ZEUS (parte l)

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Tú Dios es el que garantiza nuestra locura.
¿Pero quien garantiza la cordura de tu Dios?
Allucard - Hellsing ultimate


Pólvora, sangre, muerte, destrucción. Son cosas que dejan la guerra a su paso, la historia de la humanidad siempre está dividida por un antes de la guerra, y un después de la guerra.

Los humanos son los únicos seres que matan su propia especie, que buscan dominar sobre los que son iguales, son aquellos que buscan conquistar. Aún siendo la raza más inteligente, la más avanzada, aun teniendo conocimiento de lo bueno y lo malo... Aún así, somos primitivos.

La primera guerra del fin fue una de las más grandes de toda la historia completa de la humanidad, una guerra que involucró a todos los países sin excepción. Los países pequeños hicieron tratos con los grandes, para así tener Protección, algunos otros fueron sometidos, y unos cuantos destruidos.

El nombre de la guerra del fin se le dió por gente creyente, el papá de esos años lo llamo así, ya que la primera ciudad en desaparecer del mapa fue Jerusalén.
Un escuadrón de bombarderos reformó la ciudad con fuego, y los soldados en tierra se encargaron de limpiar los restos, restos vivos.
El culpable no fue otro que estados unidos, el presidente Trump lll se encargó de eliminar la ciudad santa.

Trump comenzó a ser llamado el anticristo, todos en la ONU cancelaron sus tratos con el, y eso dió comienzo a la gran guerra.

Durante la guerra algunos países decidieron apostar por la bio guerra, desarrollando venenos mortales, antídotos, y armas que ni la ciencia ficción imagina.

Entre los soldados existía una leyenda, la leyenda de un soldado con los ojos de la muerte, capaz de verte y disparar incluso a través de las paredes.

Nadie sabía su bando, nadie sabía su nombre, incluso nadie sabía si era real, pero todos le temían.

En el norte de México, el árido desierto de la frontera permanecía bajo la luz del sol ardiente, un convoy militar viajaba en dirección al sur, los militares en sus vehículos charlan en inglés sobre sus experiencias en el campo de batalla. El chófer conducía lo más preciso posible por el camino que días antes, se había determinado no poseía ningún tipo de mina terrestre.

Todo marchaba según el plan, o así lo parecía.

El chófer del primer camión no lo vio, no tuvo ni el más mínimo margen para pensar, un disparo preciso sobre el rostro fue la causa de la fulminante muerte. El camión perdió el control y volcó. El resto del convoy detrás freno, y comenzó el fuego cruzado. Las balas venían de todas direcciones posibles, los choferes aún con vida optaron por rodear por el borde del camino. Días antes un Escuadrón de expedición a pie había recorrido el camino para comprobar que este no tuviera ninguna mina terrestre, y efectivamente no las había, no en el camino del centro, sin embargo todo alrededor del camino era un campo minado.

Entre todos los tiros, un francotirador entre las rocas se encargaba de cubrir a los soldados de primera línea. Una bala = una muerte, o incluso más. Un soldado de artillería se cubría con lo que quedaba del pelotón entre dos vehículos, sostenía una Granda en sus manos con la esperanza de llevarse algunos enemigos al infierno con el, pero lo único que se llevó fue una bala que detonó en su mano el explosivo y mando a sus colegas a volar.

El silencio regreso al desierto y el tiroteo ahora no era más que un zumbido en los oídos de los más novatos quienes aún no se acostumbran al ruido de guerra.

El francotirador se puso de pie, colgó el rifle en su espalda y estiró sus brazos y piernas, la sangre regresaba a su fluidez normal, y el cuerpo cedía a la gravedad ahora sobre los pies.

Todos los militares comenzaron su trabajo secundario: algunos dieron atención médica, otros informaron por radio, algunos comenzaron a inspeccionar los cuerpo y otros más los vehículos.

