-Milord, milord-sintió Frederick una irritante voz que lo llamaba desde la distancia, y pudo divisar entre la multitud que había a una mujer de unos 60 años, arrugada, llena de joyas extremadamente exageradas y sonrisa emocionada, por lo que supuso que era la vizcondesa Flipsen. A su derecha iba arrastrando a una joven de no más de 26 años, delgaducha, con un vestido demasiado voluminoso y que parecía estar sufriendo en aquella situación.
-Madam es un honor que me haya invitado a semejante evento-e hizo una reverencia
-El honor es todo nuestro de tener a tan importante invitado en nuestra casa, es usted siempre bienvenido milord-y le devolvió la reverencia pero de manera estudiada, para nada natural-Quería presentarle a mi nieta mayor, la señorita Fancy Dulcasse-y dio un pequeño empujón a la joven para que se presentara de la misma manera.
Por un momento sintió pena por la muchacha, parecía estar demasiado obligada a hacer todo ello y no tener otra opción factible más que fingir gusto.
-Es un placer-le contestó pero sin prestar demasiada atención, algo en su interior lo instaba a mantenerse alerta, como si pronto se encontrara con algo muy importante y no lo dejaba mantenerse concentrado en las conversaciones sosas de los invitados.
Lady Griselda se dedicó a detallar cada uno de los logros de su nieta y a etiquetar cada una de sus habilidades como si fuera un vendedor intentando convencer a alguien de comprar lo que ofrecía. Frederick se estaba comenzando a impacientar y había empezado a pensar formas de evitar que la mujer siguiera toda la noche con su cháchara incesante y superficial.
Por una señal del destino sintió un leve cosquilleo, como si alguien lo estuviese observando y quedó prendido a una mirada a varios metros de él. Eran unos ojos tan verdes como un bosque en día nublado y pertenecían a una joven que parecía estar admirando la escena. Tenía la piel nívea, cabello rizado del color de un rojo carmesí muy oscuro, rostro ovalado de muñeca y labios pequeños pero llenos. Su figura le parecía de lo más espectacular, era muy alta y de curvas bien definidas, y el delicioso pero recatado vestido destacaba y ocultaba su cuerpo de manera astuta y excitante. Su entrepierna comenzó a palpitar a gritos y no pudo dejar de ver sus blancos hombros al descubierto, que le hacían agua la boca.
Jamás le había sucedido sentirse tan atraído físicamente hacia una mujer, y menos una completa desconocida, pero allí estaba expuesto y con una terrible erección en medio de un salón de baile y con una anciana vanidosa hablando de su nieta a su lado.
La misteriosa muchacha desvió la vista de él por un segundo pero seguidamente lo volvió a mirar y esta vez portaba una amplia sonrisa rastro de la risa que estaba conteniendo, parecía que estaba disfrutando del espectáculo pero pronto manifestó una despedida a sus acompañantes y se fue del salón como un conejito en plena caza, aspecto que a su cuerpo le pareció un reto de lo más apetecible. Sintió las manos de James en sus hombros y debió controlarse para no salir corriendo en su búsqueda como lobo en celo.
-¿Viste que lindo bocadito había allí? Apuesto que puedo atraparla-le susurró James con una lánguida sonrisa
-¿A quién te refieres?-fingió no darse cuenta de quién estaba hablando
-De la pelirroja voluptuosa que se acaba de ir, seguro con mis habilidades puedo hacer que maúlle como un gatito...
Su alma se llenó de celos incontrolables, se sentía un chiquillo al cual le estaban robando su regalo de navidad y para nada estaba dispuesto a ello. Quiso contestarle de una manera poco amistosa pero cuando volteó su rostro su hermano ya no estaba detrás de él, sino que iba en dirección al pasillo donde la muchacha había ido.
La vizcondesa continuaba hablando sin parar mientras que su nieta miraba cómo danzaban los invitados con fingido interés.
-Madam-la interrumpió con una voz profunda-Debo ir a hablar con mi hermano un segundo, si me permite retirarme...-la mujer abrió los ojos de par en par pero rápidamente contrajo su rostro a una aparente tranquilidad
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Sorpresa de un jazmín
RomanceLa joven Danielle Belcher se encuentra en la disyuntiva que aquejaba a todas las mujeres de Londres en 1860, encontrar marido. Con un temperamento entrometido, curioso pero rígida e inteligente debe afrontar su complicada situación económica para l...