6. Peligro

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¿Por qué me intimidaba su voz? Yo había cambiado, no era la misma chica de hace cuatro años, estaba feliz con eso. Maduré, la Chelsea que solo vivía de flores y colores no existía. Bueno, al menos no dejaba los demás lo supieran.

—No tengo nada que hablar contigo, Kevin —Forcé las palabras a escapar de mi boca.

—Si lo tenemos y preferiría que fuera cara a cara —Dijo suavemente.

—No voy a darte mi dirección —Me frustré—. Y no voy a hablar contigo.

Sin embargo, no colgué.

—Si vamos a hablar y puedes venir tú a mi casa —¿Por qué sonaba tan tranquilo?

Me decidí a cortarlo de raíz.

—Mira, Kevin —Usé mi voz de ‘oh, soy tan mala’—. Solo fue una noche, ambos estábamos fuera de nosotros.

—Ni siquiera tu eres capaz de creer eso, Chelsea —Dijo sarcástico—. Sabíamos lo que hacíamos.

—Lo sé —Asentí, aunque él no me veía—. Pero eso era todo, fue solo sexo, tengo novio.

—¿Y lo amas? —Rió.

—Sí —Dije seca.

—Si amas a alguien no lo engañas —Respondió en el mismo tono.

—Kevin, tenía ganas de acostarme contigo desde hace mucho tiempo —Iba a arrepentirme de mis palabras más tarde—. Lo nuestro fue solo sexo, amo a Christopher y a partir de ahora, por favor no me llames si no tiene que ver con trabajo.

Su suspiro llegó a través de la línea.

—Como quieras —Estaba a punto de colgar y volvió a hablar—. ¿Chelsea?

—¿Sí? —Pregunté, ya de malas.

—Tus zapatos y tu bolso están en mi casa —Contestó.

Me colgó. Él tenía como rehenes a mis Louis Vuitton y mi dignidad es lo que quería a cambio de ellos. Bien, sabía que no era propio de mi, pero en lugar de correr a su casa y reclamar a mis bebés, tecleé en su número, lo anoté como ‘Tonto con T’ y respondí.

Tú tienes mis zapatos, yo tengo tus boxers… puestos.

Oh, era una completa mentira, los tenía escondidos en alguna parte de mi vestidor –no me había atrevido a botarlos, eran muy lindos, a cuadros azules y verdes–, pero simplemente el chico sacaba lo peor de mi, quitando a la adolescente interior, deseé darle una imagen mental o algo por el estilo, aunque era el tipo de cosas que haría Katie, no yo.

La réplica llegó segundos después.

Te daría tus zapatos a cambio, pero lo siento, no puedo creerte sin una foto de ellos ahora, quizás tendrías que enviarme una.

Rodé los ojos y sin querer, dormí con una sonrisa.

Me tomé todo el tiempo del universo a la hora de entrar en el teatro el siguiente martes, era el primer ensayo oficial de Lo Nuestro es Historia, no había vuelto a comunicarme con Kevin, pero creí que le quedaba en claro que no sería de mi agrado que Roger y Lía supieran de nosotros… lo que sea que eso haya sido.  De cualquier forma, abrí la puerta con mucha lentitud, allí ya estaba Rog, también Zack, Lía y un Kevin que parecía enfrascado en una conversación interesante con ella.

Rodé los ojos sin dejarme llevar por el sentimiento oscuro que se formó en mí e intente sonar normal cuando dije un ‘hola’ general. Todos respondieron en tono bajo y rápidamente tuve a Zack y Roger invadiéndome.

Zack era un buen chico, me recordaba sospechosamente a Christopher, con el mismo tono castaño de cabello, ojos negros y ligeramente moreno, cejas finas… No eran iguales, pero sí similares, creo que inconscientemente quería un recuerdo de Christopher mientras iba a estar cerca de Kevin.

El primer ensayo fue normal, era una especie de flashback donde yo debía declararme a Kevin –Já– y él rechazarme con ‘tacto’, luego nos rencontrábamos en la universidad y yo como que escapaba hecha un mar de lágrimas. Seguía molestándome el tener que fingir declararme a Kevin con un montón de palabras cursis, cosa que yo jamás haría.

Cuando acabamos, a pesar de las protestas de mi mente, me obligué a hablar con Kevin apartándolo de las felicitaciones de Lía, para que nadie nos escuchara. Él solo me vio sorprendido.

—¿Qué…? —Comenzó y lo corté.

—Mira, quiero mis zapatos de vuelta —Dije en un tono poco amigable.

Soltó una risa.

—¿Me hablas para eso? —¿Por qué su sonrisa era tan bonita?

—Son míos —Intenté sonar amenazante y conseguí otra risa.

—Lo sé —Se mordió el labio, oh—. Créeme yo no pensaba usarlos. Y hablando sobre usar, tú también tienes algo mío.

Luché contra el impulso de sonrojarme.

—Solo quiero mis zapatos, Kevin —El coraje que sentía el día anterior se había esfumado.

—Bien —Sonrió—. Dame tu dirección y te los llevo mañana.

Entrecerré los ojos.

—No, eso no va a pasar —Pensé una escusa—. Tengo novio.

Parecía que esa era la respuesta a todos mis problemas últimamente...

—¿Y? —Alzó las cejas.

—Vive conmigo —Mentí.

—Oh —Murmuró.

Cuando estuvo un minuto en silencio creí que la discusión estaba ganada, entonces volvió a hablar: —Supongo que tú tendrás que venir a buscarlos entonces.

Este chico era un peligro. Y estaba sonriendo de nuevo.

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