Capítulo 51

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—¿Y si vamos a mi habitación? —preguntó Daniel, agarrando mi cintura con firmeza y dedicándome una sonrisa pícara, plasmada en su rostro.

—Esta bien, vamos. —accedí, mordiendo mi labio inferior, ignorando el echo de que llevaba pintalabios, ya que este era de larga duración, en esos momentos agradecía de corazón que Maya llevara el color perfecto para mí, ya que todos mis pintalabios eran muy simples.

Ambos nos abrimos paso entre la multitud, caminando dificultosamente hacia las escaleras, él iba por delante, de manera que a mí se me hacía bastante más fácil el dar un paso adelante, ya que cuando él separaba a la gente, o se volvían a juntar hasta que yo pasaba entre ellos. Un par de minutos más tarde ya estábamos subiendo las escaleras, con la máxima rapidez que me permitían mis cansados pies.

Subimos las escaleras con rapidez, para mi sorpresa fue bastante sencillo, al parecer nadie había subido al piso superior, por que lo escalones y el rellano estaban libres de basura o personas, cosas que predominaban en las fiestas a las que había ido anteriormente, yo iba por detrás de Daniel, que andaba a paso acelerado, al parecer tenía muchas ganas de llegar a su habitación.

En escasos segundos ya nos encontrábamos frente a la puerta de su cuarto, ya sabía que había cerrado su puerta con llave, por lo que esperé a que sacara la llave y la abriera, cosa que hizo con tanta rapidez que ni si quiera me di cuenta. Observé todos sus movimientos, pero hubo un problema: la llave no casaba con la cerradura, cosa que, al parecer, nos asustó a ambos, ¿cómo era posible aquello? Sólo llevaba una llave, por lo que no se había podido equivocar.

Unos extraños ruidos, acompañados de algunas voces masculinas llegaron a mis oídos, aquellas voces me resultaban algo familiares, pero no sabía por qué, era como si mi cerebro no quisiera identificar a quien estaba oyendo. 

—No me jodas, Jesús, Gabriel, Jude, ¿qué mierdas hacéis en mi habitación? —preguntó Daniel con un tono de voz bastante más alto de lo normal, estaba claro que se había enfadado.

Si Jesús y sus amigos eran los que estaban en el interior de la sala, ¿cómo había podido ser que no les reconociera? No había bebido tanto, la parte racional de mi aún estaba activa y creía que la memoria estaba en toda su plenitud. Pero, una pregunta más recorría mi mente: ¿qué hacían ellos allí? 

El día que perdimos la inocencia. [Gemeliers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora