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Entré a casa, tiré las llaves al suelo y encontré a SoMin y HyunAh dormidas en el salón, subí corriendo las escaleras, hiperventilando, abrí la puerta de mi habitación y empecé a buscar en mi estantería, pasaba mis ojos por cada título hasta que encontré un libro completamente negro, y pasé todas sus páginas rápidamente, y en la última encontré un papel y una fotografía, en ella aparecía yo agarrando la mano de un hombre moreno, en esos tiempos yo tenía el pelo rosado, en esos tiempos yo era joven, era un enamorado, no me había dado de lo jodido que estaba. Detrás de Yoongi y de mi, había una gran mansión, una de las muchas que poseía el pálido. Comenzó a llorar, agarró la nota y la leyó:

Hola Minnie

Esperé mucho para este momento. Estoy seguro que lo recuerdas.

Viernes 12 a media noche, donde el manto de la noche cubre nuestros secretos.

Eso era todo. El lo sabía bien, sabía que iba a estar en esa calle esa noche, que era mi última noche, sabía que significaba el viernes once, sabía porqué decía que los secretos nunca serán revelados. Yo lo sabía todo, ninguno de los dos se había podido olvidar del otro.

Pequeñas y abundantes gotas empezaron a caer de mis ojos, y en un momento todo pasó como una película en mi mente.
Las miradas, las sonrisas, los besos, los suspiros, los gritos y las súplicas, el amor y el odio.

Bajé las escaleras y agarré mi chaqueta, volví a salir por la puerta de madera blanca, haciendo que el viento frío de la noche de otoño chocase contra mi cuerpo nervioso.
Me dirigí al único comercio que conocía que estaría abierto, las puertas automáticas me abrieron el paso y avancé rápidamente hasta los productos de belleza, observé los tintes, uno por uno, necesitaba justo ese, justo aquel tono rosado, cuando lo tuve en mis manos dejé un billete sobre el cajero, el dependiente me preguntó por el cambio, pero le ignoré completamente.

Me encontraba en mi casa, en el baño de arriba, estaba fatigado después de haber corrido hacia mi casa, al cerrar sólo recuerdos pasaban por mi mente, tenía la caja del tinte entre mis manos, me miré al espejo, quise llorar, volver a derrumbarme, quise dejar que él me rompiera de nuevo, no me importaba, quería volver a estar entre sus brazos.

Suspiré

Me miré al espejo y saqué el contenido de la caja, y lo dejé ahí, en el baño de mi habitación.

Salí de esa habitación de azulejos blancos, me tiré en las sábanas y caí en el sueño.

-Yoonie...- Dije mirándole desde la cama, cómo el estaba centrado en su ordenador -¿Si, Jimin?- dijo con su voz ronca, estaba cansado de tanto trabajar -Tómate un descanso, ven conmigo- Dije, quería captar su atención, quería sus ojos sobre los míos, sus manos abrazandóme y sus labios susurrandome en el oído palabras y frases bonitas, pero sabía que nunca sería así -¿Quieres algo de atención, hmm?- Dijo y asentí algo atemorizado, divertido y curioso, no sabía que sentía en ese momento- Está bien...- apagó el ordenador- tan solo- se levantó y fue a apagar la luz-recuérdame- dijo en un susurro casi inaudible para despues dirigirse a la cama donde yo me encontraba, la persiana estaba abierta, así que dejaba que la luz de la luna entrase ligeramente por la ventana, haciendo que el artefacto de metal plano y liso, deslumbrara.

No todas las cicatrices eran físicas

No todas las había cusado su padre

No todas las curaba el tiempo

Abrí los ojos, ese sueño... Suspiré pesado, me encontraba confundido, entre feliz y triste, divertido y curioso, dolido y amado, odiado y despreciado. Entré en el baño, nada más hacerlo, encontré el tinte que compré ayer, de nuevo suspiré, creía haberlo superado.
Al levantar la vista, encontré una nota pegada al espejo, un post-it blanco con algo escrito con pluma negra en él

Tan sólo eres una puta con el corazón roto.

Pero me enorgullece haber sido yo quien lo ha roto.

-12

Rompí aquella nota, en docenas de pedazos, hoy era día treinta.

