Nathaniel volvió a casa el día después de la fiesta. Aquella vez iría solo, sin la compañía de Ámber, y conduciría él. Eso le resultaba inquietante. Tuvo que hacer un esfuerzo por no tomarse ningún tranquilizante antes del viaje, porque a pesar de haber estado convencido de que un par de rayas no le afectarían en absoluto, se despertó inquieto e irritable, le sudaban las manos y no tenía apetito, a veces incluso tenía náuseas mientras iba al volante y tenía que pararse en alguna gasolinera o aparcamiento.
Cuando llegó se sentía mejor, se dio una ducha fría y se fue a la cama. El siguiente día estuvo medianamente bien, y pensó que tal vez ya había pasado el mal trago, pero a la noche siguiente lo despertó una pesadilla a las tres de la mañana, el pecho le oprimía y el corazón le latía a toda velocidad. Por un momento pensó que estaba teniendo un ataque al corazón y que se moriría, luego supo que era otro ataque de ansiedad. Al final tuvo que llamar a Ezra, quien le dijo que había sido una subida de tensión. Después de ese susto no volvió a tener más altercados, pero su cabeza seguía inquieta, no sabía si era porque echaba en falta a alguien o por la droga que se había tomado aquella noche en la fiesta. Aunque, ciertamente, parecía que la verdadera adicción venía de Caleb: recordaba sus labios, su voz, sus ojos, absolutamente todo. Se proyectaba en su cabeza de manera tan vívida que, si cerraba los ojos, juraría que su presencia aún estaba junto a él. Y al volver a abrirlos, aquella presión lo atacaba de nuevo.
Aquel día vio a todos menos a Castiel. Desde que había vuelto de la villa no se lo había encontrado ni una sola vez, y no sabía siquiera si estaba en casa o se había ido de vacaciones a algún lugar como él había hecho. Lo cierto es que de eso se trataba, le comentó Brett mientras cenaban los tres en la mesa del comedor; Castiel se había ido a Bélgica a dar conciertos con su banda de música. Parecía que estaban teniendo éxito, e incluso se encontraban en el auge de su carrera musical. Crowstorm había surgido cuando aún estaba en el instituto y daba pequeñas fiestas junto a Lysandro, y aunque Castiel tocaba la guitarra luego pasó también a cantar. Cuando terminó su curso en el instituto, perdió el contacto con su mejor amigo puesto que éste se había marchado a Luxemburgo, ambos tenían diferentes proyectos de vida. Aún así el grupo no murió, porque un amigo suyo pudo sustituir al albino. El pelirrojo se quedó en Francia, y se fue a estudiar a una universidad. Entró en la carrera de Música, Historia y ciencias de la Música. El primer año fue duro, tanto para él como para Jesse, su nuevo compañero de banda, porque después de tanta fiesta y descontrol tenían que aprender a ser unos hombres responsables y enfrentarse a los estudios como debían. Dejar de beber y de verse tanto con sus amigos fue muy complicado, y más de una vez algún que otro profesor lo había citado al despacho para echarle una buena regañina sobre que estaba desperdiciando su beca en aquella escuela de prestigio.
Durante su primer año, Castiel se hizo extremadamente popular entre los alumnos jóvenes. Por cada pasillo que cruzaba, tres chicas lo saludaban y lo invitaban a cantar junto a su grupo improvisado de música. También conoció a multitud de famosos; tanto músicos como mánagers y cantantes. Castiel se codeaba con gente prestigiosa, pero rechazó todas las ofertas. Le proponían una buena carrera musical con discográficas conocidas como Kistuné Records o Because Music, pero era música barata. No quería hacer canciones que se pusieran en la radio y todo el mundo recordara las primeras semanas, pero terminara siendo tan quemada que quedara en el olvido al final de explotar en ventas.
