Capítulo único.

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El tiempo pasaba realmente rápido, para Eiji los días desde su llegada a Japón son largos, mucho más de lo que recuerda de aquellas tardes en la pista con la garrocha empuñada esperando la señal para correr y saltar por los aires.

Se muda a una modesta propiedad a las afueras de la ciudad convencido de que la paz que necesita no la encontrá en otro lugar que no sean aquellos campos que le recuerdan tanto a la vieja casa perdida en alguna pequeña ciudad de América que vio crecer a Ash hace tantos años.

Ahora recuerda esos días con añoranza, con ese grupo de amigos viajando de un lado a otro cual prófugos de la justicia con la sola idea en mente de pelear contra lo que sabían era una causa injusta.

Una sonrisa con aires melancólicos se escapa de sus labios mientras levanta las cajas que desde hace horas estorban en su pequeña galería, Ibe se ha encargado de enseñarle lo suficiente para ser el fotógrafo reconocido que es hoy en día y le está profundamente agradecido por sacarlo de esa pesada nube de depresión en la que cae años atrás cuando vuelve a su país recuperándose de una herida de bala con el alma llena de tristeza y abandono.

La tarde cae cuando por fin puede despejar el camino, material nuevo llega la tarde anterior cortesía de Max acompañado de su familia que desde hace un par de semanas se toman vacaciones en el pais, pasan el día comiendo carne asada y bebiendo en el jardín, jugando con un Michael casi adolescente, recordando viejos tiempos mientras rien y bromean de lo que fue y lo que no, de lo que vivieron hace tanto y de la tranquilidad que encuentran después de todo.

-¿Y cómo va todo Eiji?

-Como siempre Max, como siempre.

Responde a la pregunta obligada que cada amigo de aquel tiempo hace cuando sus días se encuentran, solo aquellos que saben todo y nunca le juzgaron, que conocen la historia y la aprecian tanto como el mismo.

Lleva poco más de un año en su nuevo hogar cuando la noticia llega, Ash ha muerto, la herida del cuchillo había tocado puntos vitales y aunque habían logrado llevarlo a un hospital nada se había podido hacer, desde el primer momento no lo creyó.

Había sido un golpe fuerte para todos, un ajuste de cuentas que había encontrado final cuando pensaban todo había acabado pero él no lo cree, el rubio sigue siendo prófugo de la justicia cuando se separan, ambos sabían que cosas difíciles venían aún cuando vencen sobre Arthur y Dino y cada enemigo que se les pone en frente y el separarse en medio de gritos y llanto aquella tarde en medio de ese pasillo de hospital había sido un adiós adelantado a eso que ninguno quería que terminara pero está seguro que hay más, debe haber más.

Ibe ha hablado con el hasta el cansancio haciéndole entender con apoyo que debe seguir aún cuando Ash ya no esté, que es lo que él hubiera deseado, que no puede seguir hundiéndose en la miseria, que la vida continúa y él tan condescendiente como siempre agradece cada palabra y asiente asegurando que todo está bien, aún cuando es obvio que no es así.

Se levanta estirando la espalda y crujiendo los huesos tras empujar el último bulto de papel fotográfico, necesita conseguir un estudio más grande o dentro de poco no cabrá en aquella pequeña bodega con vista al jardín que usa de lugar de trabajo , su atención se vuelve a su costado directo a uno de esos cuadros que tanta fama le han dado, recuerda con exactitud cada segundo de ese momento.

-Ash, deberías dormir es tarde.

Aquella lejana noche Eiji mira a su compañero desde su lugar, tirado boca arriba en la cama con los ojos cerrados y las piernas colgando de la orilla del colchón, su ropa aún huele a sudor y sangre y la adrenalina de un día más de persecuciones baja a cada segundo dejándolo en un sopor al que se niega solo por ver al otro aún despierto, al paso de unos segundos y tras no escuchar respuesta alguna no evita levantar sus párpados y girar su atención hacia la ventana en donde el rubio permanece sentado en el alféizar mirando las calles comenzando a ser iluminadas por el fluorescente de los faroles en las banquetas.

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