Capítulo 54

223 7 0
                                    

—¡Por la puerta de la cocina! —exclamó Jesús de repente, captando de golpe toda nuestra atención.

—Es verdad, salimos al jardín, y de ahí salimos a la calle de atrás, estaremos bien, a partir de ahí cada uno se va por su lado. —lo secundó Daniel, asintiendo levemente con la cabeza, aún meditando el plan que habían trazado entre los dos hermanos.

Todos suspiramos, casi al mismo tiempo, estaba claro que el hecho de tener por fin un plan para salir de allí sin tener que enfrentarnos a la policía relajaba los nervios, al menos, en la mayor parte de ellos.

—¿Y si quedamos en un lugar concreto por si acaso nos dispersamos? Así sabremos que todos estamos bien. —comentó Maya, justo cuando todos nos disponíamos a bajar las escaleras, en dirección a la cocina.

—Nunca pensé que diría esto, pero ha tenido una buena idea. —la apoyó Gabriel, parando justo en el primer escalón.

—¿En el cementerio? —propuso la chica, consiguiendo distintas reacciones por nuestra parte, entre otras, las miradas que, claramente, la acusaban de estar loca.

—No, nada de eso, al salir cada uno se va a su casa y punto. —ordenó Daniel, con una expresión seria en el rostro.

—Pues yo iré, quien quiera ir que venga conmigo. —aseguró Gabriel, mirando a Daniel con desaprobación y autosuficiencia.

—Yo también iré, se sincero Daniel, no tenemos donde quedarnos a dormir. —lo secundó Jesús, cruzando sus brazos sobre su pecho.

—¿Os dais cuenta de que estamos perdiendo el tiempo? —comentó Jude, rodando los ojos, con expresión de estrés en los ojos.

—¿Sabéis qué? Lo más fácil es que cada uno haga lo que quiera y punto. —dijo Daniel, dando por concluida la conversación de una vez por todas.

Y sin más que decir, todos y cada uno de nosotros comenzamos a bajar las escaleras con rapidez, en dirección a la cocina, acompañados por el ruido ensordecedor y acelerado de nuestros zapatos chocando contra la madera de las escaleras. En a penas un minuto ya nos encontrábamos todos en la cocina, esperando a que Daniel abriera la puerta, para poder salir de allí lo antes posible.

—Si os pillan, simplemente llamar a alguien para decírselo. Mucha mierda. —comentó Daniel, como si aquello fuera el principio de Los juegos del hambre, como si fuéramos a acabar muertos de un mom a otro, si dábamos un mal paso.

Aunque, la verdad, yo estaba realmente nerviosa, deseaba salir de allí sin ningún percance, aunque había cierta probabilidad de no conseguirlo.

El día que perdimos la inocencia. [Gemeliers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora