Capítulo 16

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Venga ya, no ha sido tan malo -se defendió Simón  mientras Ámbar y él preparaban la cena aquella noche en el departamento de Simón.

La rubia dejó un momento de lavar las verduras para mirar al mexicano.

-Has hecho que Mónica piense que hacemos cosas indebidas -le recordó Ámbar poniendo énfasis en la última palabra.

Simón  arrugó el gesto mientras daba la vuelta a las chuletas de cerdo en la sartén.

-¿Puedes dejar de ponerlo de esa manera?

-Oh, lo siento -respondió sarcásticamente la rubia antes de volver a su tarea-, acababas de decir que no era "tan malo".

Simón  se encogió de hombros y sacudió la cabeza para quitarse el pensamiento de encima.

-¿Qué estabas haciendo en la ducha, por cierto? Estábamos en mitad de algo, si mal no recuerdo.

-Necesitaba una ducha fría -comentó Ámbar como si nada.

-¿Ah, sí? -preguntó Simón  con una mueca burlona-. ¿Y por qué en vez de eso no me dijiste que viniera?

-No quería interrumpirte mientras pasabas el rato con tus amigos “Pedro y Nico” -fue la respuesta de Ámbar, quien tuvo que reprimir una mueca de desagrado ante el nombre de los amigos de Simón los cuales esa noche no se encontraba ahí gracias a un soborno por parte del chico.

-Estoy seguro de que Pedro y Nico están más que acostumbrado a mi ausencia ahora mismo -replicó Simón  intercambiando posiciones con Ámbar para machacar las patatas hasta hacerlas puré.

-¿De verdad? -A pesar del tono casual en su voz, Simón  pudo percibir cierta intriga en la forma en que entonó la pregunta.

-Sí, cuando van a lavar la ropa, siempre ponen mi ropa otra vez en la cesta.

-¿Y qué pasaría si pusieran un anuncio para buscar nuevo compañero de piso? -comentó Ámbar con una mueca socarrona mientas servía los platos.

-En ese caso tendré que vivir en la calle -contestó con inteligencia el mexicano-. ¿Alguna vez has salido con un vagabundo sin futuro?

Ámbar fulminó con la mirada a Simón  y éste se inclinó sobre la encimera reprimiendo una carcajada. Poniendo los ojos en blanco, la rubia cogió los recién preparados platos y se dirigió con ellos al comedor.

-¡Hey, vamos! ¡Sólo era una broma! -trató de aplacarla Simón  antes de coger los vasos-. Bueno, algo así.

Como queriendo convencerse de algo, Simón  se encontró pasando más noches en su apartamento que en la de la mansión. ¿Por qué pensó que era una buena idea? Ni él lo sabía.

Simón resopló ante su aburrimiento, pero sonrió cuando su teléfono empezó a sonar.

Ámbar estaba aburrida. Decidió irse a la pequeña piscina que tenía la mansión ya que todos los demás estaban ocupados haciendo sus propias cosas. Teniendo en cuenta que era sábado, Ámbar calculó que a esa hora Simón  estaría despertándose.

La rubia no sabía por qué había aceptado de tan buena gana cuando Simón  le propuso pasar más tiempo con sus amigos en su apartamento. Quizá había sido para no dar una idea equivocada, pero se había acostumbrado demasiado a la idea de pasar tiempo todos los días junto a Simón, pelear por tostadas y ver televisión sin hacer nada más.

Ámbar se acomodó a la orilla de la piscina. Secándose una mano manchada de jabón, se incorporó para alcanzar su teléfono y marcar el número de Simón .

-Buenos días -lo saludó Ámbar con una seductora voz ronca-. Despierto a estas horas… qué sorpresa.
Simón  soltó una carcajada.

-Sí, se me había olvidado que a Pedro y Nico les gusta dar paseos matutinos los fines de semana.

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