Si su hermano en algún momento creyó que Danielle era una persona tranquila y misericorde, había errado fatalmente al confiarse y ahora se encontraba pagando con creces las consecuencias de esto.
James comenzó su "entrenamiento" como guardaespaldas dos semanas antes de que su hermano se fuera a Hampshire para arreglar el desastre que no había controlado, la razón principal de esta adelantada instrucción era el temor de que este no fuese capaz de proteger a su cuñada por su demasiado arraigada irresponsabilidad y Frederick hizo todo lo posible para que un día después de que su acuerdo comenzara, este se quedarse en la casa para facilitarle el trabajo a su mujer.
Al final, quitarle la mensualidad que lo mantenía resultó una maniobra sumamente efectiva para inspirarlo a cambiar y por lo tanto, este puso ganas en su mejora personal, se lo veía completamente aseado y sobrio en la casa. Danielle se encargó de esconder o tirar todas las botellas de alcohol que pudiesen suponer alguna tentación para James, decidió el itinerario de comidas que tendría para hacerlo recuperar su figura y buen estado físico y lo inscribió en un club de esgrima para que hiciese ejercicio, dado que a consecuencia de su ociosidad había ganado peso y a duras penas le podía seguir el paso en St. James la primera vez que fueron de compras. Incluso ella había destinado un régimen para el descanso y la lectura, lo entrenaba en las costumbres del hogar como hacer la colada, saber de cocina básica, realizar tareas del jardín, pulir los metales y limpiar copas.
-Un hombre tenga la posición que tenga debe de ser de utilidad y ayuda para su mujer...y peor aun, si trabajas para mi debes de conocer cómo ser provechoso en una casa James-afirmó orgullosa mientras intentaba que James remendara una camisa-Las labores del hogar han de ser compartidas por todos de manera que se realicen eficientemente, no podemos dejarles todo el trabajo a los sirvientes o a las esposas y sentarse a fumar un cigarro como un gato haragán-escuchó decir Frederick desde la puerta de su oficina, donde podía ver el adusto gesto de su hermano quien obedecía sumisamente.
-Apuesto de que Fred no hace estas cosas, solo me estas haciendo hacerlo para que sufra un rato-se atrevió a quejarse James y Danielle soltó una carcajada. Detrás de ella pudo sentir cómo unas traviesas manos se inmiscuían entre su cintura y la presionaban tiernamente, haciendo que un rubor le tiñera las mejillas muy aceleradamente.
-Estás muy equivocado, hermanito-criticó con el ceño fruncido Frederick, quien no había podido evitar interrumpir la clase y aprovechó para situar mejor entre sus brazos a Danielle completamente abochornada-Aunque no lo creas yo también hago esas cosas, a Sybil y a parte de los criados casi les da un ataque al verme cargando y plantando pinos en el jardín-sonrió y ella se sonrojó aún más al recordar los duros contornos de los brazos de su marido en mangas de una vieja camisa sosteniendo el tronco del árbol, aquello había sido todo un espectáculo para sus ojos.
-Igualmente no creo contraer matrimonio nunca, no sé por qué te preocupas por que aprenda estas cosas...-susurró por lo bajo su pariente y Danielle abrió los ojos como platos al escucharlo-Todas las mujeres que conozco listas para el matrimonio son aburridas como muñecas de porcelana que debes comprar en una tienda, únicamente piensan en títulos nobiliarios, joyas, ceremonias del té y cursilerías baratas; viven en un mundo estéril y alejado de la realidad, no conocen nada y no quieren hacerlo tampoco.
-Creo que estas pecando de sabiondo,no todas son así, quizás si tuvieras un contacto más decente con ellas te darías cuenta de que hay varias señoritas que pueden llamar tu atención...hasta mis primas pueden llegar a ser agradables-afirmó Danielle y pudo ver un súbito brillo de interés en los ojos de su cuñado, que pronto fueron ocultos por un semblante amargo.
-Pues lo dudo mucho, pero gracias por la preocupación-le sonrió sin ganas y continuó metiendo y sacando la aguja en la arruinada tela. Danielle se sorprendió de lo rápido que el sinvergüenza que se dedicaba al libertinaje había cambiado a un obediente y fiel compañero, era una persona completamente alejada del pesado acosador que conoció en la fiesta de los Flipsen y pronto su curiosidad le picó para saber qué le había ocurrido para cambiar de esa abrupta manera, supuso que una amenaza monetaria no surtiría tan poderoso efecto y se cruzó de brazos pensando en las infinitas y misteriosas posibilidades.
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Sorpresa de un jazmín
RomanceLa joven Danielle Belcher se encuentra en la disyuntiva que aquejaba a todas las mujeres de Londres en 1860, encontrar marido. Con un temperamento entrometido, curioso pero rígida e inteligente debe afrontar su complicada situación económica para l...