4:22 am
Te echo de menos.
Te echo de menos en todos los estados.
Te echo de menos en estado líquido, gaseoso o sólido.
Y digo esto como si se pudiese embotellar un poquito de ti (que ojalá).
Te echo de menos en todos los sentidos.
Te echo de menos en sentido norte, sur o en sentido de las agujas de un reloj.
Te echo de menos como si se pudiese echar de menos un trocito de cielo, la luna de un 24 de agosto o el árbol más alto de un bosque al azar.
Te echo de menos porque eras tú y porque contigo era yo.
Te echo de menos porque me hacías sentir un poco más guapa y menos fría.
Te echo de menos porque contigo las locuras eran primer plato y tus besos ocupaban el resto del menú.
Te echo de menos porque eras como esa suave brisa en verano.
Te echo de menos en silencio y a gritos; a caricias y a golpes; en do mayor y en re menor.
272 días desde que se fue.
272 poemas y 272 cigarros desde que se largó (y 272 cafés, 4 libretas, 7 bolígrafos y alguna que otra lágrima...).
Y creedme que el día 273 no estaba dispuesta a soltar ninguna lágrima más; ni a fumarme otro cigarro; ni a escribirle el poema número 273.
¿Por dónde empezar?
Yo era (y soy) una chica alegre*.
(*Bueno, ahora soy una chica alegre con un agujero en el pecho del tamaño de su nombre (al que tendré que ponerle un tapón)).
Por donde iba... Era y soy una chica alegre con algún que otro defecto (13, en concreto), y alguna que otra virtud; y sí, he añadido a mi lista de virtudes a mis dos mejores amigas.
Ellas son como primavera e invierno juntos y como la primera risa de un bebé.
Son como dos girasoles siguiendo al sol en su irrefutable camino y como el olor a primavera de finales de marzo.
Ellas serían capaces de hacer que Hércules les bajase la luna y les apagase las estrellas.
Son como pasear en las noches de verano y como tomar un chocolate caliente en invierno.
Y sí, ellas son más que una virtud; ellas son un milagro.
Y sí, el día 273 ellas estaban conmigo.
Y sí, el día 273 dejé de echarlo de menos.
DÍA 273.
Era un día soleado en Sydney (como habituaba ser cada día de verano).
Estábamos las tres juntas en nuestro rincón favorito de la ciudad: una cala oculta a ojos intranquilos o turistas ruidosos; con aguas cristalinas y arena muy fina.
Pero aquel día, había algo raro en el ambiente; y no, juro que no me estaba volviendo loca.
Me levanté de la toalla, me sacudí algunos granos de arena que se me habían pegado a las piernas a a causa de la crema solar y dije:
-Voy a bañarme, hay algo en el ambiente que me está poniendo nerviosa.
-¡Oh Belle! -se río. -Eres demasiado paranoica. -dijo Lexie.
Yo solo rodé los ojos y miré a Lissa dormir:
-Creo que sería mejor despertarla si no queremos que coja una insolación y cierto suizo con ojos verdes nos mate.
-Mmmmm... Tal vez tengas razón. -exclamó Lexie pensativa.
Solté una risita y me dirigí corriendo hacia mar.
Amaba la sensación del agua rozando mi piel y llenando todos mis poros de frescura.
Me gustaba flotar y que las olas tomasen el control de mi cuerpo.
Me encantaba bucear y ver como mi cabello se desornaba sin sentido aparente.
Después de 30 minutos en el agua y con la piel lo suficientemente arrugada para considerarme una viejecita, salí del mar y me dirigí hacia donde estaban mis amigas.
No fue hasta la mitad del camino que sentí como me observaban.
Me paré y giré mi cabeza hacia la derecha encontrándome con una alegre, pero, penetradora mirada color café.
Y sí, ahí fue donde empezó esta descabellada historia.
ESTÁS LEYENDO
You kill me (in a good way)
RomanceSé que ya no me veré brillando en tus pupilas. Sé que mientras tú sonríes, yo me coso heridas. Todo se me fue. Puesto que soy el invierno contra tu primavera. El olvido frente a tu recuerdo. El mar contra el desierto. El vacío frente a lo lleno.