Una buena madre no olvida a sus hijos, una buena madre no intercambia a sus hijos, una buena madre no se queda sentada ante el secuestro de sus hijos. ¡Y yo era una buena madre! Por lo tanto, un miércoles por la mañana, solo un día después del primer ensayo, junte fuerzas, respiré profundo y fui a salvar a mis bebés.
Fui caminando hasta su casa, con las energías completamente recargadas, cuando golpeé la puerta él apareció con un bonito traje y me frunció el ceño.
¿Qué hacía él con un traje? Digo, no es que me quejara por la vista, él se veía simplemente delicioso en él, imagina como se vería sin él… Aunque yo ya había visto eso.
—¿Chelsea? —Preguntó, asombrado.
—¡Hey! —Intenté sonar entusiasmada—. Mira, chico, vine a por mis hijos.
—¿Tus hijos? —Siguió mirándome extraño.
—¿Mis zapatos? —Dije.
Entonces pareció entenderlo y soltó una risa por lo bajo. Abrió la puerta para mí.
—Pasa —Sonrió y su bendito, bendito hoyuelo apareció allí.
No babees, Chels.
El lugar seguía igual a como había estado en mi última visita, me dijo que lo esperara en un sofá que tenía, pero decidí quedarme de pie, se sentía como si la boda hubiera sucedido hace años. Hacía menos de dos semanas había estado en esta casa y hecho cosas de las que me arrepentía… en parte.
Kevin regresó con mis hermosos Louis Vuitton alejándome de mis oscuros pensamientos. No voy a mentir, casi se me escapa una lágrima a la hora de tomarlos en mis manos.
Oí una risa por parte de mi compañía y lo miré.
—¿Quieres que los deje a solas? —Se burló.
—Cállate —Demandé y con gran destreza, me quité mis simples zapatos negros, remplazándolos por la comodidad preciosa y azul de mis pequeños.
Suspiré con felicidad y metí en mi bolso los zapatos olvidados.
—Gracias —Sonreí, me encontraba realmente feliz de tenerlos.
Sin embargo, cuando caminé a la puerta su mano en mi brazo me hizo frenar de golpe, fingí como si su tacto no hubiera enviado electricidad por mi piel.
—¿Qué sucede? —Dije quitándome su mano de encima.
—Tú también tienes algo que darme, Chels —Mostró su bonita dentadura en una sonrisa.
—No sé de qué hablas —Me obligué a sacar las palabras de alguna parte.
—Sí, lo sabes —Rió.
—Oh, estoy segura de que tienes miles —No quería decir la palabra—. Además no puedo ir con… eso… por la calle.
—Estás en lo correcto —Me dijo suavemente—. Tengo muchos.
Sonreí.
—Pero ninguno de ellos ha sido usado por ti —Terminó.
Sentí mi cara quemar, si bien era cierto que no los había usado cuando le envié el molesto mensaje, el día de mi escapada lo había hecho.
—Eso suena un poco a psicópata —Murmuré, intentando parecer firme.
—¿Los tienes? —Preguntó—. En serio, son mis favoritos.
Tomé una gran bocanada de aire.
—Están en alguna parte de mi casa —Dije—. Escondidos y…
Iba a continuar pero un insulto escapó de los labios —oh, tan, tan perfectos labios— de Kevin. De repente corrió de un lado a otro en la pequeña casa y comenzó a empujarme fuera.
—¿Qué es? —Exigí por lo bajo mientras salíamos.
—No quiero ser grosero —Habló rápido—. Pero tengo que estar en el trabajo en cinco minutos.
Entonces entendí, él era abogado, estaba con su traje y eran como las diez p.m.
—¡Oh! —Exclamé—. Lo siento, si, debería irme.
Comencé mi caminata y sentí su mirada en mí.
—¿Y tu auto? —Cuestionó.
Me paré.
—Vine a pie —Dije.
Él maldijo de nuevo.
—Sube al auto, Chelsea —No sonó como una pregunta.
—Pero… —Estaba completamente confundida—. ¿Por qué?
Miró hacia mí como si fuera estuviera preguntando algo obvio.
—Voy a llevarte a casa.
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Lo Nuestro es Historia
Ficção Adolescente“—¿Por qué no quieres que él me lastime? —Pregunté y solté una risa seca—. ¿Quieres ser el único con ese privilegio?”