Confesión

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Iba a morir. Eso era lo que pensaba. Mi vida pasaba por mis ojos, mostrando todos los dulces momentos con Lanzlou. Era lo mejor que había llegado a mi vida... Y ya lo había perdido.

La bestia cerró la boca despacio y sus ojos verdes celestes regresaron.

-Nella...

Oí por primera vez la voz del monstruo. Era parecida a la de Lanzlou, solo que más profunda.
Se apartó de mí y se fue arrastrando a la otra esquina. Me miró horrorizado. Me intenté acercar a él gateando. Mis sospechas eran ciertas.

-¿Lanzlou?

-Veo que no hace falta que intente escapar. He tratado de huir de la verdad, arreglar las cosas pero no hacia más que empeorarlo y no tengo fuerza de voluntad.

-Tú... Eres la bestia... Tú has matado a mis compañeros.

-Nella, no quería hacerlo, de veras, pero es mi naturaleza. He intentado millones de cosas para evitarlo pero... No lo consigo... Pero tú... No paras de sorprenderme. Con un solo chasquido de dedos logro evitar hacerte daño y eso que siento un deseo ardiente por matarte y al mismo tiempo, te amo con todo mi ser.

-Lanzlou... Quiero respuestas. ¿Qué eres? ¿Por qué ha pasado todo esto? ¿Cómo? ¿Y qué es lo que quieres?

-Voy a tener que contarte todo desde el principio. Quiero contártelo todo, Nella. Te contaré mis orígenes y espero que tomes una decisión...

Lanzlou

Lanzlou no es mi nombre real. Mi auténtico nombre es Lanzarote y... No el Lanzarote de las historias del rey Arturo. Yo era su hermanastro pequeño y lo admiraba desde que era un jovencito. Tenía unas dotes con la espada admirables. Yo intenté más de una vez dominar su filo, pero nunca logré hacer un movimiento a derechas. Sin embargo, yo tenía habilidades mil veces mejores que las de mi hermano. Era el más rápido, tenia una gran agilidad, era muy inteligente y mi fuerza superaba con creces a la de mi hermanastro.
La gente del pueblo comenzó a darse cuenta que con mi potencial podrían crearse nuevas técnicas de lucha. Lograriamos conquistar millones de territorios. Mi hermano vio el peligro de perder su fama, por lo que una noche me llevó al antiguo bosque.

-¿Por qué estamos aquí, hermano?

Le pregunté mientras paseabamos por el oscuro bosque.

-No te lo mereces.

Lanzarote se detuvo y habló de espaldas.

-No te mereces tener mi nombre. Yo soy un verdadero caballero, ¿tú que eres? Hijo de una campesina.

-¡Por favor, Lanzarote! ¡Un verdadero caballero debe hablarle a la cara a otra persona! ¡Y le agradecería que no hablare así de madre! Ella... Fue violada por nuestro mismo padre, ¿lo olvidó?

-¿Lo ves?

Se dio la vuelta, penetrándome con una mirada intimidante.

-Ya no te aguanto. Llegó el momento para que vayas donde deberías estar... ¡Demonio!

De repente, un montón de hombres me atraparon. Me ataron de pies y manos y colocaron una espada cerca de mi cuello para que no me atreviera a forcejear. Lanzarote se acercó a mí y apartó la mirada en señal de desprecio. Entregó dinero a uno de los hombres y se fue dándonos la espalda.
Aquellos hombres me llevaron a un acantilado que llevaba al mar. Uno de ellos agarró una daga con agua bendita.

Amor A MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora