Duerme tranquilo (1/2)

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[Narra Ismael]

Estaba ya frente a la puerta de nuestro hogar, preguntándome (entre otras muchas cosas) como se podía tener sentimientos tan contradictorios. Ansiaba llegar allí y poder ver a Raúl para no separarme de él hasta el día siguiente y a la vez, solo quería retrasar el momento que ya había llegado, retrasar mi vuelta a casa.

Suspiré, podía notar mi cuerpo casi como si pesara y un dolor que me oprimía por dentro. Posiblemente no era un dolor físico, seguramente era más bien emocional. Parecía ser algo que me viniese de dentro, como si desde mis entrañas algo me estuviese destruyendo.

Abrí despacio esa dichosa puerta que ahora me parecía tan odiosa. Pensándolo bien, desde hace un tiempo varias cosas me parecen odiosas. Como si no pudiera ver con optimismo nada de lo que sucedía en mi vida y, joder, es difícil hacerlo, es difícil mantenerse optimista últimamente.

Cuando entré supe al instante a juzgar por la casi completa oscuridad y el silencio sepulcral que Raúl ya se habría ido a dormir. No me sorprendía, los dígitos "02:37" se marcaban en el reloj del móvil y tampoco era de irse a dormir demasiado tarde, así que ya suponía mientras me dirigía hasta aquí que no lo encontraría despierto.

Busqué a tientas la mesa, dónde dejé aquel puto papel que era la copa del causante de mi malestar. Bueno, no, ese papel significaba que mi malestar era real, no es como si tuviese la culpa.

Me tentó la idea de encender la luz, pero preferí ir a oscuras hasta el dormitorio, no quería despertar a mi novio. Entraba algo de luz natural por el balcón aunque no la suficiente como para poder ver, era una noche de temperatura agradable, no hacía frío pero tampoco calor.

Caminé usando únicamente mi memoria para recordar la distribución de la casa hasta llegar al umbral de la puerta del pasillo, lugar en el que me detuve con la mano sobre el marco.

Me sentía incapaz de continuar. Algo me lo impedía, un sentimiento muy fuerte dentro de mí me obligaba a permanecer ahí, parado como un perfecto imbécil.

Resoplé, frustrado con todo. Odiaba que las cosas fueran así. Pero también odiaba el hecho de no haberle dicho nada a Raúl.

Me sentía como un jodido mentiroso, un puto embustero de mierda que no merece más que se abucheado y apartado de todo ser humano.

No debería ser así, nada debería ser así pero así era.

Notaba ese nudo en la garganta que te avisa de que no vas a durar mucho tiempo sin llorar y mi visión se estaba nublando, deducía que a causa de las lágrimas que estaban por venir.

No podía ir así hasta la habitación, no podía dejar que me viera. Sobre todo cuando en poco tiempo empecé a llorar como un crío. Me sentía tan estúpido. Estaba llorando cuando toda la culpa era mía, completamente mía.

Me senté en el sofá, era algo complicado guiarse por el edificio sin encender la luz, pero para mi suerte tantos años viviendo allí y sin cambiar los muebles ni la distribución me hacía posible desplazarme utilizando únicamente mi memoria.

Me tapé la cara con las manos, un acto estúpido porque al fin y al cabo ¿Quién iba a verme? Raúl dormía tranquilo en su cama y no es como si hubiera nadie más en casa.

Me vi obligado a cubrirme la boca con la mano para poder reprimir un sollozo, lo último que quería era que mi pareja me encontrase llorando y me hiciera preguntas sobre porque estaba así.

No sé cuánto rato estuve ahí lloriqueando y despreciándome a mí mismo, pero debió ser bastante pues cuando me levanté me dolía el cuello por haber estado inclinado hacia delante.

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