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Se sentía extraño, parecía como si Minho se hubiese llegado a suavizar en esas pocas horas, como si ahora tomara ese papel de alfa protector, como si fuera suyo.
Y sólo porque le vio llorar por horas.
Sujeta su ropa y hace sus maletas. Quedaban sólo unas seis horas de viaje para que llegasen a su antigua y pequeña ciudad. Significaba que ya casi no faltaba nada para que esa ilusión en la que vivió terminara.
Sería la última noche en la que vería la luna mientras el coche avanzaba por la carretera. La última noche en la que su compañera de secretos sería la luna.
—¿Quieres acostarte conmigo?
La voz pastosa de Minho le obliga a voltearse y ver que éste ya estaba en ropa interior y metiéndose a la cama.
—Ya casi termino.
Sonríe débil mientras cierra unas maletas y revisa sus documentos para no tener problemas al llegar. No lo hace rápido, sino que se toma su tiempo en todo. No era como que estaba desesperado por ir a meterse a bajo esas sábanas que fueron testigos de sus gemidos y ruegos porque ese alfa siguiera jodiéndole un par de veces algunas noches (muchas, en realidad).
La verdad era que si se metía ahí con él, terminaría cumpliendo su promesa, las que eran sagradas. Cuando alguien daba su palabra, pues debía cumplirse, no era como sólo decepcionar a la otra persona, era como un pecado romper promesas. La gente de bien lo sabía.
Suspira mientras se quita las viejas botas junto a sus sucios pantalones. Mira la inutilidad de su pijama, aquella tela que lo cubría cada que Minho solía repelerlo después de cada vez. No estaba arrepentido (aún) de nada.
Cuando se acerca ve a Minho dormitando pegado en la pared. Levanta con sumo cuidado las sábanas y se mete debajo de ellas con sigilo, acomodándose lejos de él, como si hubieran terminado de tener sexo y ambos recordaban que eso era sólo eso, sexo. No debían compartir la cama, por ende.
De todos modos, le gustaba estar ahí, era cómodo para mirar el cielo y ver a la reina de la noche, perderse en su tenue luz, esperando tomara todas sus preocupaciones y tristezas en sus brazos, que le ayudara a cargar el peso de ese dolor que a veces parece no haber superado, y volvía con toda su fuerza para aplastarlo.
—Soy todo oídos.
Su voz le estremece, todavía más su tacto, ese "piel con piel" que consigue cuando Minho lo rodea de la cintura y se acomoda a sus espaldas. Y hasta enreda sus pies con los suyos.
Hansol le mira con cariño, bailaban a la luz de la luna y la radio que tocaba su tema favorito versión guitarra. Se juraban amor. Hansol le había prometido, delante de su madre, que se haría cargo de esa familia que deseaban formar. Habían firmado ese papel que garantizaba su amor ante la sociedad.
Ya el sexo no era tema nuevo para ambos, pero Taemin nunca fue reclamado, menos anudado.
Su madre le había despedido con lágrimas en los ojos. Ella deseó tanto verlo casarse cumpliendo todas las tradiciones, pero las autoridades habían eliminado, casi por completo, todas y cada una de esas que eran reconocidas ante la sociedad.
Ahora Taemin debía vestir un par de joyas que adornarían su cabeza y un par de collares que atestiguaba ante la comunidad que él era un omega no reclamado. Ese oro blanco que cambiaría a oro del color del zafiro cuando sería marcado.

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Déjame Amarte - 2min
FanfictionParecían días comunes y corrientes, la briza de viento soplando y moviendo las hojas de los árboles que pasando el otoño ya iban cayendo gráciles al frío suelo húmedo. Sin embargo, el mundo parecía despertar de un letargo de siglos en los que el amo...