El cuervo

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La risa del coronel Álvarez saco del trance a Eduardo, nadie más reía en la mesa, solo el coronel. quien más que reírse, se burlaba.

Álvarez: Lamento traerlo de vuelta a la realidad mi querido amigo, pero no es tiempo para recordar épocas de antaño, estamos corriendo en contra del reloj de la muerte, sobrevivir es lo único que podemos hacer y recordar ya no tiene cabida en nuestras vidas.

Eduardo: No tiene que decirme lo que ya se, además soy libre de elegir que quiero hacer con mi vida, mi tiempo y mi conocimiento. Estoy seguro que yo podría durar allá afuera más de lo que usted se imagina.

Álvarez: Usted sí, pero ¿qué tal le iría a su pequeño hijo? si mal no me informan, llego usted con su hijo algo mal herido a nuestra base.

Por más que doliera admitir, tenía razón, el mundo ya no era nada seguro para un niño, las leyes ahora no existían, la gente se regiría por el instinto y la ley del más fuerte, intento no pensar en todo lo malo que podría llegarle a pasar a un niño de su edad allá afuera, todos los peligros, adversidades, horrores, traumas y carencias. Lestat era fuerte e inteligente, pero no era un superviviente, no aún.

Álvarez tenía una mirada digna de un hijo de perra, sabía bien que decir para obtener lo que él quería, estaba claro que era un manipulador experimentado.

Álvarez: le pondré en claro la situación, ya que usted mismo no lo nota del todo, usted está en mi casa, yo aquí soy la ley, nosotros tenemos mucha gente armada, entrenada y además leales a mi causa, usted por si solo, quizás, solo quizás, podría escapar, llegar afuera y huir muy lejos.... Pero.... No puede abandonar a su hijo a su suerte, nosotros no matamos niños claro que no, pero tampoco somos un puto servicio de niñeras, alimentar una boca más, que no trabajara por nosotros es algo como regar una planta que no da frutos, es una pérdida de tiempo.

La cara del coronel se fue tornando roja con cada palabra que pronunciaba, parecía un bulldog molesto porque alguien quería quitarle su juguete favorito.

Eduardo: creo comprender, esto no es una negociación cualquiera – Eduardo se levantó de la mesa y dio un golpe seco con ambas manos en la mesa – usted está tomando un rehén y no solo eso, usted me cuestiona a mi como padre, ¿acaso no cree que podría matarlo a usted para llevarlo conmigo al infierno?

Al momento muchas armas se desenfundaron, Eduardo apuntaba al coronel con una pistola pequeña y plateada, pero a la cabeza de Eduardo apuntaban alrededor de 7 armas distintas.

Álvarez: ¿de dónde cojones saco el arma?

Uno de los policías que escolto a Eduardo palmeo su cinturón por la parte posterior, y con una voz temblorosa le respondió:

-es mía señor-

El coronel se rasco su barbilla con algo de frustración.

Álvarez: no puedo creer tal incompetencia de tu parte, entiendo que él sea un legendario soldado, y que él podría sacarles las bragas a todos los novatos estúpidos, pero no... ¡SE LO PONGAN TAN PUTO FÁCIL, JODEEER!

El grito de Álvarez retumbo en la sala, todos parecieron nerviosos, como si estuviera a punto de convertirse en una criatura grotesca y matar a todos en un suspiro.

El coronel hizo un ademan para bajar las armas, todos menos Eduardo y la espía de cabello corto obedecieron.

Eduardo: lindura deberías bajar el arma, podrías lastimar tus bellas manos.

Scarlett: me llamo Scarlett, y si me llamas lindura de nuevo, te juro que te pondré una bala entre las cejas.

Eduardo: así que me quieres retar, adelante, pero me pregunto ¿no acaso mi vida tiene más valor que la tuya?

El Viaje por un sol; la historia de LestatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora