El fórum

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Se reflejaba en el suelo mojado las luces de las farolas que alumbraban la ciudad en la llegada de la noche. Gotas caían sin cesar, Raúl no era capaz de recordar la última vez que había llovido tanto.

—Joder macho, puta lluvia.— Masculló con las manos en los bolsillos y la capucha de la sudadera tapando su cabeza.

Pero el agua calaba la ropa y estaba empapado.

Hacía frío y aunque Raúl prefería el frío antes que el calor, no estaría de más tener algo más cálido que aquella sudadera de entretiempo y algo impermeable que impidiera que el agua calara su ropa.

Caminó a paso rápido, maldiciendo todas las cosas habidas y por haber. Se detuvo un momento, la lluvia parecía estar apretando. Realmente era aquella una noche de perros.

Miró la calle en la que se encontraba, aún quedaba demasiado para llegar a su casa, para cuándo llegase habría pescado un resfriado que lo dejaría en cama por una semana. No podía seguir, tenía que resguardarse y esperar a que terminara la lluvia.

[...]

—¡Joder! ¡¿Es que todo tenía que salir mal?!— Se quejó Ismael, a nadie en realidad, pues estaba únicamente en compañía de Mía y Blacky, que entrecerraban los ojos ante la molesta lluvia.

Llovía demasiado, no podía volver a casa así, necesitaba algún lugar en el cual refugiarse.

Caminó por la ciudad a paso rápido, buscando algún lugar oportuno, acompañado de sus dos perros.

Se fijó en la calle en la que estaba. El museo del Forum de Barcelona estaba a pocos metros. Por lo que decidió dirigirse allí corriendo, bajo la lluvia, intentando refugiarse lo antes posible.

Aprovechó la peculiar forma de la construcción para refugiarse bajo ella.

Una vez allí, se quitó la capucha y se abrazó a sí mismo, mirando las gotas caer contra el suelo generando un molesto y repetitivo ruido.

Alguien carraspeó detrás de él, alguien cuya presencia no había notado. Al darse la vuelta lo vio. Su flequillo no estaba peinado hacia arriba como habituaba, si no que la lluvia había hecho que se le pegara a la frente. Algunas gotas de agua resbalaban desde sus sienes hasta su cuello, él también parecía tener frío y lo observaba en una mirada cuyo significado Ismael no supo descifrar.

—Raúl...— Musitó, sorprendido de verlo.

No le respondió. En lugar de eso bajó la vista en dirección a Blacky y Mía, ambos perros se habían acercado a él todo lo que la correa les permitía. Ismael avanzó un par de pasos para dejar que los animales estuvieran lo suficientemente cerca de Raúl cómo para lamer sus manos y ser acariciados por el castaño.

Se acordaban. Se acordaban de él, ellos tampoco lo habían olvidado.

—¿Qué sorpresa vernos no?— Preguntó el mayor, de rodillas, acariciando la cabeza de los dos caninos.

—Sí, la verdad es que sí.— Ismael quiso que la tierra se lo tragase. De todas las personas que podía encontrarse en toda la puta ciudad de Barcelona lo tenía que encontrar a él.

Encima se maldecía por no ser capaz de dejar de mirarlo. Le parecía jodidamente hermoso aunque estuviera empapado de pies a cabeza.

Raúl tampoco se quedaba atrás, lo miraba sin disimulo alguno. No tenía ninguna intención de esconder sus pensamientos ni emociones. El orgullo nunca había sido algo muy presente cuando estaba con Ismael.

Mientras el pelinegro lo miraba pero haciendo como si no lo mirara, empezó a preguntarse porque narices lo habían dejado.

Empezó a preguntarse porque habían roto su relación como quien rompe un pedazo de papel o una fotografía vieja. Se preguntó que había salido mal, que narices había ocurrido o porque había desembocado en una ruptura. Nada, su cabeza estaba sin ideas. Solo recordaba que un día habían decidido terminar y ambos habían estado de acuerdo, pero ¿Por qué?

Simplemente WisplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora