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Conseguir un buen departamento y con un alquiler relativamente bajo para ese barrio, le hacía sentir que podía avanzar. Minho no se consideraba parte de los que se estancaban, pero ese vínculo no lo dejaba avanzar como quisiera.

Su abogado se había encargado de todo, hasta de legalizar el rompimiento del vínculo con la omega que estaba encinta. Los médicos decían que la dañarían, pero era lo mejor, sabiendo que el bebé no compartía relación sanguínea, ni olor, con él.

El medio año de vacaciones había pasado ya, hacía un par de meses, sin embargo, él estaba ahí sosteniendo su teléfono celular a la espera de una llamada para reunirse con su grupo.

A la espera de poder volver a ver a ese bonito omega que tanto había evitado marcar. Ese por el que su sangre hervía en sus venas, amenazando con quitarle la vida si es que no se vinculaba con él.

El sostener una promesa a su esposa, eso, le había mantenido a raya. Jamás se dejó dominar con sus bajos instintos, porque se suponía que se debía a su pareja y su vínculo.

Le quedaba haber sido quien mantuviera su promesa hasta el final. Al menos tenía algo de dignidad. Sólo le costaba tener que lidiar con algunos fans y cámaras que buscaban fotografiar su desgracia.

Bailar en la boca de la gente fue lo que más le costó en esos largos meses.

Aun haciendo todo lo posible porque no fuera un escándalo, tenía todavía que lidiar con gente inescrupulosa.

Suspira dejando su copa de whisky vacía de un solo tirón. Pensaba en tantas cosas, tantos "Y si..." que le atormentaban. Admitir todo lo que tenía en la mente era como poner una pistola en la boca y disparar.

No se atrevía a aceptar cada pensamiento, todavía.

Lee había rondado su mente más seguido, lo que significó ese divorcio, tenía pinta de dejarle paso libre a esas emociones instintivas, a esas memorias que revivían —sobre todo por las noches—, esas en las que no tenía impedimento alguno de poder poseerlo hasta el final, como debía ser, como siempre debió ser desde aquella primera vez.


Su piel quemaba, su interior parecía estar en plena ebullición, sobre los cien grados centígrados. Sudaba profusamente, temblaba y respiraba agitado. Los malditos inhibidores mucho no podían hacer con los celos de los alfa. Sólo le quedaba intentar tranquilizarse y dejar de destruir el coche casa en el que estaba quedándose con Yonhwa.

Seguro el guitarrista lo mataría al ver su mesita de noche destruida.

Los golpes en la puerta le distraen, se pregunta quién lo molestaba, porque había dado la orden de que nadie se acercara, a menos que fuera comida y agua, llevados por Yonhwa. Y ya era media noche.

La precaución le hace correr la cortina de la pequeña ventana, agradeciéndose a sí mismo el ser precavido. Era ese omega que le miraba de una forma tan indecente, a veces con un brillo bonito, muchas veces con un brillo travieso, que le dejaban estupefacto la mayor parte del tiempo.

Evitarle era lo mejor, sabiéndose casado y Lee Taemin parecía demasiado tentador. No era que no pudiera tener sexo con él para pasar ese celo, lo que se temía —muy en el fondo—, era que no pudiera contenerse y terminara cometiendo alguna idiotez.

Era lindo, sí, demasiado para ser verdad. Taemin caminaba y se paseaba por sus narices como si no supiera que era increíble. Y que él era el alfa más débil que podría existir ante semejantes encantos. Había coqueteado con él el día de su despedida de soltero, pero jamás se le había pasado por la mente que lo volvería a ver, y por tanto tiempo.

Déjame Amarte - 2minDonde viven las historias. Descúbrelo ahora