Prólogo.

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Las gotas de lluvia caían repiqueteando contra la ventana del autobús, lo que le suponía otra tarde deprimente más, pero esta vez en casa de sus tíos. Nathaniel miraba a través del cristal cómo la neblinosa lluvia extendía su velo sobre el canal y más allá. La música golpeaba sus auriculares, y él se limitaba a cerrar los ojos unos segundos y tararear en su mente la letra.

Mientras el cielo lluvioso y gris se oscurecía hasta convertirse en oscuridad, el rubio se apartó de la ventana, asegurando que el autobús acababa de llegar a la parada donde él tenía que bajar. El cielo estaba negro a excepción de las farolas que iluminaban el corto recorrido que le tocaba hacer, y el aire frío se colaba por su bufanda y le hacía temblar el cuerpo.

Nathaniel se encogió más en su abrigo, y suspiró con pesadez mientras comenzaba a caminar, aún escuchando la fuerte música que se filtraba por los cascos. Mientras miraba el camino que debía tomar por una aplicación del teléfono, comenzaba a plantearse cómo sería su nuevo futuro comenzando la universidad, su convivencia en un piso con tres personas más a las que no conocía de nada y su vida respecto al tema social.

Le entró un escalofrío repentino al recordar cómo había sido su recorrido en el instituto y en algunos trabajos que había conseguido para ganar algún dinero para la beca y para pagar el piso que compartiría desde el día de mañana con otros tres chicos a los que no conocía. Sólo había hablado con uno de ellos y por lo que parecía, era una persona muy amable y con la que no debía tener ningún problema. No sabía nada de los otros dos compañeros pero todos se conocerían a la tarde siguiente.

Nathaniel pensaba sacarse el título de Graduado en Criminología. Si conseguía finalizar sus estudios, le otorgarían un título oficial que le permitiría progresar en su carrera profesional. Él iba con todas las ganas de sacarse el grado y no habría nada que pudiera alejarlo de aquel pensamiento.

Era justo medianoche cuando por fin llegó a casa de sus tíos. Al ver cómo la puerta se abría frente a él, Nathaniel saludó a su tía y pasó dentro de la casa, dirigiéndose rápidamente al baño para quitarse el abrigo y la bufanda.

Al mirarse al espejo, no pudo evitar soltar una risa suave y negar con la cabeza para sí mismo, sintiéndose avergonzado al verse. Hacía unos pocos días se había cortado el pelo —más bien, rapado— y se veía muy raro así. Era el típico peinado que ahora todo el mundo llevaba, el que se había puesto de moda y el que le habían convencido sus amigos de ponerse. No es que le quedase mal, pero no estaba acostumbrado a verse así.

A continuación, unos golpes rápidos en la puerta del baño hicieron que el rubio se sobresaltara y casi se le saliese el corazón por la boca. Eran sus mayores, que le obligaban a irse a dormir inmediatamente para poder estar completamente listo a la mañana siguiente, para ir a visitar el que sería su nuevo piso y sus compañeros en el mismo.

Mañana sería un día duro.
Nathaniel no quería conocer personas nuevas.

The truth untold © (CN #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora