Última Navidad

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Aclaración breve de la autora: ya sé que Navidad es mañana, pero probablemente mañana no pueda coger ni el móvil así que mejor lo subo ahora y ale.

-¡Venga coño anímate! ¡Qué es Navidad!- Raúl hizo un gesto extraño, algo así como un baile ridículo con el que trataba de animar a Ismael.

El pelinegro en cambio estaba sentado en una de las sillas del comedor, con los codos sobre la mesa y entre sus manos un vaso lleno de algún licor del cual no había probado ni gota.

-Navidad no es sinónimo de felicidad, Raúl.- Replicó, apoyando su barbilla sobre su mano.

-Oh venga ¿Qué pasa?- Se situó detrás de él y rodeó su cuello de manera cariñosa, deteniéndose un momento para besar la piel de dicha zona.

-Ya lo sabes, la Navidad no es mi momento preferido del año.- Se zafó de su abrazo, entonces se levantó para dirigirse al balcón cerrado y observar a través del vidrio. Luces por todas partes, adornos a más no poder y familias. Familias felices. -Mira todas esas familias Raúl, Navidad, ese tiempo de reunirse con la familia. ¿Qué hay de nosotros? ¿Cual es nuestra familia? ¿Con quién nos reunimos?

Raúl tragó en seco, sabía bien a qué se refería, podía recordar aún como era todo antes, cuatro años antes. Aquella Navidad de hace cuatro años parecía quedar ya muy lejana, pero aún podía recordarla demasiado bien. Y estaba claro que Ismael también recordaba.

[6 de diciembre de hace cuatro años]

-Ay señor, debería darles vergüenza ¿Qué es eso que llevan? Esa ridícula bandera de colorines es la representación de una auténtica aberración.- Ismael escuchó casi atragantándose con la sopa las palabras de su indignada madre, mientras veía como su padre cambiaba rápidamente el canal de la televisión como si temiese que ver aquel grupo de "aberraciones" fuera capaz de perjudicar en algo su vida.

El más pequeño de la familia Prego hizo una mueca que pasó desapercibida para sus padres, no se hacían a la idea de lo jodidamente doloroso que era para él tener que oír esas palabras de la boca de personas tan cercanas.

Suspiró, dirigiendo su mirada hacia la ventana, fuera todo era un blanco paisaje. Toda su vida se había desarrollado en aquel pequeño pueblecito dejado de la mano de Dios, ubicado en los Pirineos. Era habitual en una zona como aquella de la Península Ibérica que nevase al llegar el frío ya que pese a no ser lo más común que cayese nieve en España, en la zona de los Pirineos sí era bastante más frecuente, en esos pueblos de montaña, algunos de ellos (como el suyo) con difícil acceso.

La Navidad no quedaba tan lejos, casi todo ya había empezado a decorarse con luces navideñas y el árbol llevaba desde el uno de diciembre decorando el comedor. Todo parecía ser felicidad en esos días, pero Ismael no se sentía tan feliz ni tan satisfecho con su vida.

Como ya se ha mencionado en uno de los anteriores párrafos, era un "pueblecito", bastante pequeño además. Ismael había oído que en las ciudades la gente solía ser más abierta de mente, pero para alguien que se había criado en un entorno de personas mayormente "chapadas a la antigua", eso le parecía más bien una fantasía irreal. Toda su vida allí, en un jodido pueblo dejado de la mano de Dios, en a tomar por culo de todo. El poco contacto que solía tener con el exterior era el autobús que pasaba por los pueblos cercanos para llevar a los niños a una escuela que estaba en un pueblo aún más grande.

Su padre comenzó a quejarse sobre una pareja de lesbianas mientras comentaba lo terriblemente antinatural que eso era y su hijo solo deseó poder salir de allí lo antes posible y no tener que escuchar todo aquello.

Removió un poco la cuchara en su sopa, de repente se le había ido el apetito.

Pensó en la idea de salir un rato, era de noche y hacía un frío que pela, pero necesitaba salir y desconectar.

Simplemente WisplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora