La felicidad a cambio del silencio

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Si era posible morir de felicidad, Frederick estuvo a punto de hacerlo cuando vio a Danielle descender con ayuda de Emilian por la larga y ancha escalinata principal rodeada de flores. Lucía deslumbrante en aquel vestido de novia, su pecho no podía contener la alegría que le provocaba saber que sería su mujer al fin.

Había sufrido tantos años pensando que alguien más se había llevado aquella preciosa imagen de ella con vestido de novia, su brillante sonrisa y  sus miradas que no podía creer que todo aquello al final terminó siendo guardado para él. No comprendía por qué el destino se había puesto de su lado para permitirle a pesar del dolor que le causó, poder casarse con ella.

Los ojos verdes de Danielle centelleaban como un millón de estrellas a punto de derramarse, estaban más claros que nunca tal y como el paisaje de un bosque cálido y soleado. Emilian hizo los honores reemplazando el lugar de su fallecido padre y pudo ver el anhelo no expresado de Danielle mientras se despedía y la entregaba a Frederick. Comprendió al instante el deseo implícito del delicado apretón de ella y la suave sonrisa triste de su hermano. Seguramente extrañaban y deseaban que el anterior conde fuera quien lo hiciera, pero era imposible.

Cuando ella tocó su mano pudo sentir a través del impoluto guante blanco todo su calor y se sintió fuera de sí, completamente arrollado por la emoción violenta de tomarla en un lugar alejado junto con una ternura inconmensurable que batallaba por contener para no llorar en medio de la ceremonia.

El padre Snow realizó eficazmente la unión con palabras claves y precisas, no se detuvo en cursilerías baratas que tanto les agradaba a algunos y Fredrick estuvo más que agradecido por haber seguido la recomendación de su nuevo amigo, Gerard Hwake.

Los labios de Danielle temblaban por los nervios cada vez que citaba las palabras y sufrió demasiado al colocarle a Frederick el anillo ya que su mano no le respondía y los guantes de seda la hacían luchar demasiado debido a la suave textura del anillo de oro. Ante los ojos de tantos espectadores temía cometer un error y avergonzarlo.

Nunca lo había visto tan arrebatadoramente guapo como en ese momento, apenas lo vio al descender las escaleras se había quedado sin aliento y sus mejillas delataban lo nerviosa que la ponía con aquel elegante traje blanco. Su cabello dorado brillaba bajo la luz de la enorme araña de cristal y estaba peinado hacia atrás dejando ver su rostro de refulgentes ojos azules como el mar. Notó como su perfilada mandíbula se tensaba al verla y le dio un vuelco de satisfacción saber que la emoción de su mirada era genuina.

Sintió como los dedos le quemaban por la urgencia de tocarlo, de abrazarlo y fundirse en él mientras el sacerdote citaba los últimos párrafos de la biblia para oficializar la boda. Sus pensamientos se habían vuelto tan ilógicos con su cercanía que apenas escuchaba lo que el párroco decía, la cabeza le daba vueltas y las lágrimas estaban a punto de salir para revelar su emoción contenida. Estaba tan feliz que las manos le sudaban y no podía dejar de sentir una serena y cálida sensación de alegría al mirarlo de reojo por el velo que la cubría.

Sellaron la unión con un dulce pero delicado beso, debido a que no era tolerable una muestra física de afecto demasiado pasional en público y algo en Danielle se sintió extremadamente liberado cuando escuchó las últimas palabras del cura. Fue como si la piedra enorme que había estado comprimiendo por tantos años sus hombros hubiese sido destruida y reemplazada por esa cálida sensación de felicidad.

El júbilo se apoderó de los presentes y comenzaron a aplaudir con vivacidad mientras ambos recorrían el pequeño pasillo que se había formado entre ellos. La orquesta comenzó a tocar canciones joviales, los hombres mayores palmeaban los hombros de Frederick y las mujeres se acercaban a abrazar a Danielle tiernamente. Pronto los niños pequeños los atacaron para saludarlos entregándoles flores y Frederick subió a sus brazos a Francis mientras este reía jugando con su arreglado moño. Aquella imagen hizo que a Danielle se le sacudiera el corazón de regocijo, era tan tierna que hizo que ansiara ver aquello más seguido y con un hijo propio.

Sorpresa de un jazmínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora