"Aún escribo mis canciones acerca de aquél sueño mio.
Vale la pena todo lo que pueda llegar a ser." – Nightwish, Ghost Love Score
El reflejo de la luz en una verde hoja perenne advierte mis pupilas. Transformada mi atención en una flecha que atraviesa el campo y da justo en el blanco, como una emoción que desborda mi cuerpo en forma de lágrimas, mantengo mi vista fija en aquel árbol perenne evitando hacer algún tipo de contacto con la dulce melodía de una realidad tan triste como para evitar sonreír.
En ese momento en que el sol se refleja a través del vidrio transformando las hojas en ese un verde borroso que evita mi mirada, comprendo cuán distante me veo a través de la ventana. Y es entonces cuando caigo, aprovechando el impulso de una hamaca que continúa con su habitual vaivén y se ve arrastrada hacia un momento en el pasado, dejando mi cuerpo flotando a la deriva...
Cayendo...
Mi visión, se corroe por lo que sospecho es alguna especie de agua salinosa, pues ya no recuerdo lo que se siente llorar; aunque a esta altura, tampoco creo comprender el significado de la tristeza. Mientras me debato, me veo encandilada por aquel rayo de luz que durante la noche abandonó sus ojos.
Ahora la ventana ya no refleja, ni a mí, ni a las hojas perenne, ni al sol.
Aun así, la imagen sigue grabada en mi memoria cual sello de fuego; reconozco de a poco cómo lo pasado era más bello, tiempo donde la inocencia desdibujaba las líneas entre la imaginación y la realidad, y donde el más valiente de los héroes no podría verse abatido.
Justo ahí, en ese instante, es cuando me repregunto el significado de "perenne", volviendo a ver el color verde y la ventana que celosamente guardaba mi reflejo. Sólo que esta vez, ya no hay reflejo...
Pues el vidrio soy yo.