A pesar de sus innumerables rechazos y fracasos como cantante aquel año, consiguió hacer muchos amigos e integrarse un poco en aquel lugar. El verano de ese mismo año conoció en una fiesta de la universidad a quien dejaría huella en su vida desde entonces: Calvin Allard. Era un DJ que ya estaba terminando sus estudios allí y tenía su vida bien hecha; a diferencia de él, Calvin aceptaba todas las ofertas que le daban dinero y éxito. Era un músico nómada, le gustaba ir por el mundo y ser recordado en todos sitios. El dinero y la fiesta le apasionaba más que cualquier otra cosa, y en cada fiesta aparecía él con sus tornamesas y sus luces y entonces todo el mundo se ponía a gritar. Castiel sintió cierta envidia por el muchacho cuando vio cómo triunfaba de aquella manera. Calvin no era un chico demasiado guapo, a pesar de que le encantaba hacer deporte y jugar al Lacrosse y tenía un cuerpo de infarto. Era carismático, la sonrisa no se le borraba de la cara y siempre que hablaba parecía que sumergía a todos dentro de su historia. Con Castiel no sucedía lo mismo; él era compositor, cantante, guitarrista y la cara de Crowstorm, era sin lugar a duda uno de los mejores músicos y autores de aquella escuela. Sin embargo, no tenía una pizca de carisma, y aunque era un cantante correcto, le faltaba brillo y personalidad. De hecho, casi todos los alumnos de aquel curso eran unos músicos excelentes, eran impecables, elegantes en sus intervenciones, estaban ensamblados a la perfección, y eran terriblemente aburridos.
Castiel tuvo que compartir vida con Calvin durante una temporada. Desde que lo conoció aquella noche en Biarritz, comenzó a buscarle por todos lados y se informaba de los próximos lugares a los que iría para acudir él también de forma casual. La presencia de aquél DJ le había encandilado, y quería conocer su secreto. Por eso intentó hacerse su amigo, por verdadera conveniencia.
Pero las cosas no salieron como él planeaba.
(...)
Sábado, 27 de marzo. 23:47.
—Nathaniel, ¿cómo vas?
—Mal.
Escuchó la risa de Ezra a través de la puerta, y entonces suspiró. La puerta del baño se abrió, y pudo ver por el rabillo del ojo la cabellera negra de su compañero de piso. No dijo nada más. Estaba demasiado ocupado contemplando en el espejo el nuevo corte de pelo que le adornaba la cabeza.
Ezra se posó detrás, pasándole la mano por la nuca rapada.
—Estás guapo —musitó, con una sonrisa sincera—. No le des más vueltas.
—Parezco un matón.
—Un matón muy guapo, ¿vamos a salir ya o no? —Aquella era la voz de Brett en la puerta.
Nathaniel acabó de peinarse el pelo para atrás y se miró por última vez. Su amigo había tenido la maravillosa idea de pintarle los ojos, y viéndole con aquellos pantalones de pitillo negros y la cadena en el cinturón, parecía una estrella más del rock.
Cuando salió del baño y buscó con los ojos la aprobación del albino, sintió sobre sus hombros desde atrás la tela de lo que era una chupa de cuero. Olía a tabaco.
—¿De quién es esto? —Preguntó mientras salían ya de la casa, cerrando la puerta con llave.
—Se la he robado a Castiel —replicó el asiático maliciosamente.
Nathaniel se la quitó corriendo de encima y le fulminó con la mirada, pero su compañero se la puso otra vez entre risas.
—No se enterará, no se preocupes —le susurró.
Y así fue como llegó Nathaniel a la fiesta de la facultad a la que habían sido invitados los tres chicos, llevándose las miradas de todo el mundo una vez llegaron. Reconoció a la gran mayoría de personas; bien porque compartían clase con él o porque habían cruzado palabras por algún pasillo. Se sintió repentinamente abrumado, así que se apegó a Ezra mientras avanzaban en busca de la mesa con las bebidas.
—¿Por qué todos me miran?
—Porque pareces otra persona, Nath.
Tragó saliva.
Llegaron a la cocina. Ezra estaba por servirle un vaso hasta que un muchacho alto se colocó delante primero para llenarse el vaso, aunque cogió otros dos para hacerle el favor al rubio y al castaño. Entonces, le sonó el teléfono y lo buscó nerviosamente en los bolsillos de su pantalón.
Justo cuando se lo llevó a la oreja, escuchó la voz de Ezra.
—Gracias, Caleb.
Nathaniel levantó la mirada. Aquel muchacho alto se dio la vuelta, sonriente como de costumbre. Se le caía el pelo rizado por la frente pero le reconoció sin ningún problema.
Caleb Beauchene.
—¡Nathaniel, respóndeme! —La voz de Ámber penetró en sus oídos—. ¡Estoy en el hospital!
Salió de su divague.
Las manos comenzaron a temblarle.
—¿Qué?
—¡A papá le ha dado un infarto!
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The truth untold © (CN #2)
FanficCastiel y Nathaniel se reencuentran en la universidad. Los problemas vuelven a salir a la luz. SEGUNDA PARTE DE «LIAR».✨ »10/09/2018