Balada para uno

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Un hombre vestido de gris,
con sus zapatos lustrados,
y la ráfaga de viento que nunca falta
para contar una historia común.

Un hombre vestido de gris,
quieto, tanteando su cabeza
cada vez que cambia el tono
de la balada para uno.

Da un paso,
y siente como sus manos tambalean,
sintiéndose un poco oxidado;
aún con ojos cerrados, ve todo,
puede sentirlo todo,
y sentirse completo,
como un cristal.

Balda para uno,
le sienta bien,
y gira.

Da otro paso,
y aunque no pueda oír,
los recuerdos caen solos
y vuelve a tantear su cabeza
porque recuerda bien.

Con un la bemol, a la izquierda,
y posar las manos en la cintura de la chica.

Aún con los ojos cerrados,
sintiendo cómo el calor se extiente
entre sus mejillas pálidas y arrugas profundas;
y sus ganas irrevocables de ser,
y de ser aún más, da otro paso
y siente ese vacío
entre la balada y él.

Y baja las manos
y deja de irradiar ese sentimiento
como fuego.
Y abre los ojos: todo en negro,
y junta los dos pies,
y permanece en silencio,
porque el gris dejó de ser solo
el color del traje,
y vuelve a tierra;

los segundos pasaron, la balada terminó.

Pedacitos de tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora