CAPÍTULO 7

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GINKGO

Era un día calmado en el clan del Tigre, Iván estaba en la habitación principal, Joel enseñaba a sus estudiantes, algunos hombres del clan habían ido al pueblo a hacer guardia, Sauce estaba en la cocina y Saúl lo ayudaba, Mina y la institutriz estaban en la glorieta, que se había convertido en su lugar para dar las lecciones.

—Ya le he dicho que así no se debe sentar —prohibió la institutriz.

—¿Por qué mejor nos olvidamos de esto y me deja ir a entrenar? —dijo Mina.

—Entrenar es cosa de hombres, las mujeres debemos estar en casa cuidando del hogar.

—Pero a mí no me gusta, ser una señorita es muy aburrido. No quiero convertirme en una mujer aburrida.

—¿Cómo que aburrido? Yo no me aburro, siempre estoy ocupada haciendo bordados, limpiando, lavando la ropa, yendo a comprar y muchas cosas más. Pero no se preocupe cuando aprenda a hacer todo esto estoy segura que se va a divertir mucho.

—No le veo nada de divertido todo esto, e incluso la ropa es incómoda, ¿cómo piensa que voy a moverme con facilidad cuando vaya a entrenar?

—¿Entrenar? Pequeña, es mejor que se olvide de eso, entrenar es cosa de hombres para que puedan pelear.

—Yo soy muy buena y quizás mucho mejor que los hombres, mi clan ha atacado al clan del León y gracias a nosotros ustedes, los del pueblo, tienen de regreso ciertas cosas.

—Y estamos agradecidos, pero como le dije pelear es cosa de hombres. ¡Ahora siéntese bien! —regañó la institutriz.

Sauce le había dado la orden a Saúl de que vaya a barrer el patio donde estaban Mina y su maestra. Él estaba barriendo en silencio la parte de atrás de la glorieta, pero se detuvo cuando escuchó la palabra "MARIDO".

—¿Marido? —preguntó Mina en alta voz.

—Sí, debe conseguirse un marido. Muchas jovencitas de su edad ya están casadas o están comprometidas —argumentó la mujer muy entusiasmada.

—¿Yo para qué quiero un marido?

—¿Cómo para qué? —mencionó atónita—. Para que tenga hijos, una familia y se ocupe del hogar. En el pueblo hay muchos jovencitos guapos, educados y de buena familia.

—¿Acaso esto es un concurso para conseguir marido? —susurró Mina.

—¡Pongámosla fácil! —dijo la institutriz juntando sus manos—. Aquí en el clan hay muchos hombres guapos y fuertes que podrán defenderla —Mina se quedó en silencio—. ¿Cuál le gusta? —cuestionó la institutriz—. Usted los conoce desde hace mucho, alguno tiene que gustarle.

Mina estaba en silencio sorprendida escuchando lo que decía la institutriz.

—¿Jon? ¿Qué le parece a usted? —continuaba hablando con el afán de que Mina admitiera su gusto por alguno de ellos.

Mina movió su cabeza en negación.

—Entonces Greggy.

—¿No basta con convertirme en una señorita, ahora quiere conseguirme un marido? —pensó Mina.

—¿Y qué hay de este joven?, ¿cómo es que se llama?... ¡Saúl!

—¿Ah? —expresó ella con desagrado; sin embargo al darse cuenta de la presencia de que Saúl estaba oculto escuchando la conversación decidió burlarse un poco de él.

—¿Saúl?, pues él no; además, ¿no lo ha visto? Él muy débil y se deja vencer fácilmente. Aquí entre nosotras, yo le he ganado varias veces. Sumado a eso que es muy curioso —dijo ella sabiendo que Saúl escucharía todo.

EL ÁRBOL OTAÑAL «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora