VII

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Había sido el peor día de su vida, Haruya lo admitía a gritos si era necesario.

Tenía el cabello hecho un desastre de las tanta veces que lo descontrolo con sus manos por el enojo y la impaciencia. La policía lo llevo a rastras a la estación más cercana, quitándole sus cosas y debido a los insultos que salieron de su boca, no lo dejaron tener su única llamada. Por lo que paso 24 horas entre rejas, al lado de un vagabundo ebrio.

¡Se iba a vengar!

A pasos rápidos, cruzó las calles del distrito residencial donde actualmente vivía su mejor amigo con el imbécil de su pareja, le valía poco que fueran las 12 del medio día, necesitaba URGENTE una ducha. Sospechaba que el tipo ebrio había echo sus necesidades en el oscuro rincón de la celda y tenia pánico de haberse pegado alguna cosa.

No fue fácil abrirse paso por un lugar en el ascensor del edificio que habitaba Kosukë, al parecer, todos llegaban del trabajo y por eso tuvo que empujar a varios para tener un sitio.
Por suerte, el piso 6 llegó rápido y con ello, ya se veía frente a la puerta color blanca con el número 609  en cursiva.

Tocó el timbre una, dos, tres veces y cuando no hubo respuesta, comenzó a aporrear la puerta.

—¡Kosukë, se que estas hay o quizás seas tú Siki!

Lamento entonces no haber salido el día anterior en su auto y una idea loca como malvada se maquinó en su cabeza. Solo que, para ponerla en marcha necesitaba ayuda.

¿Y qué mejor que su mejor amigo para eso?

La puerta se abrió de par en par delante de sus narices, sacándolo de su mutismo. Haruya elevó una de sus cejas y sonrió de medio lado ante la imagen desaliñada de Kosukë.

Este estaba con el cabello despeinado, mejillas rojas como sus hebras y una sabana intentaba cubrir su cuerpo, incluso, su respiración era errática por como su pecho apenas cubierto, subía y bajaba.

—Dime que no estás duro.—Fue lo que el guitarrista más bajo dijo, en tono bromista pero serio en partes. Kosukë se sonrojo aún más si eso era posible y lo observó mal por sus palabras.

—¿Qué haces aquí Haru? No es un buen momento.

Haruya bufó, adentrándose al departamento sin invitación alguna. Su bolso fue arrojado sin cuidado sobre un sofá individual y la chaqueta que portaba acabo igual.—Mi intención no era caer justo en tu hora de sexo.—aclaró en voz baja.

Su mejor amigo llegó a él una vez la puerta fue cerrada y lo observó con ojo crítico.
—Estas hecho un asco ¿Qué te paso?

Algo en el chico más bajo pareció prenderse ,como un petardo.

Un petardo muy chiquito, cabe destacar.

—¡Tamon,eso es lo que me pasa!—chillo de modo agudo, asustando al alto desnudo de paso.—¡Pase toda la noche en la cárcel, fui acusado de ladrón, ni dormí temiendo que el ebrio se meara encima mío! Aunque creo que lo hizo en un rincón.—murmuró esto último, cruzándose de brazos, para controlar el enojo que lo atacaba en esos momentos. Temía comenzar a arrojar cosas por pura rabia.

—Eso explica todo, ¿Y qué vas a hacer?—dijo el pelirojo con un mohín, tomando asiento en el sofá, llevando a rastras la sábana color crema. Haruya sonrió abiertamente y garraspeo para obtener toda la atención de su amigo, una vez que los ojos avellana de Kosukë lo miraron, prosiguió:

—¿Dónde vive Aki?

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—No estoy muy seguro de esto Haruya.

PEQUEÑO PELIGROSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora