lo permitido, pero no me importaba, mi hermana me necesitaba. A pesar de todo, lo quería, y mucho. Estaba contemplando la situación, tristemente, en mi interior; suspiré y recordé que mamá me había llamado Clary. Ella nunca lo hacía, bueno, no desde que cumplimos los catorce años. Desde entonces, nos había tratado como verdaderas señoritas; propiamente, esperando de nosotros, el refinamiento que le caracterizaba a ella. Debía estar peor de lo que pensé, salía de su perfecta personalidad.

Llegué en tiempo record, favorablemente, sin ninguna detención por los oficiales de vialidad. Me introduje a la sala de urgencias y me dirigí a la enfermera que daba los informes. Era un edificio enorme, con una capacidad suficiente para albergar a media población, o por lo menos eso imaginaba yo. Las paredes estaban pintadas en tonos pastel y la decoración era discreta, pero sin caer en la monotonía temida de los hospitales pre modernos.

-“Buen día. ¿En qué puedo ayudarte?”- su voz era amable, y portaba una amplia sonrisa. Hospitales privados, pensé.

-“Acaban de hospitalizar a mi hermana, Estefanía DuMont. Es algo que ver con su embarazo.”- agregué lo último sabiendo que a las urgencias del embarazo las atendían en una sección específica. La señorita me hizo un gesto con su cabeza y comenzó a teclear, buscando los datos en su ordenador.

-“Bien, su hermana está estable y se encuentra en una camilla de urgencias de tococirugía, la número 3; camine por este pasillo y de vuelta a la izquierda, la encontrará en el tercer espacio, junto a la ventana.”-

Le agradecí y me encaminé hacia donde me había indicado. Los pasillos estaban tan pulcros como el resto del nosocomio, en las paredes había cuadros de jardines en tonos pálidos y uno que otro jarrón con flores artificiales pero muy reales, se encontraba en mesitas de esquina. Era en verdad cálido.

En cuestión de minutos, estaba al pie de la camilla de una Estefanía completamente diferente a la que acostumbraba ver desde que llegamos a la adolescencia. Su cabello estaba hecho un moño, sobre su cabeza; no llevaba una gota de maquillaje y estaba pálida y con lágrimas en sus hermosos ojos. Pude deducir que lo que fuera que la trajo aquí le había tomado por sorpresa y probablemente le hubiera sacado de la cama.

Trozos de Mí...HISTORIAS CORTAS...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora