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La mañana siguiente llega y Minho no estaba a su lado, cuando su corazón quiso morir con la decepción, vio una nota sobre la mesita de noche, la que sujetó con algo de desesperación.

"Llegaré casi al medio día. Te tengo una sorpresa, besos."

Con su corazón más tranquilo se levanta y toma una ducha, vistiendo una camiseta suelta de su pareja, un cómodo pantalón mientras lo esperaría y cocinaría algo rico para su llegada.

Las horas pasan y él cocinaba al ritmo de sus canciones favoritas que reproducía su celular. Amaba bailar, algo que pocos habían visto en él. Ni siquiera Minho. Sólo su madre.

Por dios. Mira por la ventana y la nieve empezaba a caer silenciosa. Debía ir a visitarla y contarle lo que ya tenía con Minho. Ella sería feliz, tal vez dudaría por su experiencia con Hansol, pero le juraría que ahora había hecho bien las cosas. Claro no le contaría lo que pasó durante esos cinco años de gira.

—Se quemará la comida, Lee.

Su voz le sobresalta y recibe un beso en la boca, rápidamente mira el guisado que había estado elaborando con ahínco. A tiempo Minho le despertó de su ensoñación, salvando su almuerzo.

—¿En qué pensabas?

—En que debemos ir a saludar a mi madre, te la presentaré —decía sonriente mientras servía generosas cantidades en dos platos, acomodándolos sobre la mesa de la cocina—, seguro le agradarás.

Minho asiente sacándose la bufanda y colgando su abrigo en el perchero. Dejando una bolsa sobre la mesa de la sala y corriendo sentarse para comer. Taemin cocinaba bien, y sobre todo le gustaba que le pusiera su cariño en todo lo que hacía. Hasta jura que esos emparedados de mantequilla de maní que a veces le daba durante esa larga gira, tenían algo más que sólo pan y la mantequilla.

Le quedaba agradecer a la vida y al destino que los uniera.

—¿Y mi sorpresa? —los ojitos de su amado le hacen vibrar el corazón.

La noche pasada no lo había marcado, esperaba que no estuviera ofendido (no lo parecía), porque quería hacer eso correctamente. Porque él era el correcto.

—La tendrás esta noche.

Taemin asentía con un puchero en sus labios. No le gustaban mucho las sorpresas, pero ahí estaba, habiendo hecho el amor con él y sin sentir burla en él, a pesar de no haberlo marcado. Y él había creído que lo reclamaría.

La tarde entera se la pasan abrazados, envueltos en mantas gruesas para que el invierno no los atrapara. Miraban una serie de la temporada, de esas donde había zombis y generaban ansiedad en el espectador.

—Me alegra que renunciaras —decía Minho volviendo de su habitación con otro par de mantas, envolviéndole hasta la nariz—, no tienes que ir a trabajar.

—Con esta nieve, hasta me alegra haberlo hecho.

Ambos sonríen cómplices y entonces Minho deja, en las manos de Taemin, una caja de madera de aspecto antiguo, con tallados de flores de loto en los costados. Era la flor símbolo de su país. Cualquiera lo reconocería. Era una reliquia que sorprendió a Taemin que le miraba boqueando, apenas y reaccionando por lo sorprendido de aquel detalle.

—Ábrelo, y entenderás.

Taemin toma la pequeña llave, de esas antiguas, cuyo tacto le hizo estremecer, y no era exactamente porque era de metal y estaba completamente frío.

Déjame Amarte - 2minDonde viven las historias. Descúbrelo ahora