A la mañana siguiente, el sonido de la alarma del reloj lo despierta.
—¡Hora de levantarse, vas a llegar tarde a la escuela! —exclama su madre del otro lado de la puerta. Por la ventana se podía observar un día soleado, los rayos del sol entraban a su habitación, golpeando su cara, los gorriones cantaban haciendo un coro encantador. Allá afuera sin duda había un día hermoso. Sus ojos apenas podían abrirse, la cabeza le estaba reventando. Entonces un gran vacío en el pecho lo embargó, recordando lo que vivió esa noche y pensó que tal vez todo se habría tratado solo de una horrible pesadilla. Una mentira que se quería hacer creer a sí mismo, pero muy en el fondo él sabía que todo aquello sí había pasado.
—Eres un asesino— Le decía su voz interior. Aun así, Diego quería seguir creyendo que nada pasó anoche, para sentirse más tranquilo.
Era una sensación rara, una mezcla entre adrenalina y apatía. Al salir a la calle para ir a su institución educativa, las personas caminaban riéndose; otro vecino regaba tranquilamente su césped, como todos los lunes y el clima era perfecto. Hasta el sol había salido, tan radiante y cálido, a pesar de ser época de invierno. Las hojas de los árboles reverdecidos bailaban al compás del viento. Todos se veían tan envidiablemente felices, pero Diego no podía ver aquel maravilloso panorama en la calle. Lo único que él sentía era angustia, ausencia de sí mismo y un frio que se clavaba en sus huesos, sobre todo en sus manos.
Este adolescente de complexión esquelética, cursaba su último año de secundaria. Solía ser un buen estudiante, pero ese año comenzó a perderse en el laberinto de sus emociones, como un potro salvaje que luchaba por su libertad. En consecuencia, su rendimiento estudiantil estaba decayendo más y más. A su familia aparentemente "normal"; solían mostrarse como una familia perfecta, pese a que no era cierto.
Una vez más, llegó tarde a la escuela. Todo en su salón seguía siendo igual. Todos allí eran algo peculiares. Siempre andaban divididos en grupos de amigos. Entre ellos estaba Ricardo, el que siempre presumía y agarraba de punto a los más lentos, se creía la última chupada de mango. Jerson era el próximo Messi del colegio. También estaba Salomón, el chancón; y como la gran mayoría, siempre comunicativo. Alfonso era de los más maleados; la cicatriz en su pómulo izquierdo, le daba un aspecto de matón, trágico y enigmático.
Las chicas del salón, al unísono, copiando una, a la otra: gestos, jergas, actitudes; siempre manteniéndose agrupadas, como en manadas; excepto, Iris y Jessica, salidas del clan; eran el par de chicas que él no sabía si le tenían simpatía o lástima. Pero de entre el ramillete, sobresalía Alicia. Diego sentía una atracción muy fuerte por ella. La relación que había entre ambos, era únicamente de... hola y chau. Diego nunca se animaba a acercársela; sin embargo, había un compañero que la perseguía tanto que parecía su sombra, y ese era Salomón; así pues, era comúnmente el clima estudiantil en esa aula de clases.
El reloj marcaba las 6:40 pm. Diego iba caminando pensativo por la calle. Se detiene en una tienda, cuando de repente, escucha gritos y gemidos de gente asustada. Se trataba de dos barras bravas enfrentándose en plena avenida. Ambos bandos, se lanzaban piedras y otros se enfrentaban a palos. Gran parte de estos vándalos, tenían la nariz y la boca tapada con un pedazo de tela. Pareciera que lanzaban cuchillos de los ojos. Casi al momento, llegaron grupos policiales a reducir el alboroto, usando bombas lacrimógenas. El lugar se convirtió en una especie de campo de batalla; en medio de toda la gente que huía del disturbio; estaba Alicia arrinconada tras un muro, poniéndose a salvo. Diego la ve y va con ella para ayudarla a salir de la zona en peligro. Ambos lograron salir ilesos de las piedras que lanzaban los maleantes. Diego la acompaño hasta su casa, pues Alicia aún estaba asustada. En el camino se pusieron a conversar de muchas cosas para tranquilizarla.
Quién diría que estos dos, tendrían algún tema de conversación del que se sintieran a gusto platicar. En ese momento, Diego se sentía tentado a preguntarle porqué estaba a la orilla del mar llorando la noche anterior. Así que pensó: "Si le pregunto, probablemente ella me responda con la misma pregunta; nadie debe saber que yo estuve fuera de casa esa noche." Así que decidió quedarse con la duda.
Al día siguiente, Diego y Alicia revivieron, junto a sus demás compañeros de clase; los peligrosos momentos vividos, el día de ayer. Ahora todo había quedado en una graciosa anécdota; desde entonces, ambos comenzaron a tener mayor cercanía; conversando de otros temas. Pasando los días, se hicieron más amigos.
—Últimamente, Alfonso luce más demacrado y enojado que nunca— murmuraban en clase entre compañeros. Ese alumno llegaba tarde, a prácticamente todas las clases, y hay veces en las que ni se molestaba en aparecer. Los profesores le aconsejaban, que piense en su madre; ya que se sacrificaba tanto por él.
—¿Qué lugar le aguardaría en el mundo a un chico así? —se preguntaban algunos.
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OJOS DE UNA NOCHE AMARILLA
Подростковая литератураDiego es un adolescente que está cursando su ultimo año en la secundaria. Vive atormentado por los recuerdos de una noche tormentosa, que le tocó vivir, a causa de sus malas decisiones. Este año no solo tendrá que luchar contra sus demonios internos...