El francotirador solo se limitó a ir a la gran carpa dentro de una pequeña cueva entre las rocas, allí yacía un pequeño laboratorio químico que se encargaba de estudiar nuevas bacterias resistentes al calor. Al entrar, el sucio traje de hojas falsas, tela color arena y goggles con polarizado rodó por el suelo y de el emergió un joven. Se dirigió a un pequeño sofá estirando sus extremidades entumecidas por la espera que conllevó esa emboscada.

Al dejarse caer en el sofá de cara, el silencio lo invadió, pero no era el silencio tan común al que estaba acostumbrado, no, su instinto agudo y experiencia le decía que había alguien con el, y que su respiración indetectable lo hacía peligroso.

Una mano entro entre los cojines y tomo un revólver oculto, un giro rápido cayendo del sofá al suelo y apuntando a la pared, mientras alguien entre las sombras se detenía en seco

Desconocido: vale, vale, me has descubierto, realmente eres tan bueno como dicen.

La sombra de un hombre con un saco y corbata, que no era nada cómodo con el calor del desierto, apareció con las manos en alto.

Desconocido: aunque sin balas eres inofensivo.

Al jalar el gatillo del arma, el clip tan característico de un arma vacía fue el único sonido. El rostro de Eduardo se ensombreció, y mientras se levantaba lentamente dejo el arma en una mesilla metálica.

Eduardo- puedo preguntar ¿quién es usted? ¿Y que hace en mis aposentos?.

El desconocido tomo una silla plegable, la giro, se sentó abriendo las piernas y desajusto su corbata presa del calor del desierto.

Petter- mi nombre es Petter McKinsey, soy un agente de una división que no existe, en una isla que no existe, trabajando para gente que no existe.

Cada existe era acompañado de un guiño coqueto que afirmaba el sarcasmo en cada oración.

Petter- mi trabajo es reclutar gente como tú, para trabajar para gente como yo, gente que estaría dispuesta a comer a su compañero herido para sobrevivir en una barca en medio de la nada.

Eduardo se reacomodo en el sofá, buscando una comodidad alejada en un sofá tan viejo.

Eduardo- eso es sólo un mito, jamás abandonaría mi lado humano, si lo hiciera ¿Que me haría diferente de un animal?.

Petter se sacó el saco caliente, su camisa blanca estaba empapada de sudor.

Petter- a lo que vengo no es sólo a reclutamiento, vengo sobre todo a ofrecerle un trato, un trabajo, una oportunidad que otros matarían por tener.

Eduardo- algo que me pueda sacar del campo de guerra y dejarme vivir, a eso se refiere ¿No?

El agente cada ves más sudado sonrió pícaramente.

Petter- si aceptas, tus padres, tu hermana y toda tu familia recibirán protección total.

Eduardo giro la cabeza al techo. Entendía lo que sucedía, el tipo frente a él no era un mero reclutador, estaba armado y en caso de negarse, podrían suceder cosas muy malas.

Eduardo- aceptó bajo 2 condiciones:
1; quiero acceso a todo
2; quiero que mi familia sea llevada a una ciudad segura y se les informe que morí en combate.

La mirada de Petter parecía muy confundida, no comprendía que pasaba, no entendía porque alguien quisiera desaparecer de su familia.

Petter- puedo preguntar ¿Porque?

Eduardo- no quiero que tengan información que pueda poner sus vidas en riesgo.

Petter parecía convencido, tomo su saco, ajusto su corbata y miró a Eduardo en el sofá.

Petter- muy bien, nos vamos.

Eduardo se movió del sofá, al darse la vuelta el agente para dirigirse a la salida, un cuchillo se clavó en la pared rozando su oreja.

Eduardo- no necesito balas para matar a alguien, sólo un brazo, un ojo y respirar.

Petter sonrió y salió.

Eduardo tomo sus cosas y lo siguió. Algo en el lo sabía, las cosas estaban por cambiar, se acercaba una tormenta, una muy grande, y destructiva, una que jamás, jamás olvidaría.

Fin Zeus parte I

El Viaje por un sol; la historia de LestatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora