Capítulo 34

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En la universidad de Harvard, entre los pasillos de las instalaciones...

-¡Bien hecho Leo!, gracias a ti tenemos que limpiar la biblioteca...- Bufaba Capricornio, irritada, este chico la había metido en un tremendo aprieto.

-Ya me disculpé una vez, ¿qué más quieres que haga?- El rubio rodaba los ojos, molesto. Había metido la pata por ceder ante sus impulsos, y ahora la pelinegra no pararía de restregárselo en la cara.

Hace unas horas...

^-¡¡Llegamos!!- Ambos corrían por el pasillo, directo a la oficina del profesor Grus.

-¡Justo a tiempo!- La chica acomodó su desordenado cabello hacia un lado tras parar en seco frente a la puerta.

El rubio solamente alzó ambas cejas con una sonrisa apurada, posicionando el dorso de su mano sobre la madera, antes de brindarle tres golpes.

No hubo respuesta alguna al otro lado.

Tocó de nuevo, confundido. Todo mientras la piel de la ojiazul parecía tornarse amarilla.

*No me jodan, llegamos tarde... perdí mi examen* El vértigo invadió su cuerpo, haciéndola tambalear. Debido a ello, optó por recargarse en la pared a lado de la puerta.

-Capri, no creo que haya nadie aquí dentro- Mencionó el muchacho nervioso, girando la manija y empujando la puerta unos centímetros, dando paso a una turbia percepción al interior del despacho.

-Joder Leo- La lacia observaba el lugar vacío al haberse recargado en la puerta, abriéndola de par en par.

-¿Se puede saber a quién buscan? Jóvenes- Una gruesa voz masculina fue audible al final del pasillo.

Un hombre alto, de facciones rectas y expresión adusta, avanzaba en su dirección sosteniendo un par de libros.

-A-al profesor Grus...- Balbuceó la ojiazul, respondiendo súbitamente.

-Al profesor Grus- Repitió Leo, con mayor claridad.

-El profesor... mmm- Rascó su mentón un momento, examinando. -Vengan por aquí- Segundos después, hizo un ademán indicando que lo siguieran.

Leo y Capri se miraron entre sí, nerviosos.

Este señor, que mantenía un perfil serio al guiar a los chicos, los depositó en un aula bastante amplia, repleta de libros. La biblioteca, siendo exactos.

-Aguarden aquí, avisaré al profesor que han llegado, solo tardará un momento- Y desapareció por la puerta.

-Ay...- La joven ojizarca suspiró aliviada al tomar asiento en una mesa al centro de la estancia, deslizándose sobre esta.

-Bueno, esperemos- El rubio se acomodó frente a ella.

Pasados 15 minutos, el profesor no aparecía...

-¿Qué tanto tiempo significa un momento para este hombre?. Esto es desesperante- El chico hojeaba un libro, que había extraído de un estante.

-Esto es tu culpa...- La pálida murmuraba entre dientes, consternada.

-¿Qué?-

-¡Esto es tu culpa!, ¡todo esto es tu culpa!- Saltó de su asiento incriminando al joven, con expresión tajante a la vista.

-¿Mi culpa?, ¡¿vas a seguir con lo mismo?!- La reprendió el de ojos avellana, a la defensiva.

-De no ser por ti, nada de esto me habría pasado- Acusó, retadora.

-¿Es en serio?- Suspiró el tigre irritado.
-¿Por qué siempre estás buscando culpables?, ¡¿que no puedes aceptar que te equivocaste y ya?!- Vociferó al sentir como le hervía la sangre.

Contando Estrellas [Zodiaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora