Demasiada nicotina

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Estaba terminando de editar un par de cosas de su último vídeo, empezó a subirlo y como parecía necesitar un tiempo, se estiró y fue a la cocina a comer algo. Debería haber aprovechado y buscado en internet alguna página de algún taller cercano. El coche no se iba a arreglar solo y ni él ni Raúl sabían nada sobre mecánica.

Se apoyó en el mármol, deteniéndose un momento a pensar en que le apetecía comer. Falto de ideas se dirigió a la nevera y cuando su mano estaba a punto de tocar la maneta del electrodoméstico, le pareció percibir un olor familiar: humo.

Venía del balcón y sabía perfectamente lo que significaba.

Su hambre había desaparecido, al menos temporalmente debido al olor del tabaco. Nunca le había molestado que Raúl fumase menos durante aquellos últimos días. Raúl fumaba más cuando algo lo angustiaba y eso era lo que no le gustaba: saber que algo estaba perturbando la calma del castaño y que él no le dijese nada. Eso y que durante aquellos días Raúl había estado bastante distante con él.

Caminó hasta el balcón y allí lo vió, con los antebrazos apoyados en la baranda, mirando la oscuridad de la noche, con aquel cigarrillo en la mano que llevaba a su boca cada cierto tiempo.

Hizo un mohín ante el olor del humo. Empezaba a molestarle que hubiera olor a tabaco por toda la casa. Raúl fumaba pero no tanto. Demasiada nicotina. Algo pasaba. Algo malo.

—Fumas demasiado.— Soltó Ismael sin querer acercarse demasiado.

—Ya.— Se limitó a contestar, aún con la vista fija en la ciudad mal iluminada por las pocas farolas que aún quedaban encendidas.

Ismael se acercó a él, le quitó el cigarrillo y lo apagó en el cenicero que ya estaba bastante lleno de colillas. Vió la expresión hastiada y molesta de Raúl y la intención de protestar, así que habló antes de que pudiera hacerlo. —¿Puede saberse qué coño te pasa?

—No me pasa nada.— Sacó del bolsillo de su sudadera la caja de cigarros, dispuesto a sacar otro.

Ismael le quitó la caja. —Para joder, no haces más que fumar tío.

—¿Y qué más da? ¿Qué es lo peor que me puede pasar? ¿Qué me muera?— Era evidente que estaba molesto y enfadado, pero Ismael no sabía porque ni que pasaba.

—¡Joder! ¡¿Últimamente estás un poco gilipollas, no?!— Estaba un poco harto de aquel comportamiento desagradable por parte del mayor. —¿Qué es lo que te pasa tío? Tú no eres así.

—¿Tú qué sabrás cómo soy y como no soy?— Preguntó irritado.

—Te conozco, imbécil. Llevas días estando raro, distante, borde, desagradable y no haces otra cosa que no sea fumar ¿Puede saberse qué te pasa?— Ismael se cruzó de brazos, dispuesto a quedarse allí hasta conseguir una respuesta.

Raúl solo lo miró e hizo un gesto de desagrado.

Entonces una idea pasó por la mente del menor, asustándolo, pero igualmente formuló la pregunta: —¿Pasa algo conmigo Raúl? ¿Quieres...— Miró hacia abajo, de repente ya no tenía ninguna seguridad en sí mismo. —dejarme?— Finalizó sin atreverse a mirarlo a los ojos.

Notó que el mayor se removía inquieto en el lugar y se tensaba. Intentó quitarle la cajetilla de tabaco pero Ismael se lo impidió.

—Si es eso solo dilo ya antes de que me siga preocupando por tí, joder.— Le tembló un poco la voz al decir aquello.

Raúl lo miró serio. Por un momento Ismael pensó que lo había pillado. Que había adivinado sus pensamientos.

¿Realmente quería Raúl terminar con su relación?

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