Me miré al espejo, observé mis ojos azules, mi pelo negro suave, mi cuerpo cubierto por la ropa que ayer no me quité, decidí tomar una ducha.

Él estaba debajo de mi piel
En mis venas
En mi sangre
En cada célula de mi cuerpo

Salí secando mi cabello con una toalla intentando que el agua que caía de mis cabellos no mojase mi camiseta. Bajé las escaleras y encontré a HyunAh y a SoMin, la pequeña al verme bajar me abrazó, la niñera estaba haciendo el desayuno, al verme mostró pena en sus ojos, ella lo sabía todo, sabía lo de las notas, pero sabía que debía hacerlo, debía enfrentarme a él.
Me acerqué a la encimera al lado de HyunAh, que freía unos huevos revueltos para SoMin antes de llevarla a clase -Sabes que yo estaré aquí siempre, para SoMin y para ti, sois como mis hijos, por favor, ten cuidado, no recaigas- me dijo mientras lágrimas se acomodaban en su párpado bajo -No caeré HyunAh, no puedo hacerlo, no ahora- nos abrazamos en ese momento, y SoMin bajó de la silla para unirse al acto de afecto, sin saber lo que en realidad significaba ese abrazo para su hermano y su niñera.

Unas horas después, me encontraba sólo en casa, HyunAh había llevado a SoMin al zoológico, sabía que necesitaba algo de tiempo sólo. Me encontraba en el jardín, sentado en una de las sillas de plastico cubierto por la sombra que daba el pequeño porche, estaba fumando de nuevo, no lo hacía muy a menudo pero en momentos de tensión y agobio me ayudaba a relajarme.
Cerré los ojos dejando que la brisa otoñal meciera mis cabellos, cuando creía estar a punto de caer dormido, llamaron al timbre, pensé que eran HyunAh y la pequeña, pero pensé que sería demasiado pronto para eso, así que me levanté y caminé lentamente hacia la puerta, al abrirla, nadie se encontraba allí, sólo un paquete en el suelo, lo agarré y con él entre manos, miré a izquierda y derecha, para acto seguido volver a entrar en mi casa.

Fui de nuevo a la zona más verde de la casa para sentarme en la silla anteriormente ocupada por mi. Puse el paquete en mis muslos y desenvolví el pequeño cordel que protegía el papel que cubría la caja con aquel contenido misterioso, intenté buscar en la superficie algún sello o algo, pero nada, así que me dispuse a quitar el papel; al hacerlo, una caja completamente negra y al igual que el papel que la envolvía, no había nada en el exterior así que sin más preámbulo la abrí.

Un montón de fotos, cientos, era lo que contenía la caja.

Todas ellas eran mías, todas. Sacadas desde que cumplí mis 18 hasta mis actuales 23, giré una y vi un número en ella, todas tenían un número. Le puse la tapa a la caja y subí corriendo a mi habitación, tiré todo el contenido del cuadrado de cartón negro en mi cama, dispuesto a colocarlas todas en orden.

Miré las sábanas, las fotos encima de estas, ordenadas perfectamente, pero faltaba una, una de ellas, la foto doce, la puñetera doceava foto. Una idea cruzó por mi cabeza y fui a por la foto la cual encontré en el libro de chapa negra, la cogí y miré detrás de ella.

Bien echo Minnie, eres un chico listo
[12]

Sonreí inconscientemente, y recuerdo llegó a mi mente...

-Bien echo Minnie, eres un chico listo...- dijo para luego mirarme y sonreír, haciendo mi cuerpo extremecer- mereces un premio... ¿no crees? Doce estarán bien, te encantará- dijo para levantarse de la silla en la que se encontraba y caminar hacia la estantería de cuchillas...

Doce.
Él ya lo sabía
Él lo sabía desde el principio.

Sabía que iba a destruirme, me abandonaría, yo tendría que buscarme la vida, acabaría trabajando en las calles y justo cuando empezaría una nueva vida feliz... El vendría a romperme, como hacía siempre, pero oh Yoongi, esta vez será distinto, esta vez, mando yo.

💔 'b r o k e n' 💔《YM》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora