Te conozco

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Está jugueteando nerviosamente con sus dedos mientras se acomoda en la silla de la sala de espera, ya llevaba 3 meses en terapia para el tratamiento de la ansiedad, Alana no podía evitar sentir a veces que nada de eso tenía sentido, que todo era en vano, que no tenía remedio, y esa era otra de las cosas en las que tenía que trabajar con la Dra. Callahan. Era una mujer muy dulce y atenta, intentaba asegurarse de que siempre se sintiera relajada durante sus sesiones, optando por evitar respuestas que la pusieran incómoda, al menos hasta el final de la sesión, cuando los nervios estaban menos alterados.

Pone su mochila sobre su regazo, intentando no pensar en cosas negativas. En eso, llega una persona que se sienta en la silla a su lado, Alana lo ve de reojo, opta por levantar la vista, fijándose en sus zapatos en lugar de ello, pero luego de unos 10 minutos, decide mirarlo con disimulo, notando a un chico familiar echado atrás en la silla, sus largos mechones cubriendo uno de sus ojos. Tan sólo al distinguir los ojos ajenos dirigiéndose a ella, evade su mirada, mirando de vuelta a sus zapatos.

En lo poco que pudo distinguir del rostro y ropas del chico a su lado vio una figura conocida, pero no pudo verlo completo y por ende no supo si realmente se trataba de él...

Tragó en seco, carraspeando, volteándose a mirarlo, extendiendo su mano en un gesto cortés. Ahí el chico se giró a mirarla con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera gris. Tenía una expresión despreocupada, leves ojeras comenzando a notarse bajo sus ojos. La sonrisa nerviosa de Alana se desvaneció en cuanto vio que se trataba de Connor Murphy, quien simplemente arrugó el ceño ante la expresión.

—Uhm. —Alana se quedó en blanco, aún con su mano extendida. Entendiendo el gesto, Connor tomó su mano con algo de brusquedad y simplemente la sacudió un par de veces, para luego soltarla con la misma actitud. —¡O-Oh! Hola, soy... uh... Al- —Connor la interrumpió.

—Alana Beck, lo sé. Te conozco. —Se volvió a echar atrás con desinterés, cruzándose de brazos. —La cerebrito, ¿no? —.

—Bueno, alguna gente me dice así, jaja...—Se sintió un poco incómoda por ese apodo, pero algo interesa porque sabía de ella. —Connor Murphy, ¿no? —Sonrió un poco.

—Mhm. —Hizo un sonido afirmativo, quedándose callado un largo rato después. Alana buscaba en su mente algunos temas de conversación para distraerse. —¿Y? ¿Qué tienes? ¿Trastorno obsesivo-compulsivo? ¿Trastorno bipolar? ¿Déficit de atención? —La normalidad con que lo preguntaba daba miedo, y Alana no sabía si responder. Si te está preguntando es porque él tiene algún problema también, no te sientas rara...  

—Tengo, uhm...—Miró hacia un lado con algo de nervios. —...Ansiedad. —

—Huh. —Murmuró Connor, quien disimuladamente miró esas pequeñas manías suyas que demostraban sus nervios, como el movimiento de sus dedos. Alana no quería preguntar cuáles eran los problemas de Connor. 

—Ah, ¿recuerdas que... hicimos un proyecto juntos? —Sonaba un poco esperanzada preguntándolo, queriendo saber si Connor la recordaba de alguna manera. Él asintió, desganado. 

—Fue un buen trabajo, una de las pocas buenas calificaciones que he tenido. —Rió suavemente, no de forma fingida, sino... genuina, aunque era una auto-burla. —No pensé que tú vinieses aquí, de todo el mundo. Digo, pareces estar bien, en la escuela, al menos. —Alana rió un poco, sin saber cómo responder. Quizás aparentaba estar bien en la escuela a veces, pero en el fondo, tenía un sin fin de inseguridades y problemas que no dejaba ver.

—Sí, bueno, todos tenemos problemas. —Sintió que quizás no sonó muy agradable, pero quería indicar que no era diferente a los demás. Salió la doctora por la puerta de su oficina con una papeleta.

—¿Alana Beck?—Alana se levantó ante el llamado, avanzando hacia la puerta, no sin antes voltearse a mirar a Connor, despidiéndose con la mano. Él devolvió el gesto sin ganas. La joven entró a la oficina, dejando al otro solo con sus pensamientos.

te encontrarán // dear evan hansenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora