Capitulo 4: AMENAZA

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Un domingo como cualquiera, Diego se acerca a la mesa para desayudar. Su padre leía el periódico, mientras tomaba una taza de café humeante. Su madre también estaba tomando tranquilamente el desayuno, sentada a su derecha. El señor comentaba su opinión; o, mejor dicho, daba quejas sobre cada noticia que le llamaba la atención.

—¡Todos los días lo mismo carajo! Robos por todos lados, son el pan de cada día, muertos y choques en las carreteras.

Diego casi se atora con el pan cuando su padre mencionó eso último. —¡CARAJO, COME BONITO! —le recriminó su padre —Diego había evitado leer periódicos y ver noticias en televisión, como parte de su negación para olvidar el asunto.

De pronto el señor leyó el titular de un artículo llamativo en voz alta:

"ADOLESCENTE MUERE ATROPELLADO Y CONDUCTOR PIRATA SE DA A LA FUGA"

—Ha donde vamos a ir a parar ¡carajo! — continuaba gruñendo su padre. Diego permaneció inmóvil, masticando muy lentamente su pan con palta, y tratando de evitar contacto visual con sus padres, como si pretendiera ser invisible en ese momento. A pesar de que ya habían pasado varios días, desde esa noche, aquella noticia aún daba de que hablar en los periódicos.

Luego de que sus padres terminaron de desayunar, se retiran de la mesa. El periódico se quedó allí: frente a frente con Diego, a solas. Se levanta de la mesa y coge el periódico para leer ese artículo, abriendo cada página con mucho cuidado, como si hubiera alguna bomba que fuera a estallarle en la cara. Hasta que la encontró. El artículo periodístico decía que el muchacho se llamaba Fredy, de unos 13 años. Los resultados de su autopsia abrían determinado que dicho adolescente era un alto consumidor de drogas, y aquella noche murió atropellado, hasta ahora no tiene pistas de... quién pudo matarlo. Entonces el recuerdo del accidente regresó a su memoria como un relámpago fulminante.

Y de la nada, —¡DING! ¡DONG! —suena el timbre de la puerta. Diego reaccionó de un salto; era William. Él había quedado en ir a su casa para terminar de hacer la tarea grupal. Cuando estaban en la sala, Diego fue a su cuarto a buscar unos libros. Su amigo se quedó en la sala, de pronto, suena el teléfono. Al ver que nadie contestaba, William atiende la llamada y una voz amenazante, le responde:

—Sé tu secreto, Diego... sé que mataste a un sujeto con tu auto y tengo un video que puede probarlo...

William colgó de inmediato, se encontraba confundido. Entonces Diego entró a la sala con los libros y notó que su amigo está algo extraño.

—A ti te pasa algo...— le dice Diego.

Cuando William quiso comenzar a hablar, sonó el teléfono nuevamente y esta vez contestó Diego. Se trataba del mismo sujeto. Diego se quedó un rato de pie junto al teléfono sin decir ni una palabra y luego de colgar regresó a la mesa.

—Hace rato había sonado el teléfono ¿contestaste esa llamada? — le pregunta a su amigo.

William asintió con la cabeza sin mirar a Diego. Pero al levantar la mirada observa que su amigo está muy pálido y afligido. Entonces entendió que era verdad lo que dijo la voz a través de la llamada telefónica. Ninguno decía nada, en ese momento hubo un silencio sepulcral, solo se oía el aleteo de un mosquito.

—Me parecía que estabas metido en algún problema, pero... no creí que fuera tan grave— le dijo William preocupado por su amigo.

Diego comenzó a contarle todo lo ocurrido con el accidente y lo que la voz misteriosa le dijo. Su amigo le propuso que le cuente esto a la policía.

—Yo me haré cargo de esto, pero no puedo avisar a la policía, me encerrarían. Aquello fue un accidente, no vi al tipo. Él se cruzó frente a mi auto y no pude hacer nada. Por favor no le digas de esto a nadie. —Diego le hablaba sollozando y con la voz entrecortada. Sin embargo, William se encontraba en un dilema moral. Su padre al ser policía, le había enseñado desde pequeño a respetar a los demás y a decir siempre la verdad ¿Cómo entonces podría guardar silencio sobre un asesinato? Por otro lado, estaba su mejor amigo de toda la vida ¿Cómo podría delatarlo y mandarlo a prisión? pero había un muerto de por medio.

—Y... ¿qué vas a hacer? —le pregunta William.

—¡La voz me amenazó, quiere dinero a cambio de un video donde aparezco atropellando a ese chico! ¡Tengo que hacerle frente y acabar con esta situación!

—Escucha, si ese hombre sabe cómo te llamas y el número de teléfono de tu casa, entonces debe ser alguien cercano a ti ¿No crees?

—Pero no tengo idea de quien pueda ser— le responde.

OJOS DE UNA NOCHE AMARILLAWhere stories live. Discover now