Lo no dicho

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—Oye Raúl,— Dijo el pelinegro sentándose frente al otro, con las piernas cruzadas. —¿Tú te acuerdas de cuando todo esto empezó?— Hizo una pequeña pausa en la cual pretendió ordenar todas las ideas en su mente para poder expresarse de una forma clara. —Quiero decir, cuando tú y yo comencemos a ser algo más que desconocidos y como luego pasemos a ser más que amigos. Pregunto también si recuerdas como todo empezó a cambiar a un ritmo vertiginoso cuando crecimos en Youtube, te estoy preguntando si recuerdas todo lo que ha pasado hasta llegados a este punto.

¿Sabes? Me acaba de venir a la cabeza aquel día en ese bar maloliente que yo no sé qué coño hacíamos allí, enserio ¿Cómo se nos ocurrió meternos en ese antro tío? Supongo que lo recordarás, te acordarás de aquel tío enorme como un armario al que yo cabree con no sé qué chorrada. Se enfadó mucho, me amenazó y tú interveniste.— Rió al imaginar aquello. —Tú intentaste relajar el ambiente y protegerme de una hostia bien merecida, pero a mí me entró la estupidez y continúe jodiendo aquel tipo. Al final, cuando quiso venir a pegarme tú me agarraste del brazo y echaste a correr como un desgraciado, llevándome contigo.

Corrimos como alma que lleva el diablo por toda la ciudad con aquel tío del tamaño de un toro resoplando detrás de nosotros. Tú me escondiste en un pequeño callejón que para él pasó desapercibido y tuviste que permanecer quieto por unos segundos, intentando recobrar el aire. Yo estaba como tú, jadeando ante el esfuerzo.

Nos miramos y tú te acercaste a mí. Tenías intenciones de besarme, lo sé. Pero yo tuve miedo de que lo nuestro pudiera acabar mal y por eso te giré la cara e hice como que no me daba cuenta de lo que hacías. Perdona por aquello, pero me asusté de que con lo mucho que estaba empezando a quererte nuestra relación pudiera acabar mal por un beso.— Suspiró y miró a su alrededor. El lugar se veía bastante solitario aunque tampoco es que nadie suela irse a una cala enana dejada de la mano de dios a las cinco de la mañana.

Cerró los ojos, sintiendo el suave aire acariciarle la cara, antes de decidirse a proseguir. —Nunca me olvido de aquel primer beso. No fue el típico beso perfecto de las películas estadounidenses, de hecho, siendo sinceros, fue bastante penoso, pero, oye, que fue nuestro beso y eso es lo que cuenta ¿No?

Fue cuando aún siendo “amigos” decidimos irnos de viaje y reservamos una habitación en un hotel y joder, que asco de hotel. La habitación era tremendamente pequeña ¿Te acuerdas de que no había cama? Dormíamos literalmente sobre un fino colchón puesto sobre una mesa que se desplegaba. Fueron unas noches horribles. Aunque al menos fue también la primera vez que dormimos juntos, aunque no fue especialmente cómodo.

El sitio era asqueroso y había una puta araña enorme en una esquina de la habitación, casi pegada al techo la cual no podíamos matar y estuvo allí, cambiando de esquina durante los siete días que estuvimos.

Tú estabas enfadado porque el precio de la habitación era muy caro y más para lo que era considerando que su tamaño era ridículo y además de la mesa con colchones tenía un lavabo y nada más, nada para cocinar, ni armario, ni nada.

Indignado te quejabas y te quejabas, poniendo a parir a todo el mundo. A mí me dolía la cabeza y no tenía ganas de oírte gritar improperios. Así que pensé que besarte sería una buena forma de cerrarte la boca un rato. No me equivoqué, no dijiste nada más en todo el día, solo te quedaste hecho un tomate y silencioso como un muerto.

No sé porqué pensé en besarte como opción a hacer que te callaras, sinceramente, sé que fue un poco estúpido por mi parte.

El día siguiente, cuando me desperté tú estabas sentado, mirándome fijamente. Dabas un poco de mal rollo la verdad. Me besaste como si lo hubieras hecho miles de veces y te largaste, desapareciendo por espacio de una hora. Aún a día de hoy no sé dónde narices te metiste.

Simplemente WisplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora