Baile XVIII

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Las miradas sobre ellos eran inquietantes, no les dejaban estar tranquilos en su burbuja de vals. Todo empeoraba cuando se giraban y veían a Jongin y Heechul reír con ganas, como si fueran la obra maestra de lo cómico.

¿Lo eran?

- Al terminar podemos ir a cenar – su propuesta le hace enrojecer escandalosamente, porque las cenas empezaban a tomar un significado algo diferente al de ir a comer simplemente. Más era como un 'tengo hambre de ti'.

- No puedo – y no le importa cuando el alto casi detiene el baile – el concurso empieza este sábado en la noche y debo continuar practicando con Jongin.

Le ve levantar la cabeza y buscar al moreno en cuestión, lo ve mirarle y luego gira la cabeza y se encuentra con su mirada.

- ¿Él participará?

- Sí, baila excelente – con tutú pensó riendo para sus adentros.

En sus hermosos y grandes ojos puede ver aun, un poco de celos, de aquellos que le hacían sentir mariposas revoloteando alocadamente en el estómago, interrumpiendo los rítmicos latidos de su corazón.

- ¿Y tú estás bien con eso? – asiente sonriéndole con todos sus dientes, porque siente la calidez de su preocupación en su torrente sanguíneo, como si le estuvieran inyectando felicidad en las venas – si tú estás bien, yo también.

Minho no sabe cómo puede aún estar ahí, sonriéndole y mirándole a los ojos mientras bailan el uno dos tres que marcaba su ritmo. De repente ese sábado tiene demasiada importancia, tanta que su compromiso, que se llevaría a cabo el mismo día, le hace doler el pecho en cada respiración.

- ¿Irás a vernos?

- Por supuesto que sí.

¿Era acaso la primera mentira que estaba diciéndole?

Sólo que apalea la respuesta y las punzadas en su corazón con su bonita sonrisa bailando en sus labios.

El deseo de querer ser parte de su vida un poco más, de querer conocerlo un poco más, se vuelve en una ilusión que, acababa de darse cuenta, terminaría ese fin de semana.

Pero no quería que fuera así, porque en el fondo quería que fuera parte de su vida, justo como empezaba a serlo, sólo que un poco más, cada vez.

¿Acaso le gustaba tanto como para hacer una locura por él?


Estaba ahí sentado en uno de esos sillones ridículos del taller de costura de su mejor amigo, esperando a que saliera y se probara ese traje. Intenta distraerse con todo lo que había ahí; telas extrañas por aquí y por allá, al igual que las cajas de botones y zippers, tijeras y otras herramientas que ni conocía y no sabría nombrar, pero que desde hacía bastante tiempo Kibum jamás le dejaba tocar.

Como si fuera un niño destructor.

- Hasta que se te ocurre venir – su falta de insultos le sabe raro, como que algo peor que eso vendría pronto.

- Sí, tengo qué – dijo suspirando y dándole paso a esa gesticulación exagerada que siempre hacía con toda su cara, sobre todo con su ceja levantada, advirtiéndole que pronto lo torturaría.

- ¿Soy yo o ya no quieres casarte?

- Aún falta para eso.

- Idiota.

Quiero ser - 2minDonde viven las historias. Descúbrelo ahora