Veneno Y Lujuria

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[Veneno]

Había llegado hace pocos días a Nueva York, hacia años que había dejado mi puesto en la torre del ángel como vicepresidente, pero jamás le había dejado de ser leal a Rafael haciendo algún trabajo para mi Sire en el extranjero.

Una vez que puse un pie en Estados Unidos ya tenía una orden de regresar a la torre con urgencia, y no me extrañaba que fuera tan urgente y que Rafael estuviera histérico.

Hacía unas semanas que de forma sospechosa la arcángel de la India y reina de los venenos había decidido dejar su amado Palacio en compañía de su pupila y desdichada   sobrina Maiya, a pesar de ser la desgracia para la arcángel, no se atrevía a poner un dedo sobre su sobrina e hija de su consorte, nacida de una infidelidad que la misma reina de los venenos había echo pagar bien caro a sus implicados.
La estancia de los visitantes hindúes había echo que Rafael se sintiera incómodo y que obligará a su consorte Elena a ser vigilada día y noche por Dimitri, eso había echo sentir al arcángel de nueva york más seguro e intocable, pero jamás se espero que el objetivo de su mayor preocupación fuera la jovencita ángel de plumaje de pavo real, la despampanante muchacha había desaparecido sin dejar rastro alguno y Neha amenazaba con una guerra si la muchacha no aparecía.

Por ese mismo motivo hay estaba yo frente al descomunal escritorio de roble macizo del arcángel más importante de la cátedra y mi Sire, sobre la superficie de la mesa carpetas abiertas demostraban cuerpos mutilados, desmembrados, con el pecho abierto en canal, no seguía ningún patrón sólo era una matanza horrible y sin sentido. Pase las yemas de mis dedos con desdén por las fotografías de aquellos despojos de seres, no sentía asco, ni ninguna sensación, sólo sentía las pesadas palabras de rafael que alterado por la amenaza que se le venía encima mencionaba los miles de casos, lo único que tenían en común todo ellos que eran personas adictas que vivían en la calle, ni sus edades, sexos, belleza, nada los relacionaban entre ellos.

Todo aquello, tanta sangre y locura me hizo recordar a Uram, no había habido aviso de otro arcángel pasado a ángel de sangre pero si no era un arcángel ¿quien podría haber echo eso?.

En realidad no importaba las órdenes eran claras matar al asesino, jamás había desovedecido una orden y no empezaría hacerlo ahora.

[ 2:00 a.m Muelles de Nueva York]

Era uno de los mejores rastreadores y con la última pista que el último cuerpo había rebelado en los muelles de la ciudad, me había dirigido allí.
Era una noche sin estrellas, fría ya que se había tirado todo el día lloviendo, los muelles estaban vacíos, una extraña niebla atípica de la época del año flotaba por los almacenes por culpa de ello las luces carecían de brillo, ni siquiera las ratas se escuchaban, cosa extraña porque siempre había algún mendigo durmiendo entre cartones a la espera de un nuevo día, pero nada.

Solté un leve suspiro al ser un ser de sangre fría ese helor me incomodaba pero estaba en plena caza no podía pensar en bobadas, pase mis dedos por mi cabello acomodandolo y me incline agachandome en el suelo para pasar mis dedos por una mancha, era sangre por su calidez, olor y tacto, lleve los dedos a mi boca y la saboree, era reciente, demasiado, estaba cerca lo olia, el aroma a sangre, a putrefacción y a humedad invadía el lugar, me incorporé de nuevo acomodando una vez más mi ropa y seguí el rastro del olor a muerte, mis ojos vifedos veían en la oscuridad y detectaba la temperatura de las cosas como hacían las víboras así que era normal que en cuestión de segundos diera con aquel almacén.

La puerta estaba cerrada pero el candado estaba forzado, ningún humano se habría dado cuenta de ello pero para mi era más que evidente que mi presa estaba allí dentro. Sin más abrí la puerta e insectos salieron volando, hacia mi cara, las puertas del infierno habían sido abiertas, un nudo en la garganta se me atasco resecando mi boca ante el nauseabundo olor de la sangre corrompida, sólo poner un pie en ese suelo pude escuchar como mis mocasines negros se manchaban en la pegajosa masa que había en el suelo entre una mezcla de sangre, fluidos corporales y todo tipo de astillas de huesos y pedazos de algo, no me puse analizar de que provenían esos pedazos era todo una mezcla.

El Demonio de la LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora