Baile XIX

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Despertar y estar abrazado a la delgada cintura de su profesor, había sido lo mejor que le había ocurrido. Lo tuvo como adormecido entre nubes de algodón todo el día, incluso se sentía lejos de su trabajo y todas las molestias de Jonghyun.

Pide permiso para salir con una hora de anticipación, se lo dan porque sus antecedentes son demasiado limpios como para negarle algo.

En el camino intentaba pensar en todo lo que tenía para contarle a su padre, tantas cosas, tantas que cuando llega y lo ve haciendo algo de jardinería sólo puede ver que el tiempo empezaba a pasar por su físico.

- Papá – saluda y este se acerca a abrazarlo y estrecharlo con todas sus fuerzas.

- ¡Hijo! ¿Cómo has estado? – se separan y Minho sólo puede sonreírle, porque él trabajaba tanto, se esforzaba demasiado y no quería preocuparle con las ridiculeces que sucedían en su vida.

- Bien, dicen en el trabajo que quieren promoverme.

- De nuevo.

Ambos sonríen porque ambos saben la razón por la que Minho estaba en ese mismo puesto en esa empresa. Y no era precisamente por ganar más o por tener un mejor nivel.

- Seguir tus sueños y hacer algo por otros es noble.

Aunque no suficiente.

Piensa algo triste de que últimamente su dignidad parecía tener precio y lo peor era que sentía que ya no podía detenerse y retractarse de todo. Todo le sabía demasiado pesado. Incluso se ve a sí mismo de pequeño, cuando solía estar triste porque su padre iba a trabajar como voluntario con los Médicos Sin Frontera por meses e incluso años completos, a tal o cual país cuyos nombres ni podía recordar, miraba cómo su madre jamás se hartaba de esperar, la veía sonreír como si nada, sosteniendo a su familia con lo suficiente. Y lo que más recordaba era que cuando él llegaba podía ver la plenitud en sus ojos, de ambos.

Era algo que admiraba en su madre, algo que le pareció tan importante en una pareja. Un asunto que cobra tanta importancia que le hace preguntarse por qué al resto del mundo parecía importarle demasiado la posición que otorgaba el puesto que se ocupaba y tomando en cuenta más aún la empresa en la que se trabajaba. (Sólo que nadie era perfecto, tampoco ella, menos él.)

¿Era realmente tan importante o cobraba importancia sólo cuando se le daba demasiada atención?

Sandara le daba mucha, tal vez demasiada atención. Y eso estaba mortificándole.

- Gracias – él siempre le apoyaba, y adoraba que cuando tuviera tiempo siempre se sentara a su lado para charlar unos segundos.

Su rostro era cada vez más parecido al de su abuelo, al que jamás olvidaría.

- Te casarás, no puedo creerlo – decía él sacándose los guantes y sentándose en las pequeñas gradas de la entrada de su casa.

- Ni yo – no puede evitar suspirar porque de alguna forma quería volverse pequeño, poder llorar y que su abuelo le diga que no debía hacerlo si no quería, que él lo protegería.

El silencio del momento y el ruido que hacían algunos insectos alados los distrajo de esa desazón que transmitió con ese cansado y pesado suspiro.

- ¿Tienes dudas?

- Muchas – le sonríe con culpa y desvía la mirada – ¿tú te sentiste así antes de tu compromiso? – su risa melodiosa y su mirada comprensiva le relajan un poco.

Quiero ser - 2minDonde viven las historias. Descúbrelo ahora